domingo, 10 de enero de 2021

The Velvet Underground & Nico

Año de publicación: 1967

Valoración: muy recomendable

Pocos iconos más identificables que el del plátano de la portada, la firma de Andy Warhol (que consta en los créditos como productor del disco, y he leído y no descarto que así sea, que seguramente su papel se limitaba a mirar cómo los ingenieros de sonido manipulaban los botones) que parece oscurecer a la banda, pero no. El disco de debut de The Velvet Underground - llamémosle a partir de ahora por su nombre que nos identifica como gente enrollada, la Velvet, es uno de esos discos habituales en las elecciones que, con cierta frecuencia, actualizan las grandes publicaciones de referencia como mejores XXX discos de la historia (hasta ese momento, lo cual siempre deja abierta la posibilidad de incorporar discos recientes o enmendar errores de bulto en elecciones anteriores). Ahí suele aparecer con frecuencia este álbum, igual que Pet Sounds de Beach Boys, What's going on de Marvin Gaye, o, en las que ya se van reciclando superando cierta sixtyphilia, Ok Computer o Kid A de Radiohead. 

Decir de un disco que es el mejor de la historia (por cierto, lectores, cuál sería vuestra elección*) es mucho decir, tanto por lo tajante de dicha elección como por las propias y personales reglas que determinan esa elección. A uno se le enganchan los discos dependiendo de los momentos, de la capacidad de evocación de la música, de los recuerdos en que ésta se ha incrustado, las veces que se ha escuchado, la presencia de temas emblemáticos, la secuencia, pero también, argumentos favoritos de la prensa y ciertos especialistas, lo que esos discos supusieron en el instante de su publicación: sus aportaciones sonoras, su influencia en las corrientes posteriores, sus hallazgos, a veces, incluso, el hito que supusieron en las carreras de sus autores.

Y estos últimos argumentos son los que pesan a la hora de juzgar este, ya ansiaba decirlo, primer disco de la Velvet. Primero habríamos de ver si sin la excelsa carrera posterior de Lou Reed, sin la más discreta de John Cale, sin todo el halo de glamour que rodeó a Andy Warhol, sin la historia de que ciertas ediciones del vinilo contaban con una cremallera que abría la piel del plátano, sin toda esa conjunción de hechos posteriores, exclusivamente por el contenido sonoro del disco, sería para tanto o no. Otro mito, se vendió un reducido número de copias, pero prácticamente todo aquel que lo adquirió se animó a formar una banda. En fin, leyenda urbana o no, hablamos de un muy buen disco con canciones que, algunas, son tan definitorias de un sonido como virtualmente inescuchables, aferradas a una producción que suena a veces precaria pero también a un corte temático muy propio del NY de la época: el man que espera Lou Reed en I'm Waiting for the Man es el camello que le vende la droga, y el sonido es sucio, casi una tosca pared de sonido que anticipa el punk y el garage y que definiría igual la carrera de los Strokes, unas tres décadas antes, que la monotonía monocorde de los Ramones. Pero antes hemos disfrutado de la melodía cristalina de Sunday Morning , una joya de apenas tres minutos que anticiparía otro puñado de combos, estos más pop, obviamente otro estilo completamente diferente (y me reservo la opinión de en qué estado referente a la adicción se muestra Reed en una y otra canción), las canciones interpretadas por Nico, modelo alemana invitada y estrella del disco, de recursos vocales limitados por no decir nulos, pero que convierte las canciones en pura magia, Femme fatale (que versionearon, por ejemplo, Propaganda), All Tomorrow's Parties(que versionearon, por ejemplo, Japan) y una larga retahíla (acordaos, el disco de publica en 1967) de muestras sonoras que suenan familiares: There She Goes Again anticipa a los Smiths, ya sabéis que canción, Venus in Furs (con su, parece, sitar y su aire marcial) a toda la escena gótica,  y podríamos seguir y deberíamos mencionar que el pandemónium sonoro que cierra Heroin es de dura digestión, al igual que el tema que cierra el disco, European Son, y que Run Run Run queda bastante justita como homenaje al sonido surf, y parece demasiado country para el sonido áspero y urbano que gobierna el disco.

Pero desde luego es un disco colosal, desde luego abrió vías ignotas y desde luego hay que escucharlo y casi hay que tenerlo. Luego el tiempo es el cruel juez del que siempre se habla: tú sabrás cuántas  veces lo escuchas, y si formas una banda tras su escucha, o si decides optar por el lado salvaje empujado por sus letras.



* La mía es Felt mountain de Goldfrapp, ya que estamos. Y por causas tan privadas y personales que no tiene el mínimo sentido mencionarlas.

3 comentarios:

  1. Al aura que rodea al disco contribuye el que en su momento pasara muy desapercibido, algo extensible en aquel momento a Village Green de The Kinks o a Forever Changes de Love. Fue su brutal influencia en gran cantidad de artistas la que lo recuperó y engrandeció. Destacar , cómo no, el enorme trabajo a la guitarra rítmica de Sterling Morrison.

    Saludo aterciopelado

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  2. The queen is dead, y lo mismo, por razones ran íntimas y que tienen tanto que ver con cierta etapa vital y forma de ver la vida que para qué comentarlas.

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  3. Blonde on Blonde; y me cuesta reconocerlo tras la, para mi, penosa trayectoria de Dylan.
    Un saludo.

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