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domingo, 10 de julio de 2022

Gavin Friday: Shag Tobacco


Año de publicación: 1995

Valoración: casi imprescindible

Reanudamos el recorrido del blog con lo que intentará ser una serie cronológica que nos acerque a la actualidad. Cuestiones diversas nos han llevado a un relativo parón y esto tiene que reprenderse de alguna manera. Shag Tobacco es un disco idóneo y se trata de esos trabajos que uno no deja de escuchar aunque ya haya cumplido con la tarea de reseñarlo. No siempre sucede así. Quiero decir, es una música que se resiste a abandonar al oyente, que permanece en el cerebro y se echa de menos. Parte de la culpa la tiene su escasa inmediatez, esa cualidad que hace que penetre de forma lenta y paulatina y se aposente en sus detalles.

Buena parte de ello cabe achacarlo a la producción precisa y milimétrica cortesía de Tim Simenon, responsable del sonido de discos como Raw Like Sushi y miembro ocasional de una hipotética generación de transición entre el hip hop y el trip hop. Simenon demuestra eclecticismo y adaptación al material de Gavin Friday - músico procedente de la escena after-punk - y sus detalles afloran por doquier ya sea en forma de oportunas pedorretas electrónicas o de inclusión de instrumentos aparentemente anacrónicos (acordeones, violines) sin que en ningún momento resulten discordantes.

Claro que difícil es parecer discordante entre tanta variedad de estilos, y aunque el entorno dominante pudiera ser el downtempo con aportaciones vocales - esto son canciones - el alarde de creatividad de Friday da para mucho, desde el glam-rock (incluida versión de T.Rex) hasta detalles electro-pop e incluso con aires cabareteros, que afloran por otras partes a lo largo de doce canciones, en un brillante tracklist que contribuye (cualidad que suele loarse en los discos) a que todos los temas acaben convirtiéndose en algún momento en el favorito de uno.

Shag Tobacco, la canción, marca el tiempo: los efectos, las texturas de los sintetizadores, ceden ante los golpetazos de ritmo que le aportan un aire de marcialidad, pero que es idónea como apertura. Desde ahí tenemos los aires ligeramente alienados de Caruso, cuya versión en vivo ya muestra lo teatral que puede ser Friday, siempre bordeando la sensación bombástica (ese discurso entre su voz tratada y su voz normal) pero saliendo adelante. Porque también hay que hacer hincapié en que la cuestión vocal es brillante aquí: con aires de Bowie en Mr. Pussy, otra brillante canción apartada de los cánones de toda época y estilo, pero combinando falsete e inflexión pop en You, me & World War Three, donde parece jugar a ser Billy McKenzie y acaba entregando el hit que hubiera dignificado toda la carrera de ABC post Lexicon of Love. Dolls regresa al juego de voces y amaga un conato de dureza, pero se regresa a los matices en las cuatro canciones finales: The Last Song I'll Ever Sing podría representar una especie de colofón que aún cuenta un plus adicional: los aires ligeramente perversos de Le roi d'amour aportan cierre a un disco (a ver si acabo borrando ese "casi") que representa un colosal descubrimiento, aunque sean 27 años tarde (y por una reseña de un disco de Depeche Mode, por cierto).

domingo, 23 de agosto de 2020

U2: Achtung Baby


Año de publicación: 1991
Valoración: bastante recomendable

Desde el momento en que la portada muestra dieciséis imágenes (muchas en grano grueso de alto contraste, marca de la casa del por aquel entonces omnipresente fotógrafo Anton Corbijn) en vez de impactantes únicas fotos de tonos grandiclocuentes, U2 ya ponía de manifiesto sus intenciones respecto a la continuación de su - empecemos discusión, va - ampuloso y sobrevalorado previo álbum en estudio, The Joshua Tree: cortar esa progresión que los había convertido en una banda predecible, ñoña, más enfocada en lo espiritual que en lo sonoro, más obispos que sacerdotes de a pie.
Eso, y, supongo, ver todo lo que había sucedido en esos cuatro años, ver cómo otras bandas con puntos de partida similares a ellos, es decir, ramificaciones del after punk que habían perdido conciencia de sus orígenes y habían optado por crear su propio sonido, llegaban, aunque fuera un espejismo, a lugares más inhóspitos: U2 se habían convertido en una banda para ceremonias más que para experiencias. Madchester había sucedido, y mientras, por ejemplo, los Happy Mondays habían descubierto los sintetizadores, los bajos funk y las drogas, U2 parecían ir a aparecer con una ramita de olivo entre los dientes.
Así que el ejército de asesores se pone en marcha y sus productores (Brian Eno al frente) abanderan su cambio de sonido que se materializa (previas tímidas pistas anteriores) en aridez, saturación, contundencia, riesgo (no mucho), ligera búsqueda de complejidad compositiva, aquí no hay algo tan simple como I still haven't found what I'm looking for sino bongos, congas. guitarras efervescentes entrando ligeramente a destiempo, veladuras de teclados, ¿dije bongos y congas?, voces tratadas, mensajes carnales, guitarras, otra vez, tratadas por toneladas de pedales, guitarras que hacen solos que son melodías dentro de las canciones, en fin, U2 hacen su mejor disco y supongo que pagan con gusto el perder algunos de los seguidores captados con The Joshua Tree aunque sea a costa de que cierto público considere este Achtung Baby como su gran disco, aquel que marca el zénit a partir del cual, casi tres décadas más tarde, la banda siga descendiendo cualitativamente, llegando al punto de regalar sus discos. Y aunque haya que reconocer su influencia, igual que ellos fueron inspirados por Echo and The Bunnymen o los primeros Simple Minds, hay que encuadrar a sus seguidores tanto a Travis como a los nauseabundos Coldplay, los timoratos Keane o algunos de los primeros titubeos de Radiohead, he de decir que volver a oír este disco (salvo audiciones inconscientes, las tres o cuatro veces que lo he oído en estos días han sido las primeras en veinte años) me ha dejado particularmente frío. Así que diría; escuchad el disco, pensad en que algunas canciones están situadas para no dar la espalda de todo a sus fans, con One o Who's Gonna Ride Your Wild Horses (esta última realmente muy floja) y que otras, básicamente las que llevan congas, como Until The End Of The World o Mysterious Ways, son las que arrastran el peso y asumen la responsabilidad de ese cambio, ese loable rompimiento con su sonido anterior que, al final, antes de que Bono decidiera ser un líder social, les va a salvar a la hora de valorar su obra para la historia.

domingo, 7 de junio de 2020

Fontaines D. C.: Dogrel

Año de publicación: 2019
Valoración: Muy recomendable

Ya sé que (casi) todos vamos teniendo una edad, pero, qué demonios, hay que dejarse de viejuneces: el rock no murió cuando los .......... (ponga su grupo favorito sobre la línea de puntos) se separaron ni el punk es una estética vintage a base de pantalones rotos e imperdibles que rescatan cada cierto tiempo los estilistas de las grandes cadenas de ropa.  La prueba de que la energía de toda esa música sigue viva y que aún impulsa a algunos chavales a agarrar sus guitarras, bajo, batería -formación clásica- para lanzarse a atronar al mundo con canciones de pocos minutos y mucho nervio que expresen su inquietud, si no insatisfacción, juvenil; la prueba, digo, la tenemos en los irlandeses Fontaines D. C., banda de ¿punk-rock? ¿Pop-rock, punk-pop? lo que sea... surgida anteayer mismo y que el año pasado, aquel añorado (?) 2019 pre-pandemia, nos soltaron en los morros este adrenalínico disco titulado Dogrel, como, al parecer, se llama a ciertas composiciones poéticas populares y poco reconocidas literariamente (es decir, cosa de borrachos), típicas de Irlanda.

Nada de bucólica música "celta", por otro lado; que nadie espere encontrar aquí ecos de The Chieftains, The Dubliners y demás... En todo caso, de los no menos recomendables The Pogues (que merecerían también una reseña, qué carajo): el disco se cierra con una canción que bien podría haber encajado en cualquiera de los de la banda de Shane McGowan y compañía: Dublin City Sky. El resto de canciones, salvo alguna más lenta y un pelín moñas -Roy'sTun- están engendradas  a base de inexorable guitarreo, ritmo obsesivo, distorsión melódica y disonancia repetitiva. para entendernos: lo que hacen es retomar el concepto básico del pop-rock desde los años 60 -canciones cortas y proteínicas, urgencia expresiva- y deconstruirlo meticulosamente al tiempo que entroncan con toda una corriente de la música ¿pop? ¿rock? británica que va, por ejemplo, desde The Kinks al sonido Manchester, en la circense Sha Sha Sha. De la energía punk (más The Clash y Ramones que Sex Pistols) de Chequeless Reckless y Big -una canción también con un toque "pogue", al menos en su letra, sobre las aspiraciones de un niño dublinés-, al aire garajero de Television Screens o más after-punk de The Lotts (lo que no significa que suenen como Joy Division, aunque es cierto que la forma de cantar entre obsesiva y monótona de  Grian Chatten puede recordar algo a la de Ian Curtis...). Por último, creo percibir una cierta influencia de la música electrónica (sin que se utilice un solo sintetizador, por suerte) en la repetición un tanto alenante o incluso psicótica de Too Real y Hurricane Laughter, dos de los mejores temas. E incluso, aunque es una canción, más rockera, en la más comercial del álbum, Boys in the Better Land.

Y luego están sus letras modeladas a base de un oscuro lirismo, incluso enigmático, de una poética de la sordidez y del desengaño tras el sueño del "tigre celta" y que enlaza tan bien con la gloriosa tradición literaria de su país, de Joyce a Yeats o Healey...(de hecho, parece ser que lo que reunió en un principio a los componentes de esta banda fue su afición por la poesía, más que por la música).

None can pull the passion loose from youth ungrateful hands
As it stands, I'm about to make a lot of money
Gold harps in the pan

entonan en Too Real. Y enBoys in the Better Land:

You're not alive until you start kicking
When the room is spinning and the words ain't sticking
And the radio is all about a runaway model
With a face like sin and a heart like a James Joyce novel...


El rock´n´roll no está muerto, sin duda. Y no lo estará mientras estos chavales sigan metiendo ruido con sus guitarras, sigan haciendo canciones perturbadoras y vitales, y sigan fieles a sí mismos, al estilo de uno de los grupos más estimulantes del apnorama musical actual. Por lo que parece por su último single, A Hero's Death supongo que un adelanto de un próximo álbum, ese punto no parece que lo hayan perdido. Y que dure...

domingo, 23 de julio de 2017

U2: The Joshua Tree

Año de publicación: 1987
Valoración: muy recomendable

Andaba yo en mis épocas de descubrimiento del mundo musical (sigo en ello, muchos años después porque esto nunca acaba, y que dure); esas épocas en las que despuntaba George Michael con «Faith» (¡cómo echo de menos su voz!), Bruce Springsteen (uno de mis favoritos) con «Tunnel of love», Michael Jackson con «Bad» (¡qué decir de él, un genio...!); eran tiempos de grandes estrellas solistas, pero también de grandes grupos. Ese mismo año, en 1987, entre tal elenco estelar, también U2 se lanza a alcanzar el estrellato, y saca «The Joshua Tree». El disco irrumpe con fuerza, con tres canciones iniciales a cuál mejor, convertidas en hits desde el primer momento. Eran los inicios de 1987, y el disco marcaría un punto de inflexión en su carrera.

Siguiendo la evolución de sus últimos discos, con «The Joshua Tree» U2 deja ligeramente de lado el sonido metálico y con influencias post-punk que había en «War» y perfeccionan el sonido y la calidez, como ya habían empezado a hacer en «The Unforgettable Fire».  De esta manera, aunque mantienen la continuidad estilística desde que empezaron, consiguen un sonido más uniforme, más redondo y, probablemente, más abierto a todo tipo de público. Fuese buscado el efecto o no, el disco obtuvo rápidamente sus frutos y se convirtió en el primer álbum del grupo en alcanzar el número 1 en Estados Unidos. Es lógico el resultado conseguido, ya que, aparte de «Where the streets have no name», «I still haven't found what I'm looking for» y «With or without you», el álbum tiene otras joyas que el éxito de las tres anteriores eclipsa parcialmente: «Running to stand still», gran canción donde se trata el tema de la pobreza y la droga, y «Bullet in The Blue Sky», donde se denuncia la actitud de las grandes potencias promoviendo guerras en países del tercer mundo. El espíritu reivindicativo de U2 viene de lejos.

Sin duda, un gran álbum de U2. Luego, una vez alcanzado el éxito mundial, vendrían otros álbumes donde, en lugar de encasillarse en un estilo ya seguro, arriesgaron con otros estilos en discos como «Zooropa» o «Achtung Baby». Siguen probando, siguen buscando, siguen intentando reinventarse, pero mientras lo hagan con el nivel al que nos tienen acostumbrados, pueden seguir probando y arriesgando cuanto deseen.

Hablamos por tanto de un gran disco, que cumple justamente treinta años. Y precisamente para celebrar el trigésimo cumpleaños de su publicación, U2 ha decidido realizar una gira mundial dedicado a él, donde lo reproducen de principio a fin. Y sí, tuve la suerte de poder asistir al concierto en Barcelona, después de algunas colas (virtuales) para conseguir entrada, y otras humanas para acceder. Pero ahí estuve, y aquí va mi crónica.

Estadi Olímpic Lluís Companys (Barcelona). 26 grados a la hora del concierto, una humedad elevada (como suele ocurrir en Barcelona), y 55.000 almas esperando la aparición del grupo. Escenario sobrio, pantalla completamente negra (a excepción de mensajes reivindicativos, que aparecían a modo de columna en un lateral). El único aspecto que nos daba pistas de que se trataba de U2 y no de otro grupo, era la silueta del árbol que da nombre al disco, en un lugar cercano al centro de la pantalla y sobresaliendo por encima. Nada más. Y con esta sobriedad escénica, salen los cuatro integrantes del grupo: Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen Jr., los mismos miembros que formaron el grupo y que han seguido juntos en esta aventura desde el primer día.

U2 se presenta al escenario con pocos alardes; suena potente la batería de Larry Mullen Jr. en los primeros compases de «Sunday Bloody Sunday». Seguirán «New Year's Day», «Bad» y «Pride». El grupo funciona a la perfección, tocando casi en la intimidad, sin ostentaciones escénicas; únicamente los focos que acompañan al cuarteto. Bono saluda al público y destaca la belleza de la ciudad y el clima. Mientras, la pantalla sigue completamente negra. Las únicas pantallas encendidas que uno ve son las de los móviles de los asistentes, que luchan con los brazos extendidos por filmar (ya no fotografiar, ¡sino filmar!) las primeras notas del grupo; me podría explayar sobre donde va la sociedad al preferir grabar algo para verlo después, cuando lo puedes estar viendo y disfrutando en vivo, pero eso sería otro debate. Sigamos.

Bono situado en un lado del escenario durante las primeras canciones, ritmo calmado, casi no parecen U2 (aún recuerdo el espectáculo visual, magnífico, de su «360º Tour»). Finalmente, el grupo se reagrupa, se sitúa al lado de Larry Mullen Jr. y suenan las primeras notas de «Where the streets have no name». En ese momento, U2 va con todo: se enciende por primera vez la pantalla, 61x14metros de sus 8k de alta resolución, y nos muestra la belleza del desierto de The Death Valley y Zabriskie Point. El grupo se sitúa en torno al batería, y como si de una travesía se tratara, la escenografía simula que emprendemos un viaje en coche con ellos, con la música a todo volumen y el escenario «avanzando» por la carretera en el desierto que nos lleva a «The Joshua Tree». El público, eufórico, cantando y bailando. Y de igual manera con que el mundo se abría a nuestros ojos mientras recorríamos el valle, U2 nos abría los puntos más recónditos de nuestra memoria para recordarnos sensaciones que hace años ya nos despertaron con la publicación del disco. A partir de ahí, las canciones de «The Joshua Tree» siguen a los hits iniciales hasta llegar a los momentos de denuncia habituales de la mano del Bono activista. Un vídeo ridiculizando a Trump se proyecta en la pantalla, hablando sobre el muro que quiere construir en la frontera mexicana, y con el soporte de los efectos visuales aparece un Bono histriónico, espectral, fantasmagórico, dedicando a Trump la canción «Exit» (canción que escribió intentando hacerlo desde la mente de un asesino). Sigue el concierto, completando en esa parte central el playlist entero de «The Joshua Tree», con la máquina musical perfectamente engrasada; los años que hace que tocan juntos los convierten en prácticamente un único instrumento con diferentes sonoridades.  

Se añade algún momento nostálgico como cuando aprovechan una pausa entre canciones encadenadas para recordar la figura de David Bowie, gran amigo suyo, a la vez que comentan que han aprovechado el concierto de Barcelona para ir a ver «David Bowie Is», muestra itinerante con más de trescientos objetos relacionados con el genio musical, que actualmente se expone, hasta finales de septiembre de este año, en el Museu del Disseny de Barcelona. El recuerdo a Bowie aparecería un par de veces más, con algunas notas de «Heroes» y «Rebel Rebel».

Ya en el tramo final del concierto, aparece en pantalla un vídeo con las ruinas de Jordania, causadas por la masacre perpetrada tras años de guerra. En medio, una joven de quince años reclamando un futuro para ella y los suyos. Momento muy emotivo, que provoca un alto en el camino, un aterrizaje forzoso que nos devuelve a la realidad, y unas imágenes que enlazan con la canción «Miss Sarajevo», reconvertida en esta ocasión para otro acto de denuncia. La canción finaliza con un agradecimiento repetido a Barcelona, «ciudad de acogida y de integración de culturas». Ahí Bono se gana al público, una vez más. Y siguen las proclamas, con una protesta hacia las desigualdades sociales, reivindicando los derechos de las mujeres; mientras, en la pantalla aparece el mensaje de «History» convirtiéndose en «Herstory» y el texto deja paso a una sucesión de imágenes de mujeres que han conseguido grandes logros, y que luchan por la igualdad de los derechos. Ahí vemos a Marie Curie, Pussy Riot, Grace Jones, Patti Smith, pero también Lena Dunham o Emma Watson. La sucesión de imágenes termina con un aplauso de los asistentes, sincero, emotivo, al que sigue la canción «Ultra Violet (Light my way)».

Todo encaja, todo está perfectamente equilibrado. U2 se retiran brevemente para dar paso a los bises, y el público lo agradece cuando vuelven, cantando a pleno pulmón «Beautiful Day», «Elevation» y especialmente «Vértigo» (puede que la más aplaudida por el público) y, como no, «One», donde Bono aprovecha para pedir que nos unamos en la lucha contra las desigualdades, recordando que conseguir grandes cambios está en nuestras manos, en el poder de las masas y que depende de nosotros. Finalmente, el concierto termina con una canción del que será su nuevo disco que, por lo que pudimos oir, mantiene el alto nivel al que nos tienen acostumbrados.

U2 empezó el concierto sobrio, casi sin querer hacer ruido, dejando el peso en la calidad del propio disco y con un formato sin excesos, como si quisieran viajar en el tiempo y volver treinta años atrás, pero aprovechando la tecnología actual. Y consiguieron su propósito. Después de dos horas de concierto, ellos se retiran mientras el recuerdo de lo vivido permanece en nosotros. Pueden volver cuando quieran, estaremos esperando su vuelta en lo que será, seguro, otro «Beautiful day».