Valoración: muy recomendable
Apenas diez días para juzgar un disco como este podría ser poco tiempo. Mi primera valoración era otorgar al disco un discutible como oposición al indiscutible que merecía (que merece) Igor, su esplendoroso disco anterior, pero tras cierta reflexión desestimé la posible confusión que tal término pudiera generar. La cosa es que en unos quince meses Tyler The Creator (aprovechando, no lo niego, los prolongados retiros de Frank Ocean y Kendrick Lamar y el alarmante bajón de Kanye West) se ha convertido para mí en una referencia sonora de primer orden, y no creo estar solo: emisoras generalistas mencionaban la noticia, el 25 de junio, de la publicación de este disco con los merecidos respetos acreditados.
Igor es, lógicamente, una sombra demasiado alargada, no solo en lo concerniente a su propia entidad como disco, sino incluso en su carácter de hito en la obra del músico californiano: un disco de un rapero donde el rap no es el centro de gravedad, un experimento casi inagotable en lo sonoro, pero Call me if you get lost empieza por desmarcarse de pretender constituir un intento en el mismo sentido. Las referencias serían más la etapa más pura en clave rap, la amabilidad sonora de su antepenúltimo disco, el excelso Flowerboy, y puntualmente alguno de los logros de Igor, pero hay muchísimos matices. Primero, la producción es mucho más depurada y más amable con el oyente ocasional. Las aristas que personalizaban el disco anterior (hubo hasta cierta polémica) y le conferían ese espíritu de opus no existen aquí. El espíritu de mixtape resurge, y las omnipresentes intervenciones de DJ Drama (que empiezan resultando algo cargantes pero van tomando sentido con las escuchas, como una especie de hilo argumental) confieren al disco un aire algo retro, pero los aderezos sonoros crecen con las escuchas y, a pesar de la casi voluntaria dispersión (temas muy cortos, muchos de ellos enlazados) cada escucha acrecienta la sensación de que el disco es maduro y cohesionado, no el producto de la cabezonería del músico, que mantiene, a sus recién cumplidos 30 años, un ritmo de publicación de disco largo cada dos años, sino una pieza calculada y meditada. Y las reiteradas escuchas hacen surgir las gemas: MASSA y su aire clásico, con su fondo casi ambiental, HOT WIND BLOWS con sus samples que parecen extraídos de alguna serie televisiva decadente de los años 70, el pulso cinematográfico de LUMBERJACK, o la intimidación (que no agresividad) de canciones como CORSO o RISE, combinadas con aires de Costa Este en WUSYANAME o ese curioso y ya clásico doble track que obra de bisagra en el disco: Sweet parece recuperar al Prince más lúbrico y pop, con sus vientos, sus coros femeninos, su sensualidad, dando paso al reggae de I THOUGHT YOU WANTED TO DANCE, jugueteando con un género anómalo (lo hizo antes con el deep house o incluso el pasodoble, así que por qué no).Siete menciones casi al azar sobre 52 minutos de música que pueden no ser el rutilante espectáculo creativo de su antecesor pero que no tienen aspecto alguno de bache o paso atrás. A estas alturas, si Tyler da un paso atrás, es para tomar impulso. Hasta 2023, SIR BAUDELAIRE.
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