Andaba yo en mis épocas de descubrimiento del mundo musical (sigo en ello, muchos años después porque esto nunca acaba, y que dure); esas épocas en las que despuntaba George Michael con «Faith» (¡cómo echo de menos su voz!), Bruce Springsteen (uno de mis favoritos) con «Tunnel of love», Michael Jackson con «Bad» (¡qué decir de él, un genio...!); eran tiempos de grandes estrellas solistas, pero también de grandes grupos. Ese mismo año, en 1987, entre tal elenco estelar, también U2 se lanza a alcanzar el estrellato, y saca «The Joshua Tree». El disco irrumpe con fuerza, con tres canciones iniciales a cuál mejor, convertidas en hits desde el primer momento. Eran los inicios de 1987, y el disco marcaría un punto de inflexión en su carrera.
Siguiendo la evolución de sus últimos discos, con «The Joshua Tree» U2 deja ligeramente de lado el sonido metálico y con influencias post-punk que había en «War» y perfeccionan el sonido y la calidez, como ya habían empezado a hacer en «The Unforgettable Fire». De esta manera, aunque mantienen la continuidad estilística desde que empezaron, consiguen un sonido más uniforme, más redondo y, probablemente, más abierto a todo tipo de público. Fuese buscado el efecto o no, el disco obtuvo rápidamente sus frutos y se convirtió en el primer álbum del grupo en alcanzar el número 1 en Estados Unidos. Es lógico el resultado conseguido, ya que, aparte de «Where the streets have no name», «I still haven't found what I'm looking for» y «With or without you», el álbum tiene otras joyas que el éxito de las tres anteriores eclipsa parcialmente: «Running to stand still», gran canción donde se trata el tema de la pobreza y la droga, y «Bullet in The Blue Sky», donde se denuncia la actitud de las grandes potencias promoviendo guerras en países del tercer mundo. El espíritu reivindicativo de U2 viene de lejos.
Sin duda, un gran álbum de U2. Luego, una vez alcanzado el éxito mundial, vendrían otros álbumes donde, en lugar de encasillarse en un estilo ya seguro, arriesgaron con otros estilos en discos como «Zooropa» o «Achtung Baby». Siguen probando, siguen buscando, siguen intentando reinventarse, pero mientras lo hagan con el nivel al que nos tienen acostumbrados, pueden seguir probando y arriesgando cuanto deseen.
Hablamos por tanto de un gran disco, que cumple justamente treinta años. Y precisamente para celebrar el trigésimo cumpleaños de su publicación, U2 ha decidido realizar una gira mundial dedicado a él, donde lo reproducen de principio a fin. Y sí, tuve la suerte de poder asistir al concierto en Barcelona, después de algunas colas (virtuales) para conseguir entrada, y otras humanas para acceder. Pero ahí estuve, y aquí va mi crónica.
Estadi Olímpic Lluís Companys (Barcelona). 26 grados a la hora del concierto, una humedad elevada (como suele ocurrir en Barcelona), y 55.000 almas esperando la aparición del grupo. Escenario sobrio, pantalla completamente negra (a excepción de mensajes reivindicativos, que aparecían a modo de columna en un lateral). El único aspecto que nos daba pistas de que se trataba de U2 y no de otro grupo, era la silueta del árbol que da nombre al disco, en un lugar cercano al centro de la pantalla y sobresaliendo por encima. Nada más. Y con esta sobriedad escénica, salen los cuatro integrantes del grupo: Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen Jr., los mismos miembros que formaron el grupo y que han seguido juntos en esta aventura desde el primer día.
U2 se presenta al escenario con pocos alardes; suena potente la batería de Larry Mullen Jr. en los primeros compases de «Sunday Bloody Sunday». Seguirán «New Year's Day», «Bad» y «Pride». El grupo funciona a la perfección, tocando casi en la intimidad, sin ostentaciones escénicas; únicamente los focos que acompañan al cuarteto. Bono saluda al público y destaca la belleza de la ciudad y el clima. Mientras, la pantalla sigue completamente negra. Las únicas pantallas encendidas que uno ve son las de los móviles de los asistentes, que luchan con los brazos extendidos por filmar (ya no fotografiar, ¡sino filmar!) las primeras notas del grupo; me podría explayar sobre donde va la sociedad al preferir grabar algo para verlo después, cuando lo puedes estar viendo y disfrutando en vivo, pero eso sería otro debate. Sigamos.
Bono situado en un lado del escenario durante las primeras canciones, ritmo calmado, casi no parecen U2 (aún recuerdo el espectáculo visual, magnífico, de su «360º Tour»). Finalmente, el grupo se reagrupa, se sitúa al lado de Larry Mullen Jr. y suenan las primeras notas de «Where the streets have no name». En ese momento, U2 va con todo: se enciende por primera vez la pantalla, 61x14metros de sus 8k de alta resolución, y nos muestra la belleza del desierto de The Death Valley y Zabriskie Point. El grupo se sitúa en torno al batería, y como si de una travesía se tratara, la escenografía simula que emprendemos un viaje en coche con ellos, con la música a todo volumen y el escenario «avanzando» por la carretera en el desierto que nos lleva a «The Joshua Tree». El público, eufórico, cantando y bailando. Y de igual manera con que el mundo se abría a nuestros ojos mientras recorríamos el valle, U2 nos abría los puntos más recónditos de nuestra memoria para recordarnos sensaciones que hace años ya nos despertaron con la publicación del disco. A partir de ahí, las canciones de «The Joshua Tree» siguen a los hits iniciales hasta llegar a los momentos de denuncia habituales de la mano del Bono activista. Un vídeo ridiculizando a Trump se proyecta en la pantalla, hablando sobre el muro que quiere construir en la frontera mexicana, y con el soporte de los efectos visuales aparece un Bono histriónico, espectral, fantasmagórico, dedicando a Trump la canción «Exit» (canción que escribió intentando hacerlo desde la mente de un asesino). Sigue el concierto, completando en esa parte central el playlist entero de «The Joshua Tree», con la máquina musical perfectamente engrasada; los años que hace que tocan juntos los convierten en prácticamente un único instrumento con diferentes sonoridades.
Se añade algún momento nostálgico como cuando aprovechan una pausa entre canciones encadenadas para recordar la figura de David Bowie, gran amigo suyo, a la vez que comentan que han aprovechado el concierto de Barcelona para ir a ver «David Bowie Is», muestra itinerante con más de trescientos objetos relacionados con el genio musical, que actualmente se expone, hasta finales de septiembre de este año, en el Museu del Disseny de Barcelona. El recuerdo a Bowie aparecería un par de veces más, con algunas notas de «Heroes» y «Rebel Rebel».
Ya en el tramo final del concierto, aparece en pantalla un vídeo con las ruinas de Jordania, causadas por la masacre perpetrada tras años de guerra. En medio, una joven de quince años reclamando un futuro para ella y los suyos. Momento muy emotivo, que provoca un alto en el camino, un aterrizaje forzoso que nos devuelve a la realidad, y unas imágenes que enlazan con la canción «Miss Sarajevo», reconvertida en esta ocasión para otro acto de denuncia. La canción finaliza con un agradecimiento repetido a Barcelona, «ciudad de acogida y de integración de culturas». Ahí Bono se gana al público, una vez más. Y siguen las proclamas, con una protesta hacia las desigualdades sociales, reivindicando los derechos de las mujeres; mientras, en la pantalla aparece el mensaje de «History» convirtiéndose en «Herstory» y el texto deja paso a una sucesión de imágenes de mujeres que han conseguido grandes logros, y que luchan por la igualdad de los derechos. Ahí vemos a Marie Curie, Pussy Riot, Grace Jones, Patti Smith, pero también Lena Dunham o Emma Watson. La sucesión de imágenes termina con un aplauso de los asistentes, sincero, emotivo, al que sigue la canción «Ultra Violet (Light my way)».
Todo encaja, todo está perfectamente equilibrado. U2 se retiran brevemente para dar paso a los bises, y el público lo agradece cuando vuelven, cantando a pleno pulmón «Beautiful Day», «Elevation» y especialmente «Vértigo» (puede que la más aplaudida por el público) y, como no, «One», donde Bono aprovecha para pedir que nos unamos en la lucha contra las desigualdades, recordando que conseguir grandes cambios está en nuestras manos, en el poder de las masas y que depende de nosotros. Finalmente, el concierto termina con una canción del que será su nuevo disco que, por lo que pudimos oir, mantiene el alto nivel al que nos tienen acostumbrados.
U2 empezó el concierto sobrio, casi sin querer hacer ruido, dejando el peso en la calidad del propio disco y con un formato sin excesos, como si quisieran viajar en el tiempo y volver treinta años atrás, pero aprovechando la tecnología actual. Y consiguieron su propósito. Después de dos horas de concierto, ellos se retiran mientras el recuerdo de lo vivido permanece en nosotros. Pueden volver cuando quieran, estaremos esperando su vuelta en lo que será, seguro, otro «Beautiful day».
During a U2 concert in Glasgow, Scotland, Bono asked the audience for total quiet. Then in the silence, he started to slowly clap his hands. Once every few seconds. Holding the audience in total silence, he said into the microphone "Every time I clap my hands, a child in Africa dies"
ResponderEliminarFrom the front of the crowd, a broad Scottish accent pierced the quiet: "Well fuckin' stop doin' it then ya evil bastard!"
LOL Too much beer, or that funny british sense of humour...
ResponderEliminarCuriosa y divertida anéctoda, Anónimo :-)
Gracias por comentar.
Saludos
Marc