domingo, 30 de mayo de 2021

Throbbing Gristle: 20 Jazz Funk Greats

 

Año de publicación: 1979

Valoración: casi imprescindible

Prácticamente todo lo que figura en la portada de este disco es un engaño. No hay veinte canciones ni jazz ni funk. Hasta la idílica imagen de la portada (los componentes del grupo posando en un paisaje costero) esconde algo turbio: el emplazamiento es uno de los lugares favoritos de los suicidas del Reino Unido. 

Pero al margen de esa cuestión, hay que situar la historia de la banda en su contexto. Procedentes de proyectos alternativos especializados en happening y performances no siempre relacionados con el entorno musical, con la inclusión de parafernalia abigarrada que incluía sexo explícito como el más suave de los complementos, desde los últimos 60 el colectivo va tomando forma y se constituye en proyecto musical bajo unas premisas defendidas con vehemencia en este video por uno de sus fundadores, el fallecido Genesis P. Orridge. Coherencia absoluta en sus planteamientos, llevada al extremo en los directos de la banda (fruto de absoluta devoción por sus seguidores) aunque su disco más célebre, este 20 Jazz Funk Greats resulta curiosamente accesible como presentación. 

Porque hay que recordar el año de grabación: 1979. Son once, no veinte, las canciones, y en muchas de ellas podemos contemplar su estratosférica influencia en las corrientes posteriores. Tras el tema que da título al disco (una relajada pieza dominada por una caja de ritmos y algo asimilable como solos de viento sintetizado, algo reminiscentes de Chet Baker o Miles Davis), Beachy Head, que toma su título del enclave de la portada, o Exotica parecen anticipar toda la producción "relajada" de Aphex Twin o Autechre... unos quince años antes. Junto a Tanith, delicada pieza de resonancias lounge, el aspecto más reposado del disco queda cubierto, sin apenas intervenciones vocales, pero siempre alejado de planteamientos tanto de virtuosismo instrumental como de nada que se asemeje a un tufillo pop. En el otro extremo, la coexistencia temporal con Kraftwerk queda reflejada en otros temas: Still Walking suena de deconstrucción de Trans Europe Express Walkabout tiene innegable deuda sonora con la producción más europea de la banda alemana. Pero las piezas abrasivas se reservan su espacio. Six Six Sixties, con su declamación deudora de las de Lou Reed para Velvet Underground, satura guitarras como solo el shoegazing haría más tarde. What a day anticipa los discos más extremos de The Knife y Persuasion,  falsa balada, inquieta y perturba a partes iguales: fascinante que Billie Ray Martin, cantante de Electribe 101, arrancara algo de melodía y estructura en su cover. Y Hot on heels of love es techno en ese momento, ya, una década antes de Detroit.

E insisto: 1979. Las carreras de Depeche Mode, Cabaret Voltaire, incluso grupos casi risibles como Rammstein o Nine Inch Nails, le deben a Throbbing Gristle y este o sus otros discos. El uso desacomplejado de grabaciones, de fragmentos no estrictamente musicales (golpes, ritmos maquinales, sonidos importados de la vida cotidiana) instaurado en su obra está por doquier en las producciones musicales de todo tipo, enrareciéndolas o enriqueciéndolas ¿Gente aparentemente poco recomendable que acabó siendo pionera? Seguro. Pero artistas convencidos de estar haciendo lo correcto, en todo momento.



domingo, 23 de mayo de 2021

Prince: Sign O' the times

Año de publicación: 1987

Valoración: muy recomendable

Curioso que, incluso en 2017, año de puesta en marcha de este blog, a pocos meses de su fallecimiento, hubiera resultado oportuno, pero he tardado casi 4 años y medio en reseñar un disco del músico de Minneapolis, aún reconociendo que prácticamente tengo toda su discografía de su "época dorada" - dejé de comprar sus discos tras el decepcionante Come, sobre el año 94 o así, momento en que dije "basta" como muchos solemos hacer cuando músicos que hemos admirado publican discos, nos damos cuenta de que apenas escuchamos el anterior, y dejamos de pasar por taquilla.

Pero Sign O' the times se inscribe en esa época, es un álbum doble y contiene una de las canciones más emblemáticas (inicia y da título al álbum, cuestión que condiciona enormemente la escucha, como si todo fuera a hacer bajada) de su carrera, no solo por su austero esqueleto sonoro sino por la mera trascendencia de su letra, canción que habla de los tiempos del SIDA, de las bandas callejeras, de las drogas, casi casi un emblema de esa angustia de final de siglo resumida en cinco minutos inmejorables. Y es que Prince siempre me pareció un artista de singles perfectos y de álbumes no tan perfectos. No por culpa de su talento, que muchos se han proclamado estrellas del pop antes que él y ahí lo tenemos, prácticamente haciéndose el álbum él solito, componiendo, cantando, asumiendo instrumentos, arreglos, producción (mucho antes de los tiempos de las colaboraciones que anegan actualmente cualquier disco). Pero esa ambición empujaba a Prince a abarcarlo todo en sus discos, no había estilo que se le escapara y en el cual no fuera brillante, pero, cosas de los gustos de cada uno, el Prince más funky, el más influido por George Clinton y el p-funk, en disco resulta forzado y a veces cargante. En vivo, una maravilla (ni el horrendo sonido me impidió disfrutar su concierto hace décadas en el Palau Sant Jordi), pero en formato grabado, esas canciones tan rítmicas, tan cargadas en producción, resultan algo pesadas, como me pasa con Housequake o con la larguísima It's gonna be a beautiful night.

Pero aquí hay dieciséis canciones y hay de todo. Rock'n'roll clásico a la Springsteen en I Could Never Take The Place Of Your Man, jazz-funk de Rhodes (obvia inspiración para el Tyler The Creator de Flowerboy) en la sobria y elegante Ballad of Dorothy Parker, vertidos r'n'b  de azúcar hipersexualizados en Slow Love, mantras espirituales de cariz reflexivo en The Cross, junto a cénits creativos marca de la casa, los dos últimos minutos de It podrían ser una especie de adelanto de la oleada electrónica que (1987) apenas se vislumbraba en el horizonte, y su poderío narrativo y creatividad se desbordan en Forever in My Life y Strange relationship. Y nos olvidamos de más de uno de los numerosos singles que se extrajeron de este disco, al que solamente aleja de la consideración de obra maestra esa obsesión hiper-fecunda de Prince que le llevaba a publicar a un ritmo endiablado, resintiéndose alguno de sus discos (con frecuencia en formato de doble LP) de su necesidad de publicar, no saciada como sabemos con sus propias grabaciones, sino con constantes cesiones de material a otros artistas. Ochenta minutos de música (ajustados al límite del entonces pujante formato CD) que, convenientemente depurados, hubieran dejado un disco perfecto de 10-11 canciones, pero Prince fue un hombre de excesos y en huida permanente del confort. 

domingo, 16 de mayo de 2021

Weezer: Blue Album

Año de publicación: 1994
Valoración: Imprescindible

Más de 25 años lleva Weezer en el negocio y jamás han llegado a las cotas que alcanzaron con este primer album. Algún pildorazo, sí, alguna chispa porque la capacidad de perpetrar hits no se pierde de la noche a la mañana, pero ningún disco tan perfecto, al menos para los cánones del power-pop (o para yo le pido a un disco de power-pop), como este disco azul.

¿Y qué le pido a un disco de power-pop? Pues eso, melodías perfectas, coros "sesenteros", muchos yeah-yeah, miles de uh-oh-oh y unos cuantos sha-la-las, estribillos pegadizos, etc.  Todo eso lo hay en cantidad en este disco de 41 minutos de duración que tiene diez potenciales singles llenos de guitarras aceleradas, distorsión y armonías vocales, diez canciones en los que el amigo Rivers Cuomo parece haber encajado lo mejor del pop, del punk y del rock estadounidense de la segunda mitad del siglo XX.

Porque en el disco azul de Weezer hay toques del sónido Seattle (nadie podía escapar a eso a principios de los 90), mucho Brian Wilson, algo de punk-rock ramoniano, una pizca de rock and roll de los 50 (y no solo por el título del primer single del disco)... Vaya, lo mejor de casa mezclado, eso sí, con una habilidad y un sentido pop descomunal que hace que el disco no decaiga en ningún momento y que posea un nivel altísimo de principio a fin.

En cuanto a las letras, más allá de cierta "angustia existencial adolescente", destaca el catálogo de personajes que desfilan por las canciones de Cuomo, reflejo en gran medida de una personalidad un tanto peculiar y que en muchas ocasiones no son otra cosa que una declaración de intenciones, como cuando en "In the garage" dice...

I've got an electric guitar
I play my stupid songs
I write these stupid words
And I love every one
Waiting there for me
Yes, I do, I do

In the garage I feel safe
No one cares about my ways
In the garage where I belong
No one hears me sing this song
In the garage
In the garage

Resumiendo, el "Blue Album" es un repaso a la cultura popular americana de la segunda mitad del siglo XX, un catálogo de hits que, al menos en mi opinión, sigue siendo tan vigente, disfrutable y tarareable como hace 25 años. Y eso no es moco de pavo, oigan!  

domingo, 9 de mayo de 2021

Radiohead: The Bends

Año de publicación: 1995

Valoración: muy recomendable

The Bends es el segundo disco en formato LP de Radiohead. Entre Pablo Honey, disco del que parecen renegar, y el torbellino creativo que representa Ok Computer, a su vez preámbulo de su entrega desacomplejada al sonido experimental en Kid A. 

Queda claro, entonces, que es un disco que ya apunta algunas de las maneras, una progresión sonora y compositiva que ya es muy destacable, incluso se podría afirmar que es un disco de sonido más limpio que Ok Computer, producido con más intención radiable (la banda venía del éxito de Creep) y menos propensión a la introducción (filtros, bases) de elementos ajenos al estereotipo rockero. 

Algunos resuenan por ahí, por eso: la distorsión que presenta el trémolo de guitarra de Planet Telex supone una perfecta apertura para el disco y es una de las canciones que podría incluirse en Ok Computer. Las guitarras se saturan y la voz de Yorke suena firme y convencida, empiezan a sonar como una banda más influyente que influida aunque ciertas señales aún puedan sugerir lo contrario; los arranques de la propia The Bends o Just delatan aún rastros de shoegazing o sonido Seattle (digamos que Just "nirvanea) pero la experimentación empieza a penetrar. Nigel Godrich ya toma participación como ingeniero (luego sería productor) y algunas de sus canciones ya toman forma de himnos: Coldplay arrancó su patética carrera intentando emular High and Dry Fake Plastic Trees de forma casi obsesiva. Son estas canciones con muchas capas, casi melodías de acampada de corte reivindicativo, pero, sin la cohesión narrativa de su obra posterior, aquí hay también rock de riff tenso, cambios de ritmo, fiereza guitarrística, sutileza (sublime [Nice Dream]) contorsiones rítmicas comprimidas en cuatro minutos , en My Iron Lung, y apuntes de esa épica pre-fin de milenio que su obra posterior convertiría en un mito y en el último, prácticamente, conato de resurgimiento del rock.

domingo, 2 de mayo de 2021

Daft Punk: Discovery

Año de publicación: 2001

Valoración: muy recomendable

Doce años pasaron entre la publicación de este Discovery, disco de su consagración, y Random Access Memories, el colosal trabajo por el que se convirtieron, aún más, en un mito global. Hace unas semanas han colgado en Youtube un video llamado Epilogue que ha sido interpretado unánimemente como un comunicado de separación: Thomas Bangalter y Guy De Homem-Christo son ya personajes más anónimos de lo que sus sempiternas máscaras les hacían ser. Son el 50% del dúo francés que aportó a la electrónica una popularidad y una imagen que muchos rehuían aportar. Eran indistinguibles con sus casos relucientes y su estética sobria y si su despedida fue esa, un disco repleto de colaboraciones con personajes de diferentes rangos  (desde Chilly Gonzales a Julien Casablancas), convertido de repente en su despedida por todo lo alto, inexplicable la decisión o quizás la consecuencia de una pavorosa realidad, que es que el sucesor de ese disco lo tenía muy difícil para estar a la altura. Y ocho años ya eran una espera muy larga incluso para sus parámetros.

En 2001 la presión no era tanta: la escena techno podía estar iniciando una decadencia pero aún era efervescente. El french touch contaba con muchas figuras quizás no todas de primera línea pero desde luego de colosal reputación underground, desde Philippe Zdar hasta Etiénne de Crecy pasando por St Germain o Laurent Garnier, con sellos en racha como Versatile, Source o F Communications. Daft Punk aceptaron el cetro y Discovery representa su consagración, levanta el acta de elevación del filter house que ya había sido tanteado en proyectos paralelos, le aporta el certificado de relevancia del formato LP, y les empuja hacia la fama. Todo ello con un disco cuyo mero título ya es un juego de palabras: Discovery se llamaba un disco de la ELO, otros entusiastas del vocoder, la palabra significa descubrimiento, combina los vocablos very y disco  (ambos títulos, además de dos LPs de Pet Shop Boys, otro dúo electrónico global). Nada podía fallar. Es más: todo el material del disco contó con el soporte visual de videos manga que parecían contar una historia paralela al álbum. 

Por si había alguna duda, el disco se inicia con One More Time, hito de la carrera montado sobre la deconstrucción de un sample y la voz del fallecido Romanthony, emitiendo proclamas para solaz de la pista, canción de vocación hímnica, con su parón reflexivo intermedio y todo, que se iniciaba, cómo no, con una secuencia filtrada que va añadiendo frecuencias sonoras. Tan sencillo como eficaz, tan innovador como obvio. A pesar de un inicio tan avasallador, el disco adolece algo de falta de coherencia en lo sonoro, posiblemente por el hecho de que algunas de sus canciones sufrieron de una cierta saturación en clubes y ondas y han de alternar con números más anónimos. Daft Punk apuesta tanto por la tralla pura, con el bombo a negras, como por los matices de aire introspectivo cuando aborda canciones de aires más reposados, y esa combinación excita y desorienta al oyente a partes iguales. Al disco se le adjudicaron algunos apellidos contradictorios, tanto se le tildó de obra maestra como de entrega del grupo a cierta vulgaridad sonora y he de decir que ambas afirmaciones tienen algún motivo de ser. Pero, llamadme nostálgico por una vez, el tirón energético decanta la balanza a favor. Discovery es un disco desacomplejado, más de banlieu que de La Défense y sus canciones desprenden un hedonismo y una energía que echaremos de menos, incluso el tono nocturno y melancólico de Something About Us, con su ritmo de funk perezoso, parece reivindicar cierta intensidad. Pero incluso con excesos como Crescendolls,  sus clásicos ocultos caen uno tras otro,  Digital Love (con homenaje a Supertramp incluido en ese piano percusivo), Aerodynamic (ídem con Pink Floyd) un disco que se excede en duración, en uso del vocoder, en bpm en más de una ocasión, que apenas deja tres temas para voces reales, que te agarra (Harder Better Faster Stronger, coqueteando con el electro más descarnado ) y te suelta (Veridis Quo, disfrazados de Tangerine Dream) sin dilación ni tregua posible.