domingo, 27 de febrero de 2022

FKA Twigs: Caprisongs



Año de publicación:
2022

Valoración: muy recomendable

FKA Twigs postró el universo a sus pies con Magdalene: un segundo disco dolido y doliente, un abrasivo experimento en que la música desprendía exactamente la sensación que sus letras emanaban, como un exorcismo de la artista británica donde ajustaba cuentas sobre sus tortuosas relaciones. 

Obviamente, un disco tan brillante que es difícil de suceder. Quizás por eso este CapriSongs se publica bajo el formato y la secuencia de una mixtape, efecto que, sin despojarlo de su condición de disco largo, sí que atenúa algo la expectativa y aporta a la artista un marco de libertad temática. Es un disco, pero puede respirar y ser fresco, y esa desinhibición no solo consiste en los interludios y los ruiditos entre tracks. La portada muestra una foto de la artista con la ciudad al fondo. No una imagen modificada o distorsionada. Tampoco un gesto procaz al uso. En este sentido FKA Twigs se aleja también de ese pesado yugo del experimentalismo per se, no creo que quiera ser ni la nueva Bjork, pero la poderosa personalidad de FKA Twigs también la aleja de estrellas mainstream como, por ejemplo, Beyoncé. Y CapriSongs resulta ser un magnífico muestrario de sus capacidades, para el que se ha rodeado de un arsenal de ayudantes (colaboraciones y productores, de estos últimos a decenas) aunque el efecto sea curioso: ninguna de estas canciones suena abigarrada, y cada nota, cada frase, cada ruido está en su sitio. Incluso las discordancias encajan a la perfección. Es un disco con aspectos inmediatos y asequibles pero también crece con las escuchas, y desde luego su concepción de escucha está adaptada a los tiempos que corren: la experiencia con auriculares es realmente sobresaliente.

No faltan las baladas ligeramente torturadas: meta angel hubiera encajado en Magdalene sin problemas: en general las canciones son más cortas y buscan esa sensación de evitar castigar al oyente: el álbuma ha arrancado con ride the dragon, que puede parecer un apunte o incluso un sampler de lo que se avecina. Tears In The Club cambia el tono y es un guiño al mainstream imperante ni que sea por la intervención de The Weeknd. Aquí el sonido es voluptuoso y casi abrumador. oh my love  o lightbeamers no llegan para acaparar, con sus aires downtempo, el tono del disco, que sigue con aires casi festivos: papi bones es puro dancehall desvergonzado y la luz (aunque sea de neón) entra a raudales, y FKA Twigs no tiene reparo alguno en tentar al hit veraniego (paso de baile incorporado) con la inmediata y gloriosa jealousy, poderoso bajo que retumba sin pudor ni vergüenza. Y podría destacarse mucho más de este disco. Una gloriosa reivindicación que conjuga accesibilidad y busca de la innovación, a la que no es ajena la intervención del, insisto, nutrido equipo de productores: Arca repite e irrumpe El Guincho, cuyo prestigio global (tras lo de Rosalía) es merecido y creciente. Si lees habitualmente este blog, ya sabes lo que pensamos. Pero perderse CapriSongs por cualquier tapujo o preconcepción es, simplemente, una estupidez.

domingo, 20 de febrero de 2022

C Tangana: Sobremesa

Año de publicación: 2022

Valoración: muy recomendable (aunque complementario)

Algunos matices acerca de Sobremesa.

Aunque se está presentando como un "nuevo disco" y, por ejemplo, aporta nueva portada, me temo que no lo es en el sentido estricto del término. Si bien una de las cuestiones que pondría en duda tal afirmación (el hecho de que mucho de su material ya estaba disponible anteriormente) también hubiera invalidado El Madrileño como tal, y eso sí que no. También aporta esa sensación el hecho de que el disco parece que se comercializa junto al disco inicial como una especie de continuidad, que eso sí que suena muy coherente, aunque he de agradecerle ciertas cosas al Puchito, aparte de las que pueda agradecerle su compañía si, con este proceder, hurga aún más en los bolsillos de algún despistado.

Puestos a agradecer, y en tal caso, lo hago por tres motivos: consigue que el disco acabe con algo mejor que la indigna y sobrecalentada Hong Kong, aporta alguna justicia poética al acreditar a New Order gracias a la magistral aportación en la versión en vivo de Los tontos, y plantea cierta respuesta a los críticos que le echaron en cara la ausencia de colaboraciones femeninas en El Madrileño. 

Las dudas, entonces, de la justificación del proyecto, quedan despejadas: La Culpa es rumba taleguera de voz acazallada, estribillo inmediato aunque pegajoso, y video afortunado a pesar de la sospechosa presencia de Omar Montes; en Ateo , con escándalo incorporado, empieza a equilibrar cuota con una ¿bachata? a dúo con la simpar Nathy Peluso, curiosamente algo relegada, pero con tiempo para aportar esa dicción de sílaba masticada, como presentando su candidatura a ser (tras Rosalía y Tangana) la siguiente aportación de bulto de los géneros urbanos al imaginario popular. El disco sigue mostrando material conocido, particularmente me ha parecido algo rácano el no aportar versión de estudio para Me maten y limitarse a publicar la versión ya conocida, la del glorioso Tiny Desk, ha tenido muy buen criterio al recuperar e integrar la primera versión de Un Veneno por lo que representa como primer punto de la reinvención del artista como multigénero y también en darle un colofón más digno con una declaración modesta de amor latino en Para Repartir, tema de hace dos años en el que el músico ya apuntaba su interés por ese glorioso, a tenor de los resultados, camino entre la nostalgia, la mezcla de elementos dispares y la innovación que representaba El Madrileño, y si esto es una jugada comercial o una oportuna extensión del alcance del disco, si ello hace que los reticentes (ese oscuro e inamovible grupo de gente que alardea de no haber oído jamás al tío este) comprendan y disfruten este - ahora ampliado - magnífico disco, pues hay que recomendarlo, otra vez (Iván Repila ya lo hizo aquí antes que yo: gracias).

domingo, 13 de febrero de 2022

Depeche Mode: Black Celebration

Año de publicación: 1986

Valoración: muy recomendable

Casi 36 años, aún suena fresco y audaz. Sin la inmediatez de Music for the masses ni la perfección canónica de Violator y con la inclusión de alguna canción que parece sobrar (nunca he acabado de entender el cierre con New dress, que me parece disonante y no solo por su mención a Lady Di), este disco marca el principio de la trilogía dorada de la banda. Su quinto disco, precedido por cuatro LPs notables, todos ellos incluyendo magníficos singles - sus recopilaciones de ese período son ejemplares como muestras de la evolución de un sonido - pero aún no, ahora sí, obras capitales en su conjunto.

Pero lo cierto es que muy pocas bandas pueden mostrar una trayectoria coherente y creciente hasta un séptimo disco como los de Basildon. Con el mérito añadido de haber superado el temprano abandono de uno de sus líderes, Vince Clarke (quizás algún día reseñemos a Erasure aquí), pero demostrando una evolución que no solo daría para mostrar sus influencias sino casi para ejemplificar el rumbo de la electrónica pre-acid, un camino desde el synth-pop con acné hasta los ritmos solemnes de su época berlinesa o los ásperos conatos industriales de su anterior disco, Some great reward. Ni un disco despreciable, todos ellos aportando material consistente a un catálogo que nutría y aportaba versatilidad a sus directos. En 1986, Depeche Mode había experimentado la mutación que otras bandas (The Cure, New Order o The Smiths) estaban completando, desde los diferentes polos del universo alternativo, hacia algo más gigantesco y nebuloso: ya eran rock-stars. Poco importaba que no tuvieran una configuración al uso. Los contados instrumentos no electrónicos eran un mero contrapunto de su material, que seguía siendo básicamente pop sintetizado, y que había ido añadiendo texturas, que en Black Celebration empiezan a revelarse en toda su riqueza, mostrando tanto su permeabilidad (el disco combina influencias de proyectos tan heterogéneos como Kraftwerk o The Cure) como proyectando sus resultados hacia otros estilos. No solo porque los miembros de la banda lucieran melenas, cuero y tatuajes (que sustituían a los cardigan de sus inicios) sino porque el mensaje de la banda ya era hermético y polifacético.  

Desde el fastuoso arranque del disco, nada mejor que abrirlo estableciendo el tono con la canción que le da titulo, solemne y épica, alejada de lo comercial y con una oscuridad inherente, hay un camino por recorrer. Canciones casi a capella como Sometimes o It Doesn't Matter Two, que hubieran encajado mal en trabajos previos, aquí tienen plena justificación desde la declaración estética del disco. Los singles son menos obvios, con la excepción de A Question Of Time, lo más cercano que hasta entonces la banda había estado de crear un riff alternan con magníficos temas de complemento condenados a la veneración por el fan irredento Here Is The House, con sus cambios de ritmo y su rica estructura melódica, el conjunto es a la vez variado en su sonoridad y cohesionado en su intención. Como suele suceder con los pasos arriesgados de las bandas consolidadas, el disco representó un relativo retroceso comercial, pero fue reconocido a posteriori como lo que fue: una inyección de confianza artística en la banda antes de afrontar sus dos siguientes discos, dos obras maestras indiscutibles un pequeño escalón por encima de este, pero inconcebibles si este disco no hubiera plantado ciertas semillas.

domingo, 6 de febrero de 2022

Tom Waits & Crystal Gayle: One From the Heart, OST


Año de publicación: 1982

Valoración: muy recomendable

Funny facts (o no tanto): el estrepitoso fracaso en taquilla de One from the heart - la película - hundió a la productora de Francis Ford Coppola hasta llevarla a la bancarrota. No sé si la eterna y merecida veneración por The Godfather le ha aliviado tan tensa situación.

Claro que el hombre no reparó en gastos y alguno de esos fajos de billetes fueron al bolsillo de Tom Waits, en el momento artista de culto y elevado aquí a protagonista con sus composiciones en lo que es un magnífico score original en el que Tom Waits parece cantar al estilo clásico, al menos más de lo que se esperaría de él, aquí Waits simplemente parece un crooner que ha pasado una mala noche y ha hecho gárgaras con claras de huevo unas horas antes de grabar. 

Material primoroso, de aires nocturnos como la película a la que presta respaldo, marcado, cómo no, por el despliegue de medios de producción. Instrumentales inspirados, baladas torturadas a las que Crystal Gayle, cantante de country, aporta contrapartida dulce y modulada, una tonalidad muy de la época aunque no exactamente discordante (para nada es Céline Dion, por ejemplo) pero que en todo caso se solidifica en canciones disfrazadas de clásicos desde sus primeros compases y, como la película dentro de la filmografía de Coppola, relegada a menudo cuando se contempla en su conjunto la obra del músico estadounidense. En su caso, se encuadra en el período intermedio entre su etapa de pianista de bar devastado por el bourbon (Blue Valentine) y su trasvase a las calles encumbrado en Swordishtrombones, justo a medida que estrellas del rock fueron apuntando su nombre como influencia. Y Waits se entrega con confianza e incluso modestia, su música siempre ha sido más narrativa en tercera que en primera persona.