Valoración: muy recomendable
Sin llegar a ciertos extremos (ejem, Portishead), la carrera de Fiona Apple no puede definirse precisamente como prolífica. Entre este extraordinary machine y el impresionante Fetch the Bolt Cutters del año pasado solo hay un disco, en 2012, y, en total, la cantautora neoyorquina ha publicado solo cinco álbumes, cosa que no le ha impedido coleccionar aclamaciones y ser reconocida como una autora de personalidad avasalladora, casi de estilo único, y el colofón de su disco de 2020 parece ser una cima que, a ver cuánto tendremos que esperar esta vez, va a ser difícil de igualar. Así que hay que conformarse con los precedentes, constatar su evolución y, desde luego, extraordinary machine, tercer disco largo, representa un muy placentero consuelo.
Hablamos de un disco magnífico de una artista que, debutante con apenas 18 años, ya en este disco, con 28, demuestra una convicción en la concepción sonora de la que da fe la propia historia de su publicación, cuando la primera versión, producida en su integridad por Jon Brion, y cuya toma alternativa puede escucharse (sin una canción, con otro orden de los temas, con una producción donde podemos coincidir que los arreglos podían resultar algo opulentos) aquí no fue aceptada ni por artista ni por el sello, por la artista por no verse satisfecha, por el sello por considerarla un riesgo comercial. Ya se trata de canciones definidas y depuradas, no es una diferencia extrema, pero desde luego a la cantante se la reconoce más en la versión definitiva del disco, parapetada en su sonido propio: piano, sección rítmica, teclados e instrumentación situados en un sutil pero fascinante segundo plano y, claro, la voz, esa voz que representa una prodigiosa combinación de recursos técnicos y vísceras, esas vísceras que también transpiran en unas letras suntuosas, narrativas, testimonio de algunas de sus duras experiencias vitales, pero que, permitid que repita el concepto, disponen de una capacidad de conexión con el oyente de la cual no muchos artistas disponen.
Y la versión final, claro, es otro disco excelso, una colección de canciones que alternan desde el tono íntimo y confesional de, piano y voz desnudos, hasta los devaneos con cierto rock alternativo (sin ceder poder a las guitarras, y deteniendo la velocidad en los medios tiempos) como en Get Him Back y , recuperando el espíritu juguetón y suntuoso de Brion en su inicio y final, coqueteando con la opereta en Extraordinary Machine (la canción) y cerrando en tono de vals con Waltz (Better Than Fine), como si fuera el reflejo de Rufus Wainwright en Want One y Want Two y, claro, el arsenal habitual de canciones descarnadas, dramáticas, llenas de matices vocales e instrumentales, piezas de orfebrería minuciosa (su tiempo te tomas, Fiona) que, a veces, son más fascinantes en sus defectos (esa voz que se rompe, ese sonido desnudo y a veces desencajado, como descartando siempre la toma perfecta en lo técnico. O'Sailor, aquí en una toma en vivo en un show televisivo, con un excelso trabajo del batería, bordeando el pop, en Not About Love, con cameo en el video de Zack Galifianakis, y podríamos acabar mencionando todo el disco, porque sería un crimen olvidar Tymps, porque Fiona Apple muestra tal dominio de su carrera que no se permite el relleno. Quince años después, sigue fiel a ese estilo, pero su depuración es, curiosamente, lo contrario: lo ha ensuciado, le ha añadido aristas, lo ha despojado de su pátina de sofisticación y satén (ya muy limitada) para transformarlo en árido y rasposo. En extraordinary machine toda esa genialidad ya se manifiesta y aflora, es un disco de una brillantísima artista ya situada muy cerca de la cumbre.
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