Año de publicación: 2019
Valoración: bastante recomendable
Valoración: bastante recomendable
Soy consciente de que en estos tiempos nadie se fija en estas cosas, pero resulta curioso que, tras portadas de discos con su rostro difuso, su estampa british recortada sobre brumas y tonalidades frías, esa portada en primer plano, incluso despejándose el flequillo que tan elegante le cuelga cuando cabecea ante sus teclados, venga a enviarnos un mensaje.
Quizás un mensaje que tenga que ver con la referencia velada de Pitchfork.
Canciones de chico triste.
Puede, especulo, que esa mirada decidida a cámara nos diga algo. Soy un músico respetado. Justo cumplidos los 30. Tengo hasta algo parecido a una vida pública. Salgo con una actriz medianamente conocida que ahora va a serlo más. Los mejores músicos del planeta me piden que colabore con ellos. Que les ponga un pianito de esos que parece grabado desde un submarino, unos acordes de esos que dan un tono otoñal. Frank Ocean. Kendrick Lamar. André 3000. Ahora, Rosalía. Estoy en la cresta de la ola, y jamás he tenido que hacer concesiones, solamente me he limitado a seguir mi intuición, y desde el dubstep de mis principios hasta este género que casi he creado (soul-dub-electrónico-torturado) mi carrera habrá tenido algún altibajo, pero ha sido coherente.
Sorprende, entonces, que Assume form, la canción que aporta inicio y título al disco, sea tan decididamente del estilo de Blake (sin ser su mejor canción, e incluyendo un coro infantil bastante irritante), pero deje paso a continuación a dos colaboraciones, como si Blake renunciara a llevar solo el timón del álbum. Y Mile High es una poderosa canción, quizás demasiado inmediata para los parámetros del Blake, pero indudablemente una baza que captura, aunque no sea al público al que el londinense ha capturado en sus otros trabajos. Aparte de ser un tema decididamente trap, estilo que a alguno le puede chocar ahí, pero del que un músico como Blake no va a prescindir, menos cuando, tratándose de una colaboración, con Travis Scott, se entiende que se produce bajo la premisa de ciertas concesiones. La primera concesión de Assume form es su inequívoca intención pop-friendly. Segunda canción, ya estamos advertidos.
Pero esta persistencia tan actual, la de atraer no solo a oyentes propios sino a los de otros artistas, puede no salir siempre bien. Por ejemplo: en la colaboración con Rosalía, los dos músicos parecen desubicados y hasta sorprendidos, porque el resultado está muy lejos de la suma de las dos partes, más bien parece un descarte y es una de las canciones más flojas del disco, una especie de experimento de mixtura que resulta incluso algo risible, con Blake forzado a cantar una estrofa en un español de Benidorm.
Y el disco se polariza demasiado en esas colaboraciones: también colabora André 3000 de Outkast, con lo que las canciones de Blake en solitario parecen relegadas a la condición de secundarias, y en ellas Blake tampoco parece definirse mucho. En I'll Come Too parece inspirarse en Cole Porter, cuestión perfectamente respetable, pero realmente muy externa a sus referencias habituales, y este es solo un ejemplo de una relativa desubicación que afecta al trabajo en su conjunto, ya que Blake ha traspasado ciertos límites en su necesidad de responder debidamente a los cada vez más numerosos guiños del pop. En Don't Miss It juguetea con una melodía recurrente, pero se echa a faltar la contundencia y el aura experimental, la búsqueda de la sonoridad, todos esos motivos de los que los discos anteriores de Blake estaban repletos y que en Assume form han quedado algo relegados en aras de eso, de un acercamiento tentativo al pop (puede que el pop de los últimos tiempos sea el que se acerca a James Blake), que puede que funcione a nivel de repercusión, pero que desconcierta algo al seguidor de siempre.
Quizás un mensaje que tenga que ver con la referencia velada de Pitchfork.
Canciones de chico triste.
Puede, especulo, que esa mirada decidida a cámara nos diga algo. Soy un músico respetado. Justo cumplidos los 30. Tengo hasta algo parecido a una vida pública. Salgo con una actriz medianamente conocida que ahora va a serlo más. Los mejores músicos del planeta me piden que colabore con ellos. Que les ponga un pianito de esos que parece grabado desde un submarino, unos acordes de esos que dan un tono otoñal. Frank Ocean. Kendrick Lamar. André 3000. Ahora, Rosalía. Estoy en la cresta de la ola, y jamás he tenido que hacer concesiones, solamente me he limitado a seguir mi intuición, y desde el dubstep de mis principios hasta este género que casi he creado (soul-dub-electrónico-torturado) mi carrera habrá tenido algún altibajo, pero ha sido coherente.
Sorprende, entonces, que Assume form, la canción que aporta inicio y título al disco, sea tan decididamente del estilo de Blake (sin ser su mejor canción, e incluyendo un coro infantil bastante irritante), pero deje paso a continuación a dos colaboraciones, como si Blake renunciara a llevar solo el timón del álbum. Y Mile High es una poderosa canción, quizás demasiado inmediata para los parámetros del Blake, pero indudablemente una baza que captura, aunque no sea al público al que el londinense ha capturado en sus otros trabajos. Aparte de ser un tema decididamente trap, estilo que a alguno le puede chocar ahí, pero del que un músico como Blake no va a prescindir, menos cuando, tratándose de una colaboración, con Travis Scott, se entiende que se produce bajo la premisa de ciertas concesiones. La primera concesión de Assume form es su inequívoca intención pop-friendly. Segunda canción, ya estamos advertidos.
Pero esta persistencia tan actual, la de atraer no solo a oyentes propios sino a los de otros artistas, puede no salir siempre bien. Por ejemplo: en la colaboración con Rosalía, los dos músicos parecen desubicados y hasta sorprendidos, porque el resultado está muy lejos de la suma de las dos partes, más bien parece un descarte y es una de las canciones más flojas del disco, una especie de experimento de mixtura que resulta incluso algo risible, con Blake forzado a cantar una estrofa en un español de Benidorm.
Y el disco se polariza demasiado en esas colaboraciones: también colabora André 3000 de Outkast, con lo que las canciones de Blake en solitario parecen relegadas a la condición de secundarias, y en ellas Blake tampoco parece definirse mucho. En I'll Come Too parece inspirarse en Cole Porter, cuestión perfectamente respetable, pero realmente muy externa a sus referencias habituales, y este es solo un ejemplo de una relativa desubicación que afecta al trabajo en su conjunto, ya que Blake ha traspasado ciertos límites en su necesidad de responder debidamente a los cada vez más numerosos guiños del pop. En Don't Miss It juguetea con una melodía recurrente, pero se echa a faltar la contundencia y el aura experimental, la búsqueda de la sonoridad, todos esos motivos de los que los discos anteriores de Blake estaban repletos y que en Assume form han quedado algo relegados en aras de eso, de un acercamiento tentativo al pop (puede que el pop de los últimos tiempos sea el que se acerca a James Blake), que puede que funcione a nivel de repercusión, pero que desconcierta algo al seguidor de siempre.
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