Valoración: casi imprescindible
Reanudamos el recorrido del blog con lo que intentará ser una serie cronológica que nos acerque a la actualidad. Cuestiones diversas nos han llevado a un relativo parón y esto tiene que reprenderse de alguna manera. Shag Tobacco es un disco idóneo y se trata de esos trabajos que uno no deja de escuchar aunque ya haya cumplido con la tarea de reseñarlo. No siempre sucede así. Quiero decir, es una música que se resiste a abandonar al oyente, que permanece en el cerebro y se echa de menos. Parte de la culpa la tiene su escasa inmediatez, esa cualidad que hace que penetre de forma lenta y paulatina y se aposente en sus detalles.
Buena parte de ello cabe achacarlo a la producción precisa y milimétrica cortesía de Tim Simenon, responsable del sonido de discos como Raw Like Sushi y miembro ocasional de una hipotética generación de transición entre el hip hop y el trip hop. Simenon demuestra eclecticismo y adaptación al material de Gavin Friday - músico procedente de la escena after-punk - y sus detalles afloran por doquier ya sea en forma de oportunas pedorretas electrónicas o de inclusión de instrumentos aparentemente anacrónicos (acordeones, violines) sin que en ningún momento resulten discordantes.
Claro que difícil es parecer discordante entre tanta variedad de estilos, y aunque el entorno dominante pudiera ser el downtempo con aportaciones vocales - esto son canciones - el alarde de creatividad de Friday da para mucho, desde el glam-rock (incluida versión de T.Rex) hasta detalles electro-pop e incluso con aires cabareteros, que afloran por otras partes a lo largo de doce canciones, en un brillante tracklist que contribuye (cualidad que suele loarse en los discos) a que todos los temas acaben convirtiéndose en algún momento en el favorito de uno.
Shag Tobacco, la canción, marca el tiempo: los efectos, las texturas de los sintetizadores, ceden ante los golpetazos de ritmo que le aportan un aire de marcialidad, pero que es idónea como apertura. Desde ahí tenemos los aires ligeramente alienados de Caruso, cuya versión en vivo ya muestra lo teatral que puede ser Friday, siempre bordeando la sensación bombástica (ese discurso entre su voz tratada y su voz normal) pero saliendo adelante. Porque también hay que hacer hincapié en que la cuestión vocal es brillante aquí: con aires de Bowie en Mr. Pussy, otra brillante canción apartada de los cánones de toda época y estilo, pero combinando falsete e inflexión pop en You, me & World War Three, donde parece jugar a ser Billy McKenzie y acaba entregando el hit que hubiera dignificado toda la carrera de ABC post Lexicon of Love. Dolls regresa al juego de voces y amaga un conato de dureza, pero se regresa a los matices en las cuatro canciones finales: The Last Song I'll Ever Sing podría representar una especie de colofón que aún cuenta un plus adicional: los aires ligeramente perversos de Le roi d'amour aportan cierre a un disco (a ver si acabo borrando ese "casi") que representa un colosal descubrimiento, aunque sean 27 años tarde (y por una reseña de un disco de Depeche Mode, por cierto).
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