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domingo, 24 de abril de 2022

Arthur Verocai: Arthur Verocai


Año de publicación: 1972

Valoración: muy recomendable

Cincuenta años de este disco, tras el cual su autor prácticamente se esfumó del mapa, y su frescura permanece intacta. Una frescura revestida de ingenuidad si uno se fija en su precaria técnica de grabación, aquí no debe haber mucho más de cuatro pistas que suenan salvajemente en su canal, en algunos casos detalles rítmicos que parecen un poco superpuestos, pero nada desde luego que eclipse el portentoso valor de estas composiciones. 

Hablamos de música exuberante, llena de influencias y atmósferas que cambian de canción a canción, un disco que apenas dura media hora y que concentra sabores locales (sí, los fraseos de guitarra son propios de la bossa-nova, claro) pero los integra en una especie de regusto universal, celestiales composiciones junto a soberbios (aunque modestos arreglos) que mantienen la esencia del tropicalismo, pero que se yerguen orgullosos como para decir que no todo Brasil es Jobim. Y aunque su influencia se note, esas voces masculinas que suenan delicadas, pero firmes y resueltas, aún a coro, esas cuerdas y esos vientos que pueden intervenir puntualmente o adueñarse de las canciones, ese encantador aire amateur que aflora de los escasos medios pero que no puede hacer palidecer esa decena de canciones soberbias, dejadas ahí (en medio de la nada, como evoca esa portada que muestra cualquier cosa menos playa y palmeras) para que se disfruten sin pretensiones ni artificios.

Escuchad esta maravilla aquí

domingo, 29 de noviembre de 2020

Francis Albert Sinatra & Antonio Carlos Jobim

Año de publicación: 1967

Valoración: imprescindible

El simple hecho de que Frank Sinatra optara por su nombre completo, como dando un comedido paso atrás para no restar protagonismo a Tom Jobim, ya es revelador. Los dos músicos se profesaban una admiración mutua que bordeaba la veneración y cualquier atisbo de competencia que pudiera afectar al resultado de su colaboración quedaba, con este gesto, descartado. Las fechas cuadraron y los músicos pudieron abordar la grabación de lo que, no podía ser de otra manera, resulta ser un extraordinario disco, una aportación instantánea al Olimpo de la música sin adjetivos, un referente sonoro e incluso estético que se traduce en placer, en elegancia, que destila una atemporalidad impropia, un disco que ya ha cumplido medio siglo y cuyos dos protagonistas, ambos fallecidos, añadieron a su lista de magníficos hitos. 

Por supuesto, Sinatra no renunció a interpretar y hacer suyas de forma rotunda algunas de las muchas canciones de Jobim. Corcovado, Girl from Ipanema o Dindi parecen tomar un puente aéreo Rio de Janeiro-NY y se ensamblan con una perfección que deja sin respiro. El fraseo de Sinatra se incorpora como si esos clásicos se hubieran compuesto pensando también en él. Los arreglos de cuerda, la grabación donde se aprecian los dedos de Jobim acariciando la guitarra, la percusión discreta y precisa. Todo destila un porte que es a la vez añejo o clásico y descaradamente atemporal. Lejos de intentar hacer un calco de otro glorioso disco (Getz/Gilberto), Sinatra decide aportar material alejado de lo brasileiro y sorprendentemente, este resulta encajar de forma tan sublime que nos cuesta distinguirlo del aportado por Jobim. Change partners, extraído de un clásico cinematográfico de Bing Crosby, o I concentrate on you parecen haber sido arrastrados por las costas del Atlántico y desprenden la misma calidez tropical que el material al que acompañan, no desentonan en absoluto.

A ello añadamos el evidente glamour del proyecto, el aura que desprendía Sinatra era abrumadora al lado de la sencillez y la modestia de Jobim (que, desde luego, vocalmente era mucho más limitado), pero Sinatra, elegante incluso haciendo algo que ahora tanto nos sorprende como fumar en plena interpretación, nos obliga a recurrir al tópico y la música, tan grande como esta, obra esa magia, la de mostrar a dos genios absolutos en sus campos respectivos congeniando como si fueran compañeros de colegio: los seis minutos y medio de este medley lo atestiguan. Incluso para los alérgicos a la nostalgia estas imágenes provocan una especie de añoranza, una especie de rabia por no haber podido convivir en el tiempo con momentos, que a lo mejor, oye, es saudade.

domingo, 1 de septiembre de 2019

João Gilberto: Chega de Saudade

Año de publicación: 1959
Valoración: imprescindible

Igual que con  Scott Walker, me enteré del fallecimiento de João Gilberto a través de un Tweet. En este caso concreto, un Tweet de Diego A. Manrique, sempiterno periodista musical de impecable gusto, por lo general.
De Gilberto bien poco sabía últimamente: es uno de esos héroes musicales que simplemente se hace mayor y deja de mostrarse a los focos. Sé que se enfadaba con el público de uno de sus recitales en Barcelona cuando, desde la platea, la intimidad de su parca presentación, silla o taburete, guitarra acústica, voz siempre contenida, era vulnerada.
O sea, que, como todos seguramente acabemos siendo, Gilberto ya era un anciano algo gruñón con escasa tolerancia hacia los demás, por mucha admiración que le profesaran. Admiración justificada. Levanten la mano (la mayoría no podrán hacerlo obviamente) aquellos a quienes se haya atribuido la "invención" de un género musical. No de un subgénero de cierta corriente electrónica pergeñado por la incorporación de un instrumento raro a algo ya conocido. De todo un género.
Pues eso: Gilberto puso la bossa nova en el planeta y este álbum, en su concepción original apenas una decena de canciones con una duración total de menos de 25 minutos, es su piedra fundacional. Luego ya sería sofisticada al máximo y envuelta en los suntuosos y estratosféricos niveles de Getz/Gilberto, que por algo fue el segundo disco reseñado en este blog y a mucha honra. Pero los parcos y modestos inicios del género (incluyendo la portada: donde Gilberto parece fotografiado en los descansos de un eventual trabajo de recogepelotas en algún club de tenis de Rio de Janeiro) están aquí, bajo esa producción casi monoaural. Guitarra, voz, alguna cuerda o viento (el disco arranca primoroso entre acordes de guitarra y flauta) o percusión apuntada por debajo, para qué hace falta más, así es la perfección, así es la rosa. Una voz a veces temblorosa, alejada de estridencias o de cualquier alarde técnico, que suena cercana, melancólica y perezosa, suena exactamente como lo haría la de un amigo que deja la copa, se levanta de la mesa e improvisa cualquier canción sin pretensiones.
Pero algo franqueó esa barrera: algún ejecutivo de la entonces prominente industria musical, algún viajero que cargara con discos en su maleta. La bossa-nova, esa especie de samba congelada y desnudada de toda urgencia física, surgió ahí. Su cadencia, su ritmo, su innegable tono de relajación y fluidez sensorial. No merece la pena destacar canciones: solo 25 minutos ya permiten adivinar la presencia de melodías que parecen haber estado siempre ahí.


domingo, 25 de noviembre de 2018

Antonio Carlos Jobim: Wave

Año de publicación: 1967
Valoración: imprescindible

Honestamente he de reconocer que, incluso cuando llevaba algunos años como aficionado a los sonidos brasileños, no supe de este disco hasta que leí una entrevista con unos de los bartleby musicales, Kruder & Dorfmeister, donde lo mencionaban de una forma curiosa: habían aprendido ciertas técnicas de guitarra a base de practicar con las partituras de este disco. Años más tarde, alguien me comentó que la bossa-nova como estilo requería una cierta pericia en sus partes para este instrumento.
En 1967, Antonio Carlos Jobim ya era un mito. El material compositivo que había sido usado en el imperecedero Getz / Gilberto debía procurarle fama y royalties y podría, eso hizo, dedicarse con total libertad a encauzar su creatividad hacia donde quisiera. Sus composiciones clásicas estaban ahí, y no tenía más necesidad que la puramente artística. Sin ir más lejos, en ese mismo año se publicó su álbum a medias con Frank Sinatra
Wave se aleja algo de ese material. Solo una canción contiene partes vocales, del propio Jobim, como Joao Gilberto, cantantes de poca técnica pero ajustada a los requisitos de una música que no precisaba alardes y gorgoritos. La dicción no tenía que ser depurada, en el fondo las letras eran apenas mensajes universales susurrados en un entorno de perezosa saudade, la banda sonora perfecta para una tarde relajada a la sombra mirando como la gente retozaba en la arena de una última semana de septiembre. 
Jobim no tuvo la culpa de como parte de esa música se neutralizó en conceptos comercializables como el chill-out, el lounge o el easy-listening. Pero está claro que alcanzar a las masas conlleva ese riesgo. Wave es, en el fondo, un disco de jazz. Lo publicó el sello A&M pero cualquiera diría que sí a gritos si le afirmaran que en realidad fue Verve. Trampa; su productor, Creed Taylor había salido del clásico sello de jazz y se había apresurado a contratar a Jobim para grabar esta maravilla. Y su media hora escasa resulta, a primera y distraída escucha, hasta plana y monótona. Por eso hay que oírlo detenidamente, despojándose de otras distracciones y preconcepciones, prestando atención a esa producción ligeramente añeja pero aún inmejorable. El arranque de guitarra y flauta de Wave, la canción, con el piano tomando rápidamente las riendas de la melodía, con un aire de improvisación y sus puntuales regresos a la melodía. Las contestaciones de la sección de viento, el tono añejo de las cuerdas punteando con sus contramelodías. Triste, otra vez piano con una melodía pegajosa arrebatada por la trompeta. Mojave, increíble arranque protagonizado por la flauta. Dialogo, concebida como eso, un vaivén entre instrumentos, un arrullo que las cuerdas se encargan de finiquitar. Antigua, que incorpora lo que parece ser un clavicordio que arrastra toda la canción hacia un lugar tranquilo y feliz del que no querremos volver. Solo Captain Bacardi (pero hay un título más adecuado) se permite cierta licencia festiva, cierto toque perezoso (todo el disco desprende esa sensación: la de que se está mejor escuchando esto que haciendo cualquier otra cosa) y un arranque más relacionado con la samba o hasta con el jazz de big-band.
En fin: el disco está disponible para su escucha íntegra en Youtube. Historia viva de la música, cincuenta años después, no sé a qué esperáis.

domingo, 8 de enero de 2017

Getz / Gilberto


Año de publicación: 1964


Valoración: imprescindible

Millones de consultas de dentistas, ascensores, cadenas de hilo musical para aeropuertos y salas de espera, cantantes de medio pelo, con escaso bagaje técnico, dedicados a amenizar decadentes veladas en hoteles de costa, o restaurantes con pretensiones de elegancia,  deberían estarle agradecidos a este disco. Porque parece que les demostró que todo podía ser sencillo.
La cuestión no puede ser más casual, a la par que idílica. Los sonidos brasileños ya habían empezado a penetrar en el gusto occidental por la música popular. Hablamos de 1964, y el mundo estaba muy pendiente de cuatro muchachos de Liverpool. En el otro lado del Atlántico un saxofonista procedente de la escena jazz se aliaba con un cantante y guitarrista de aspecto serio y anónimo, Joao Gilberto, que solamente sabía cantar en portugués, sobre todo algunas de las deliciosas piezas breves que componía Antonio Carlos Jobim. Seguramente, y menos cuando invitaron (o el mito dice que fue así) a Astrud Gilberto, esposa de Joao, a cantar, por el mero hecho de que sabía inglés, en ningún momento debieron pensar que estaban concibiendo 35 minutos (en ocho canciones) de música que influiría en el futuro. 
Porque hay que proclamarlo. Sin Getz/Gilberto no existirían muchas cosas. Stereolab, Sade, el sonido chill-out (el bueno y, ejem, el deleznable), Everything But the Girl, la transformación de Paul Weller para los primeros discos de The Style Council.
La capacidad de seducción de este disco es inmediata. Imposible no reconocer canciones como The Girl from Ipanema. Corcovado o Desafinado, destinadas irremisiblemente a ser clásicos, y a ser objeto de versiones que, casi siempre carecían de la magia, la sutileza y la perfección con que se presentaron en este disco. Imposible no dejarse transportar por esa música que te arrastra a la placidez de una playa o de una terraza en un paseo marítimo. Con cadencia y sensualidad, con esa tonalidad tranquila y nostálgica. Un disco que parece sencillo en su concepción: alternar protagonismo vocal e instrumental, dejar fluir melodías conducidas por voz, por piano, por saxo y, combinadas con ese ritmo perezoso, guitarra, contrabajo y batería en omnipresente segundo plano, y dejar que todo quede impregnado por esa fascinante aura. Rodearlas de músicos técnicamente impecables, en picos de inspiración. Mencionados los clásicos incontestables que hicieron de este disco un éxito comercial en un estilo tan poco habitual de las listas de éxitos como el jazz, constatar que no hay un solo segundo de relleno, que canciones no tan conocidas, como O Grande Amor o Vivo Sonhando son obras maestras inapelables de la música universal, y este disco un absoluto imprescindible para cualquiera.
Las carreras posteriores de todos estos músicos quedarían marcadas por este incontestable trabajo canónico: Jobim, responsable compositivo de la gran mayoría de estas maravillas continuaría marcando cotas del estilo como el extraordinario Wave (1967), y ese mismo año demostraría al mundo lo alto que su música se elevaba, grabando un LP entero con Frank Sinatra.