Valoración: muy recomendable
Resulta un poco difícil comprender la súbita irrupción de la escena escandinava en el panorama musical, hace apenas unas décadas. Quizás haya que relacionarlo con internet, la sencillez de la movilidad, la proximidad al archipiélago británico, el bilingüismo implícito, la bonanza económica... De repente, en los albores de la decadencia del género electrónico como corriente inspiradora, aparecen una serie de músicos, DJs y productores que toman un fugaz pero intenso protagonismo. Hablamos de Royksopp, de los Kings of convenience capitaneados por el impagable Erlend Oye, de Lindstrom y Prins Thomas... Todd Terje tiene el aspecto innegable de varón noruego, pelirrojo, quijada prominente, barba estudiadamente descuidada, convenientemente caricaturizado en la portada de este disco donde se le presenta como si fuera uno de esos músicos que amenizan las veladas de algún deprimente hotel costero para familias. Incluyendo cócteles de componentes de garrafa y aparatoso sello de oro en el anular (a juego con los gemelos).
It's album time, dice el título, simbólico en artistas cuya especialidad eran los doce pulgadas, las remezclas o las sesiones, esa sensación de abordar un álbum (que aún no cuenta con sucesor) como necesidad de plantear un trabajo homogéneo, aunque he de decir que este no es el caso, esa urgencia por presentar toda la paleta sonora actúa en los dos sentidos: permite conocer la capacidad ecléctica del músico noruega pero también frustra algo al oyente, que no sabe qué va a encontrarse a continuación aunque el menú es consistente: cosmic-disco del momento, sonoridades lounge tanto europeas como latinas (estas últimas, el punto débil del disco), house de manual, apuntes euro-disco que funcionan y otros que no tanto.
Pero por encima de todo se trata de música meticulosamente creada, con intención de prevalecer sobre los hits puntuales y que consigue sobreponerse al hype y mostrar una curiosa originalidad: la intro del disco y sus dos canciones siguientes marcan un hito que el álbum no iguala: la transición desde el aroma a serie de los 70 de Leisure Suit Preben a la magistral orgía casi jazzística de solos de sintetizador que eleva Preben Goes To Acapulco al paraíso resulta cortada de cuajo cuando, de inmediato, Todd Terje se disfraza de aires cariocas, pero (salvo el prescindible cover de Johnny and Mary, reconocido el mérito de haber conseguido sacar a un hastiado Bryan Ferry del baúl de los recuerdos) hay recuperaciones notables basadas en la más estricta religión electrónica: Strandbar tiene un decidido aire marcial, Delorean Dynamite pasaría por un instrumental de la época ibicenca de New Order, las dos partes de Swing Star encajan sonoramente en una puesta de sol balear, y Terje, como si el material más experimental no aportara suficiente seguridad, apuesta por el cosmic-disco más asequible para cerrar el álbum con su hit más popular: la pachanga levemente acidulada de Inspector Norse, cerrando el disco algún paso más allá de sus pocas pretensiones. Lo que podía parecer una mera diversión se acerca a gran disco aunque sea por la escasa presentación de la competencia.
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