domingo, 24 de noviembre de 2019

FKA twigs: Magdalene

Año de publicación: 2019
Valoración: muy recomendable

Quizás el siguiente paso a dar por la humanidad sea el abandonar todas las etiquetas que generan preconcepciones. Porque nada hay que me reviente más que lo de llamar r'n'b a toda música cuyo autor tenga algo más de melanina de la media y nada más estúpido que llamar alternative r'n'b a aquel que escapa de los cánones o simplemente opta por cierto grado de experimentación más allá de la argamasa unificadora de la radiofórmula.
Un lastre del que desprenderse lo antes posible. FKA twigs reivindica en su segundo disco la figura del disco conceptual, cuestión chocante a estas alturas del itinerario de la industria musical, pero que no deja de tener jugosos precedentes recientes. Janelle Monáe, Rosalía o Billie Eilish ya han triunfado con esos discos que parecen seguir un guion literario, que son mejores engullidos de una sentada y, ya que estamos, que refuerzan con su audición la denostada figura del álbum, que tienen una coherencia y una personalidad más allá de la acumulación de canciones. Aquí hay nueve canciones, solamente, apenas cuarenta minutos de música sin ceder a las tentaciones de los temas de relleno. Un viaje breve, emocional, fascinante, desde el título evocador de las mujeres en segundo plano hasta la apelación de la artista a algunos de los episodios recientes producidos entre LP1, su primer disco, hace cinco años, y este que hoy nos ocupa. Tiempos difíciles; su ascenso a la celebridad frivola por su romance con Robert Pattinson, sus problemas de salud tras haberle sido extraídos seis tumores benignos del útero.
El resultado es un disco que, literalmente, pone la piel de gallina en lo que a ejecución vocal se refiere. Un arrebato emocional muy en la línea de discos tan dispares como alguno de Bjork, por el protagonismo vocal en medio de una base instrumental poco convencional, o los de James Blake, por cierta tendencia a la inflamación, a cierto exceso en la tonalidad introspectiva. En la parte sonora, Nicolas Jaar, entre otros, contribuye en labores de producción y composición, y desde luego se nota en la paleta de recursos usados, pues estas son canciones arrebatadas en sus partes vocales, pero que suenan bien, que administran silencios y combinan bien, aportando incluso en algún caso cierto interesante contrapunto ligeramente agresivo.
Difícil destacar canciones, si bien los singles de adelanto ya incorporaban una cierta progresión dramática desde la tensión afterparty (esas percusiones extraídas de las audiciones de Homogenic) de Home with you, pasando por el experimento algo fallido (claramente sobra el rapeado) en Holy terrain, esta sí una canción que podríamos encuadrar en esa tradición de mid-tempo atormentado que empezó en algún momento con artistas como Neneh Cherry. Más cerca de la publicación del disco, las canciones suenan más clásicas y torturadas, números de enorme fuerza y expresividad para colosales demostraciones en vivo (Cellophane, en el show de Jimmy Fallon, o Mary Magdalene, en el de Jools Holland), donde la cantante inglesa no solamente demuestra sus poderosas dotes vocales sino que se maneja con destreza en aptitudes tan dispares como el pole-dancing o el manejo de la espada.
Muy posiblemente un contendiente a disco del año.

domingo, 17 de noviembre de 2019

The Police: Outlandos D'Amour


Año de publicación: 1978
Valoración: recomendable justito

Antes de empezar con mi opinión sobre el disco, dejad que os diga que la carrera en solitario completa de Sting me parece el mayor montón de mierda pretenciosa que nadie haya logrado empaquetar y presentar como música de calidad. De hecho, analizando la carrera del grupo que lideró (¿alguien recuerda algo sobre los otros dos integrantes, salvo que también eran rubios?) llego a una terrible conclusión. Conforme Sting gana peso en el liderazgo del grupo éste se va desgraciando y, a partir de discos desastrosos como Zenyatta Mondatta  o canciones ñoñas y lánguidas y facilonas (y merecedoras de demandas por su extremado machismo) como Every breath you take todo se estropea de un modo tan irreversible que desde luego nada mejor que su disolución o a saber qué clase de basura estarían publicando hoy bajo ese mítico nombre.

Mítico, dije. Exageré ahí. Nunca fui un gran fan de la banda. Compré sus dos primeros discos a raíz del enorme éxito y he de reconocer cierto disfrute juvenil ante himnos de pop-reggae acelerado como So lonely o Can't stand losing you. Disfrute que ahora relativizo pero que fue legítimo. A pesar de sus precedentes musicales dispares, hablamos de músicos de diversos orígenes, incluyendo el jazz, que se unen a la sombra de la explosión punk y el gusto por la misma marca de tinte, y ciertas canciones de Outlandos D'Amour dan el pego como píldoras de pop acelerado, que es lo que se acababa suponiendo que iba a ser la definición última del punk. Las canciones que prescinden del componente pop y se dedican a absorber ese elemento son simplemente de una sencillez  primaria que no perdura. Dan el pego quizás sea la definición exacta: el disco contiene Roxanne, primera de las emblemáticas canciones del grupo (porque estamos en los 70 y dedicar una canción a una prostituta es, uh, la leche de osado, Scott Walker lo había hecho hacía una década con Rosemary) y eso casi es el hito del disco de debut para la que se convirtió en una banda emblemática con su posterior disco, Reggatta de Blanc, generando con apenas una decena de canciones notables en toda su carrera una especie de hype global que no sé explicarme. Ni su influencia del reggae da para tanto ni sus logros en el pop van más allá de los parámetros puros de lo comercial. Lo demás, puro marketing.

domingo, 10 de noviembre de 2019

The Style Council: Café Bleu

Año de publicación: 1984
Valoración: muy recomendable

Se me ocurren pocos artistas (Marc Almond, David Sylvian, Scott Walker) con trayectorias tan inapelablemente coherentes como Paul Weller. Vinculadas más a la expresión de sus inquietudes como músicos, que a la obtención de éxito comercial. De Weller se puede incluso reivindicar su incuestionable posición política, visible en su contundente postura anti-Thatcher, incluso su influencia estética, pues Weller, desde los Jam y hasta la actualidad, desde que se autodenominaba Capuccino Kid, es un icono mod indiscutible. 
Cosa que queda manifiesta desde la icónica portada del primer LP oficial de The Style Council. Weller desmanteló The Jam, trío de pop poderoso reflejado en singles excepcionales y albums irregulares, pop acelerado influido a partes iguales por el oleaje punk y The Who. Weller era su indiscutible líder, o a ver quién se acuerda del nombre del bajista con la mule que apuntalaba el ritmo en el vídeo de Going underground. En todo caso, con el progresivo escoramiento de la banda hacia sonidos más soul (obvia en singles como A town called malice) quedaba claro que el formato trío (bajo, batería, voces y guitarra) les quedaba corto y estrecho, que la progresión sonora necesitaba un nuevo ámbito y nuevos socios.
De ahí surgió The Style Council, y este Café Bleu representa su puesta de largo tras algunos singles. Y, como todo debut y más cuando se cuenta con un bagaje previo, se trata de un disco ambicioso, panorámico y a veces irregular, arrastrado en su parte final por cierta obsesión por incluir sonidos que el grupo desarrollaría en su carrera posterior. El inicio es incontestable, alejado completamente del sonido de The Jam, portada y pose del grupo parecen afrancesarse completamente y alejarse de la claustrofobia insular, y la primera parte del disco está dominada por instrumentales de gustos jazzísticos o cinemáticos (colosal Blue Cafè), junto a números que no hubieran encontrado encaje en trayectorias anteriores (Tracey Thorn reviste de elegancia The Paris Match) o eficaces pulsos minimalistas donde Weller muestra a la vez fragilidad anímica e intimidad minimalista (extraordinaria My Ever Changing Moods), y es toda una declaración de principios que la voz de Weller aparezca por primera vez en un tema sutil y etéreo como The Whole Point Of No Return, música que parece surgir de la nada y beneficiarse de los ecos y la austeridad.
El disco se resiente de esa poderosa entrada: You're The Best Thing suena demasiado pop y obvia en medio de tanto experimento, Headstart for happiness, quizás enlazaría en las caras B de los últimos singles de Jam, pero amagan con alguno de los detalles que a la larga lastraría el sonido del grupo: una excesiva glorificación casi parasitaria de los sonidos que admiraban, que forzosamente implicaba una pérdida de la identidad. Los discos posteriores del grupo, sobre todo en la fase final hasta su disolución en 1989, empiezan a tener a demasiada gente transitando, como una indigestión de influencias e indagación que implicaba cierta pérdida de identidad. 

domingo, 3 de noviembre de 2019

Electric Light Orchestra: Out of the Blue


Año de publicación: 1977

Valoración: muy recomendable

1977.
Año capital para la música. Por el punk, claro, movimiento que, básicamente y considerando también otros factores sociales al margen de lo puramente sonoro, era un movimiento de reacción ante discos como este del que hoy nos ocupamos. Quizás exagere algo: creo que los punk reaccionaban más contra discos como Close to the edge de Yes o alguno de los intrincados discos de Genesis. 
Aunque yo me resisto en lo particular a calificar este disco como rock sinfónico. Aunque haya orquestas, sintetizadores usados a la vieja usanza (para crear texturas de fondo), desarrollos instrumentales, caras enteras de intención temática, etc. No creo que eso fuera suficiente para la ELO. Ni, ya que estamos, para Supertramp. No era suficiente con su aspecto ni con su pretensión incluso estética: la edición inicial de vinilo de este disco doble (otra apuesta por la grandeza) venía acompañada incluso de un sencillo montable de cartulina que emulaba la nave espacial con el logo que se había convertido en poderosa imagen de la banda. Y Jeff Lynne, con su aspecto a medio camino entre el sempiterno cliente de taberna y el técnico que tiene su casa llena de cuadros de caballos en estanques a media noche, encontró su inspiración para componer las diecisiete canciones que alojaban las cuatro caras del disco, 70 minutos de música ambiciosa y poderosa que ahora pueden parecer hasta un poco naïf, pero que esconden canciones inspiradas, muchas canciones inspiradas de entre esas diecisiete, que hubieran dado para un disco inmaculado, claro, pero estamos en los años 70 y esa ambición desmedida, casi enfermiza, esa ansia perfeccionista quizás no hubiera hallado cauce de salida en un disco con diez canciones perfectas (muchas de ellas baladas con cierto aire futurista) y al final Out of the blue puede que se resienta especialmente cuando a Lynne (líder absoluto, compositor, cantante) se le hincha la vena rockera, terreno en el que las composiciones adolecen de un cierto estereotipo que no le sienta bien al sonido del grupo. Pero en el momento en que queda liberado y se dedica a lo que domina: al pop barroco sin límite de uso de recursos o de instrumentos, entonces los ases salen de la baraja uno tras otro; Turn To Stone con su bajo secuenciado y sus retornos de cuerdas casi philly, It's Over, con su regusto agridulce y su préstamo del riff de piano de Walk On By, incluso el trote algo recargado en lo comercial de Sweet talkin' woman representan una inmejorable entrada de álbum, nos esperan baladas épicas con gusto de final de milenio, como Starlight, atractivos parones y una voz algo más escorada hacia el blues, otra vez las cuerdas, contenidas, precisas, Steppin'out, con aires de huida, Big wheels repleta de melancolía y que preludia la la apoteosis pop de Mr. Blue Sky, pieza clave en el fugaz rescate que experimentó el grupo (esos rescates que vienen a compensar épocas en que se es injustamente denostado, en la música suele suceder con frecuencia), los brillantes experimentos instrumentales, breve Believe me now, gloriosa The Whale, movimientos a priori poco propicios, pero que contribuyeron a su posterior status influyente (esos vocoder, ese regusto a sci-fi de cartón piedra) en las carreras de grupos como Air o Daft Punk,
Digamos que el disco precede al irremediable período de decadencia de la banda, que sucumbió a la presión de las exigencias de la industria y fue entregando discos cada vez más cautivos de las expectativas de ventas que de la calidad del contenido musical. Llegaron a entrar en tromba en esta espiral cuando colaboraron en la banda sonora de una de esas inexplicables películas (Xanadú) y la inspiración se batió en retirada.