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domingo, 15 de mayo de 2022

Japan: Tin drum


Año de publicación: 1981

Valoración: muy recomendable

Como Martin Power describe brillantemente en su biografía sobre David Sylvian, parece que la cúspide creativa que representa Tin drum marca un momento idóneo para que la banda se separe. Al margen de líos de faldas, de diferencias de concepción sonora, de cierto escepticismo crítico relacionado con la poderosa carga estética del grupo, mezcla de ambigüedad glam y sensibilidad hi-tech, de conatos de aventuras en solitario. El recorrido de macarras de callejón pestilente a estetas interesados por lo ajeno a Occidente ya era, de por sí, un sprint agónico tras el que había que descansar.

Icónica portada. Desde el nombre hasta algunos hits menores rescatados por su anterior sello, el interés por las culturas orientales se había manifestado en algunos matices en Gentlemen take Polaroids, en sus afinidades con el genial Ryuichi Sakamoto que ya se materializarían en una aventura extraconyugal - la excelente Bamboo Houses. El nombre de la banda en color rojo. La estancia austera, la foto de Mao con señales de llevar ahí un tiempo. Provocación pura hacia los detractores de la banda. El recorrido post-Roxy finiquitado, una cierta pose arrogante, los trajes, los cuellos mao, el ostentoso maquillaje en hombres heterosexuales. Pero claro, la música: los ritmos cortados de  The Art of Parties, más deudores de Remain in light que de Stranded. La estratosférica línea de bajo en Visions Of China, el excelente trabajo de percusión a lo largo de todo el disco, con las guitarras cediendo terreno, ese hito del sonido congelado que representa Ghosts, insospechado hit de absoluta oscuridad sonora y lírica, acompañados estos singles por extensas canciones de títulos y sonoridades evocadoras Still Life In Mobile Homes - vida estática en casas móviles, o los sonidos deudores de Joy Division, como para recordar que estamos en la Inglaterra del post punk, donde el bullicio creativo y las interacciones entre sonidos eran prácticamente la norma a seguir. Cuarenta años después, muy pocos discos tan voluntariamente apartados de las premisas comerciales son capaces de acceder a las listas. Seguro que a muchos no les gustó, pero Japan lo hicieron. Y se fueron.

domingo, 7 de febrero de 2021

Scott Walker: The Drift

Año de publicación: 2006
Valoración: muy recomendable

La explicación acerca de la mitología que rodea a Scott Walker no solo radica en su reclusividad, en que se separara de la escena pública en el punto álgido de la popularidad, en que sus primeros cuatro discos en solitario sigan componiendo uno de las series más extraordinarias de la historia de la música.
También se basa en lo que hizo con su carrera, en lo que seguía haciendo en 2006, más de tres décadas tras el inicio de su voluntario confinamiento. Y The Drift es otro ejemplo: un tipo de más de sesenta años haciendo la música que le sale de las narices, de espaldas a cualquier moda y escena, casi de espaldas al público. Música difícil, casi diríamos que alienada, música que toma toda clase de riesgos, empezando por el obvio suicidio comercial, cómo no, música con una carga intelectual casi independiente de que se entiendan sus letras y sus historias, nada despreciables a tenor de lo leído sobre el disco, un disco para cuyo inmediato predecesor, Tilt, había que remontarse once años. La intención de The Drift es clara y directa: no hay melodías reconocibles, no hay ganchos, apenas hay ritmo en estas canciones de calma tensa y dramática, canciones que igual pasan, de un momento a otro, de una tonalidad básica, casi introspectiva, momentos minimalistas que a veces son puras letanías a capella sobre fondos inhóspitos (percusión, rasgueos de guitarra, notas de cuerda sostenidas, orgánicas o sintéticas), que actúan de preámbulo a explosiones sonoras, a muros de sonido, siempre dirigidos por la portentosa garganta del cantante, que pueden incluir no pocos elementos sonoros discordantes. No destacaré canciones (naturalmente, Walker no concedía apenas entrevistas, pues para videos promocionales no iba a estar precisamente) ya que todo el disco es una experiencia para ser, valga la redundancia, ser experimentada en su totalidad, pero aquí hay puñetazos a costillares de vacuno para ser usadas como percusión (Walker define tal efecto como la corriente subterránea de fascismo que recorre la canción), alaridos varios, humanos y animales, frágiles vientos que mutan en fanfarria, cuerdas más deudoras de Bernard Herrmann que de Badalamenti, cajas restregadas para obtener ecos.
Walker ya había dejado atrás sus devaneos con el pop de los 70, sus fascinantes discos de neo-crooner, sus despistes con el country y con el AOR, y con The Drift se lanzó a la piscina de la pura producción sonora, de la experimentación, del golpe en la mesa en defensa de su propia concepción del sonido. un disco difícil, alguno dirá que indigesto, que casi un regodeo en la propia imagen de artista torturado. Pero desde luego, una experiencia única.

domingo, 16 de febrero de 2020

David Bowie: Blackstar

Año de publicación: 2016
Valoración: muy recomendable

Cuatro años serán, espero, suficientes para juzgar un disco como este con cierta perspectiva. Es decir, una de las estrellas más destacadas de la música, una referencia que franquea ámbitos por todos los lados, desbordante, que publica un disco, el segundo digno y memorable desde que  su carrera iniciara un cruel descenso desde Scary Monsters (puede que Let's dance contuviera alguna canción memorable pero ninguno de sus discos posteriores hasta The Next Day había sido capaz de aportar material a su legado de clásicos) y que se muere dos días tras la publicación, en una serie de hechos que parecen diseñados por un perverso equipo de marketing.
O por un genio como Bowie, y perdonad que cuatro años no hayan sido suficientes para evitar preguntarse si Bowie era muy consciente de que ésta era su despedida como artista y decidiera vaciarse y entregar una especie de auto-elegía compendiando detalles de su carrera.
Aunque quizás The Next Day, un disco bastante digno aunque su voz sonaba triste y cansada, fuera un primer conato.
Blackstar suena poderoso desde el primer minuto. El tema que le da títulotítulo es un obvio resultado de la admiración de Bowie por Scott Walker y suena como las partes más accesibles de los discos menos accesibles del igualmente fallecido autor americano, ahora con Bowie declamando con marcialidad, su voz resonando en una especie de salmodia que parece definir el sonido del disco, cantando sobre ejecuciones en una temática muy parecida a ciertos temas de The Drift. Bowie suena elegante, especialmente cuando la canción se sitúa, a media duración, en una perspectiva más pop, y Bowie ya inflexiona, canta, narra. Blackstar, la canción, es una magnífica apertura que proclama las intenciones del disco, unas intenciones que se debaten entre los condicionantes de la obra cohesionada y esos aires, imposibles de alejar, de resumen de carrera, de despedida, no solamente las letras de las canciones, la posición final de una canción titulada (traduzco algo libremente) "No puedo regalarlo todo". Para la crítica fue algo difícil diseccionar el disco en dos días antes de que Bowie muriera y en general las opiniones sobre el disco se alumbraron bajo la enorme sugestión colectiva. Blackstar es un disco irregular, con magníficas piezas cuanto más lentas e introspectivas, con el artista dosificando su voz sin pretender sonar forzadamente energético: Lazarus(que parece homenajear a The Cure en su inicio), la canción que le da título, la muy íntima Dollar Days. No he oído la palabra Berlin a lo largo de todo el disco. Las piezas más dinámicas, alguna de ellas apelando al drum'n'bass, otras más rock, alguna coqueteando con el electrojazz, desequilibran levemente el disco, pero el conjunto es brillante, inspirado, conmovedor, aunque yo le quitaría algo de peso a tanto saxo, pero supongo que fue la manera de Bowie de homenajear al que fue su primer instrumento. Y casi es todo: hubo quien, desde la sobriedad de la portada, opinó que Bowie había dedicado un disco a la muerte. Desde luego fue (no era difícil) su mejor disco en décadas y desde luego como colofón a su carrera se nota que Bowie tuvo especial empeño en que el disco dejara huella.