domingo, 16 de junio de 2019

Diego Vasallo: Baladas para un autorretrato

Año de publicación: 2016
Valoración: Muy recomendable

Hablar del donostiarra Diego Vasallo lleva, normalmente, a hablar de Duncan Dhu, grupo icono del pop patrio en los años 80 y 90. Pero han pasado ya un par de décadas (vamos a obviar puntuales reuniones) desde la separación del dúo que fue trío y los caminos musicales de Erentxun y Vasallo han seguido direcciones diferentes.

Centrándonos en el polifacético Diego Vasallo, podríamos decir que su obra circula ahora lejos de las autopistas de lo comercial, por carreteras secundarias mucho menos transitadas pero que esconden paisajes mucho más interesantes.

El último ejemplo es este “Baladas para un autorretrato”, disco editado en 2018 y compuesto por 8 temas en los que con un susurro cada vez más cavernoso, como si de un Tom Waits a orillas del Cantábrico se tratara, desgrana sus cada vez más brillantes letras.

Musicalmente, y por si alguien había perdido la pista a Diego Vasallo, este disco sigue la senda del anterior “Canciones en ruinas”: temas ásperos como la voz del donostiarra, descarnados, intensos y absolutamente ajenos de cualquier atisbo de inmediatez pop. De hecho, “Baladas para un autorretrato” es un disco con poderosas influencias de la música popular norteamericana: blues, folk y country rock, fundamentalmente.

La parte más cercana al blues estaría compuesta por “Ruido en el desierto”, tema que abre el disco y que nos traslada a los áridos desiertos de la Norteamérica más profunda con sus guitarras, y por  “Fe para no creer”, otro tema que suena a blues y huele a suciedad y whisky barato.

El lado más folk lo representarían “Que todo se pare” y el medio tiempo “Todo los bueno”, quizá los dos temas más luminosos del disco, mientras que “Mapas en el hielo”, despojada inicialmente de casi cualquier instrumentación y que culmina en un hermoso final al ritmo del pedal steel, y “El desconocido” ponen el toque más country-rock.

Fuera de estas influencias quedan, curiosamente, dos de los temas que más me gustan de este disco: “Se me olvida”, el tema más desnudo de “Baladas de un autorretrato”, y “Cada vez”, canción con aroma a clásico que irremediablemente recuerda al gran Nino Rota, acordeón, banjo y mandolinas incluidas.

En resumen, un disco atemporal, de digestión lenta, de lectura atenta de las letras y escucha pausada para advertir los muchos detalles que esconde; un disco para reencontrarse (o descubrir, para quien se quedara en “Cien gaviotas”) con un músico absolutamente personal y en plena madurez.

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