domingo, 9 de junio de 2019

Blur: Parklife

Año de publicación: 1994
Valoración: recomendable

Si me es permitido erigirme en nada humilde portavoz de este blog cuya andadura se acerca inexorablemente a su fin, afirmaré que no hemos sido demasiado proclives a avivar polémicas. 
Básicamente, porque, igual que en el mundo literario, obras malas las hay a montones. A palazos uno tiene que abrirse camino entre una oferta sobresaturada de discos que suenan igual (de libros que contienen prácticamente lo mismo) hasta encontrarse con algo que sea original o que pulse - hasta a mí me horroriza el símil hasta perlárserme la frente de sudor - el botoncito emocional en que uno se da cuenta de estar ante algo muy grande.
La última vez que me ha pasado ha sido ante el disco de Billie Eilish, por cierto.
Pero hay discos (o grupos o estilos) cuya magnitud y repercusión (sobre todo de ventas, no voy a negarlo) impiden ser ignorados y a uno ya le gustaría no tener que someterse a según qué escuchas en aras de ser objetivo y poder trasladar al papel el enorme desagrado o desconcierto o repugnancia que le ha provocado su escucha.
No es el caso de Parklife, por cierto.
Allá por los primeros 90 la industria musical británica contemplaba estupefacta como la música electrónica empezaba a zamparse el negocio en una progresión que entonces parecía imparable. Supongo que esa industria tenía muy presente, en términos de ventas, competencia y aportación artística, algunas malas experiencias del pasado donde lo british había pasado a un segundo plano en lo musical. O alguien se acuerda de algún artista británico relacionado con la música disco. ¿Tina Charles? La prensa (el NME, el MM, el Record Mirror, etc.) necesitaba algún movimiento con caras y ojos (los artistas de la electrónica solían ser muy esquivos y no precisaban de los mecanismos promocionales convencionales) a los que dedicar portadas y a los que poner delante el micrófono en busca de titulares. Así se generó la guerra Oasis-Blur y todo el fenómeno del brit-pop. Fue encender esa mecha y empaquetar a todo el mundo que estuviera por medio y, claro, necesario en todo buen movimiento generado en los despachos de las disqueras (por favor, visitad el sitio de Alvinsch), generar una flamante etiqueta que pegar en cada CD, en cada vinilo. Curioso, leo algunas listas sobre los discos paradigmáticos del movimiento y me encuentro por ahí a Primal Scream, a los Black Grape del polimultiomnitoxicómano Shaun Ryder;  a Saint Etienne (!!!!) o a Morrissey (!!!!!!!). Lo que hay que ver.
Pero está claro que Blur SÍ. Curioso: de los cuatro grupos paradigmáticos surgidos en esa época y colocados bajo el paraguas protector los dos más relevantes, Pulp y Radiohead, no tienen nada que ver con el movimiento en función de trayectorias pasadas y futuras, y los dos iconos Blur y Oasis, parecen el ying y el yang. Oasis tenía una actitud pésima (chulesca, machista, cervecera y hooligan en el mal sentido) y algunas, no demasiadas, las justas para llenar un Greatest Hits con algo de relleno, buenas canciones. 
Blur tenían la actitud adecuada. Damon Albarn lo ha demostrado en sus sabias elecciones de carrera posteriores. Pero a Blur la cuestión musical, empecemos ya que esto se alarga, creo que les cojeaba. O que la ejecutaban mejor en el aspecto teórico. Digo esto tras ver el aluvión de reseñas con cinco estrellas y con dieces que saludaron y saludan Parklife. Y sigo pensando que no hay para tanto. Que había que motivar y excitar a los hermanos Gallagher y entonces ya tendríamos a los nuevos Beatles y a los nuevos Stones. Pero que Parklife, aparte de una portada de imagen y maquetación icónica, se limita a un arranque magnífico, Girls And Boys es un perfecto número que salta directo de las mesas de mezclas cutres del Saloufest a las sesiones de karaoke de los bares de Sant Antoni Abat, que conjuga  un pulso maquinal con los sarpullidos guitarreros y el bajo protodisco, que Albarn vocifera como si fuera John Lydon con la garganta aclarada. Pero que en su propia esencia está condenada a la pulverización a base de convertirse en un himno. No tiene continuidad en el disco: son 16 canciones que pretenden, eso dicen las críticas más entusiastas, contener toda la historia musical reciente y que tan pronto se acercan a los Kinks o a los Jam, se nota en los tratamientos vocales y en la voluntariosa búsqueda de instrumentaciones alternativas - vientos y cuerdas, mientras los Oasis se aferraban al clásico sonido bajo-batería-guitarra - pero que no siempre lo consiguen de forma inspirada. Los números más cercanos al punk rock, como Tracy Jacks, o Bank Holiday suenan aparatosos y como si toda su energía se deshiciera en una producción brillante y equilibrada y un lanzamiento de diatribas sin demasiada intención melódica (o sea: para nada son los Clash de London Calling). Las baladas en las que Albarn busca un equilibrio a través de las aportaciones, sobre todo de teclados y cuerdas, como Badhead (bonito órgano o lo que sea) o End of a Century (no puedo evitar que me recuerde a unos Tears or Fears descafeinados) adolecen de la tonalidad épica que otras bandas sí supieron aportar. Y otras canciones, como la propia Parklife (mejor manera de decir seríamos mods no se me ocurre) o Clover Over Dover  parecen diseñadas para servir de perpetua banda sonora a todo volumen para cadenas como la fenecida Tower Records o cualquier Virgin Megastore - explicad a vuestros hijos que esas cosas existieron, por favor. 
Si Parklife se hubiera publicado al margen de todo ese movimiento, yo casi estoy seguro de que hubiera pensado lo mismo.
Aunque igual entonces ni hubiera comprado ni escuchado el disco.


2 comentarios:

  1. Este disco no estaba mal, pero no creo que Blur y Oasis merezcan muchas palabras en la historia de la música, aunque lideraran el movimiento Britpop, al cual tampoco deberían dedicarle muchas palabras.
    Si metieron en el saco del Britpop a tanto grupo y artistas tan variopintos, muchos de los cuales no tenían nada que ver, fue más bien para llenarlo y darle algún prestigio (Pulp, Radiohead, Auteurs, etc.). Lo de comprararlos con los Beatles y los Stones, ya sonaba pretencioso y era a todas luces exagerado.
    En fin, lamento sinceramente el final de este blog, porque me ha servido para recuperar música que no escuchaba desde hacía muchos años y redescubrir también a artistas que los tenía injustamente marginados.
    Salud.

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  2. A este disco lo hubiese catalogado como Imprescindible...para mi los más divertidos del britpop.....y cómo extraño a este movimiento y en especial a esta banda.

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