Valoración: muy recomendable
Cincuenta años de este disco, tras el cual su autor prácticamente se esfumó del mapa, y su frescura permanece intacta. Una frescura revestida de ingenuidad si uno se fija en su precaria técnica de grabación, aquí no debe haber mucho más de cuatro pistas que suenan salvajemente en su canal, en algunos casos detalles rítmicos que parecen un poco superpuestos, pero nada desde luego que eclipse el portentoso valor de estas composiciones.
Hablamos de música exuberante, llena de influencias y atmósferas que cambian de canción a canción, un disco que apenas dura media hora y que concentra sabores locales (sí, los fraseos de guitarra son propios de la bossa-nova, claro) pero los integra en una especie de regusto universal, celestiales composiciones junto a soberbios (aunque modestos arreglos) que mantienen la esencia del tropicalismo, pero que se yerguen orgullosos como para decir que no todo Brasil es Jobim. Y aunque su influencia se note, esas voces masculinas que suenan delicadas, pero firmes y resueltas, aún a coro, esas cuerdas y esos vientos que pueden intervenir puntualmente o adueñarse de las canciones, ese encantador aire amateur que aflora de los escasos medios pero que no puede hacer palidecer esa decena de canciones soberbias, dejadas ahí (en medio de la nada, como evoca esa portada que muestra cualquier cosa menos playa y palmeras) para que se disfruten sin pretensiones ni artificios.
Pues no lo conocía. Una verdadera joya. No me canso de escucharlo.
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