domingo, 10 de noviembre de 2019

The Style Council: Café Bleu

Año de publicación: 1984
Valoración: muy recomendable

Se me ocurren pocos artistas (Marc Almond, David Sylvian, Scott Walker) con trayectorias tan inapelablemente coherentes como Paul Weller. Vinculadas más a la expresión de sus inquietudes como músicos, que a la obtención de éxito comercial. De Weller se puede incluso reivindicar su incuestionable posición política, visible en su contundente postura anti-Thatcher, incluso su influencia estética, pues Weller, desde los Jam y hasta la actualidad, desde que se autodenominaba Capuccino Kid, es un icono mod indiscutible. 
Cosa que queda manifiesta desde la icónica portada del primer LP oficial de The Style Council. Weller desmanteló The Jam, trío de pop poderoso reflejado en singles excepcionales y albums irregulares, pop acelerado influido a partes iguales por el oleaje punk y The Who. Weller era su indiscutible líder, o a ver quién se acuerda del nombre del bajista con la mule que apuntalaba el ritmo en el vídeo de Going underground. En todo caso, con el progresivo escoramiento de la banda hacia sonidos más soul (obvia en singles como A town called malice) quedaba claro que el formato trío (bajo, batería, voces y guitarra) les quedaba corto y estrecho, que la progresión sonora necesitaba un nuevo ámbito y nuevos socios.
De ahí surgió The Style Council, y este Café Bleu representa su puesta de largo tras algunos singles. Y, como todo debut y más cuando se cuenta con un bagaje previo, se trata de un disco ambicioso, panorámico y a veces irregular, arrastrado en su parte final por cierta obsesión por incluir sonidos que el grupo desarrollaría en su carrera posterior. El inicio es incontestable, alejado completamente del sonido de The Jam, portada y pose del grupo parecen afrancesarse completamente y alejarse de la claustrofobia insular, y la primera parte del disco está dominada por instrumentales de gustos jazzísticos o cinemáticos (colosal Blue Cafè), junto a números que no hubieran encontrado encaje en trayectorias anteriores (Tracey Thorn reviste de elegancia The Paris Match) o eficaces pulsos minimalistas donde Weller muestra a la vez fragilidad anímica e intimidad minimalista (extraordinaria My Ever Changing Moods), y es toda una declaración de principios que la voz de Weller aparezca por primera vez en un tema sutil y etéreo como The Whole Point Of No Return, música que parece surgir de la nada y beneficiarse de los ecos y la austeridad.
El disco se resiente de esa poderosa entrada: You're The Best Thing suena demasiado pop y obvia en medio de tanto experimento, Headstart for happiness, quizás enlazaría en las caras B de los últimos singles de Jam, pero amagan con alguno de los detalles que a la larga lastraría el sonido del grupo: una excesiva glorificación casi parasitaria de los sonidos que admiraban, que forzosamente implicaba una pérdida de la identidad. Los discos posteriores del grupo, sobre todo en la fase final hasta su disolución en 1989, empiezan a tener a demasiada gente transitando, como una indigestión de influencias e indagación que implicaba cierta pérdida de identidad. 

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