domingo, 30 de agosto de 2020

SZA: CTRL


Año de publicación: 2017
Valoración: muy recomendable

Las vocalistas femeninas de color tienen sombras demasiado alargadas no solo en forma de nauseabundas preconcepciones trufadas de racismo y machismo. Esta esa lucha constante por evitar ser la nueva Neneh Cherry-Beyoncé-Rihanna, etcétera, artistas,sobre todo las dos últimas, absolutas banderas contemporáneas, divas absolutas que conjugan respeto crítico, avasallador éxito, influencia absoluta que rebasa lo musical. SZA podría apostar por esa liga, pero, por suerte, desmarcarse de esas pretensiones la sitúa en un plano diferente, en una especie de aura de relax creativo, que le permite encuadrarse en una especie de inexistente club de artistas, que con vínculos con la escena hip hop, han optado por el riesgo, por la libertad no solo en la definición de sonido sino incluso en la propia elección del universo creativo con el que quieren intercambiar. Frank Ocean, Dev Hynes bajo sus distintas guisas, las obras recientes de Tyler The Creator.
Y este disco se convierte en una especie de vértice entre Blonded y Negro Swan, y solamente hay que comprobar en Supermodel, su apertura, que curiosamente parece fusionar acordes y arranques de Zeigfield y Nights, temas de Ocean, pero no hablamos de plagio sino de inclusión bien administrada de referencias, no hablamos de apropiación sino de asimilación de hallazgos y profundización en ellos.
SZA presentó en su disco de debut una primera ristra de canciones, esplendoroso inicio en una media docena de canciones que eclipsan la segunda mitad del disco, si bien de este ligeramente desigual reparto en el tracklisting quizás hayamos de ir culpando a la pleitesía a las plataformas de streaming: hay que capturar al oyente y mantenerlo ahí. Y para el formato álbum, la cosa funciona igual, así que quizás CTRL le debe parte de su repercusión, de su glorificación en los círculos influyentes, a ese brillante inicio que incluye Drew Barrymore, curiosa mezcolanza de regustos jazzy o hasta raggamuffin, el coqueteo con el Trap de Love Galore, con la oportuna inclusión vocal de Travis Scott, la fluidez futurista de Prom o el obvio atractivo, más escorado al soul, de Garden (Say It Like Dat)Garden (Say it like Dat), canciones todas ellas de producción casi esquemática, de esa austeridad fake tras la que se esconden varios productores y que, volviendo a mencionar a Frank Ocean, permite al oyente (otra cuestión: muchos de estos discos parecen estar diseñados sonoramente para ser oídos con auriculares o en el reducido espacio de un vehículo) apreciar trucos a medida que se suceden las escuchas. SZA combina estilo descarado y callejero con frecuentes muestras de que podría ser también una vocalista pop al uso, pero ese es el valor de la opción tomada, la elusión del camino fácil. Si la segunda parte del disco cede un poco más hacia algo cercano al mainstream no vamos a tenerlo en cuenta en un primer disco que, aunque sea por puro promedio, es de una brillantez que no debería pasar desapercibida.

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