domingo, 20 de enero de 2019

The Beach Boys: Pet Sounds

Año de publicación: 1966
Valoración: imprescindible

Indagar sobre las razones por las que ciertos álbumes clásicos de la historia de la música son encumbrados en las sucesivas listas definitivas de los mejores discos de la historia resulta estimulante, pero a veces también, un poco frustrante. Cierta sensación de estar perdiéndose algo cuando uno no acababa de tener el mismo entusiasmo hacia esos discos, como una impotencia difícil de definir sobre la capacidad sensorial propia. 

Por suerte, la genialidad acaba encontrando su curso entre el escepticismo, la insensibilidad, la ignorancia, llamadle como queráis, y este es el caso de Pet Sounds, álbum con el que me hice ante el aluvión (aún persistente) de sitios y publicaciones que lo consideraban el mejor disco de la historia y que tardé algún tiempo en comprender de forma definitiva, proceso irreversible que esta reseña puede cerrar.

Porque, para empezar, hay que situar el disco en el contexto del año de su edición, con un mundo polarizado por la dicotomía Beatles/Stones, y con un grupo estadounidense y de intención estadounidense, que había acumulado discos que parecían monopolizados por estereotipos propios: el surf, California.

Y Pet Sounds representa un desmarcaje de ese sonido y de esas temáticas. Incorporando las técnicas vocales propias de sus anteriores trabajos, pero con un sonido elaborado, innovador, sin miedo alguno a la incorporación de instrumentaciones o arreglos ajenos al universo sonoro que acaparaba la producción musical de la época. Vientos, cuerdas, nulo protagonismo de los códigos sonoros del rock: no oirás un solo de guitarra ni un redoble de batería. Esto es pop barroco tal como eso podría interpretarse en aquella época. 
Por supuesto, nada de eso se sustentaría sin la aportación de unas composiciones con muchos visos de asomarse a la eternidad. Wouldn't It Be Nice, armonías vocales, cambios de melodía, tono algo melancólico, inauguraba una serie de composiciones excelsas donde los arreglos suntuosos ayudaban a identificar capas a cada escucha, y que mantenían ciertos aires de referencia a los hits surferos, pero aportándoles una cohesión propia de un álbum antes que de hits rodeados de material de relleno.
Claro que las voces continúan ahí, pero los aires son más maduros, más contemplativos, como si el grupo estuviera absorbiendo otra clase de sonidos y quisiera organizar su particular Kid A.  Sloop John B confirma esa especie de sentimiento crepuscular, que ha tomado cuerpo ya en la segunda canción You Still Believe In Me, con los arreglos orquestales haciéndose fuertes en las canciones, edificando el mito del disco como un obvio adelantado a su época. Apenas cuarenta minutos de música cuyos ecos resonaron por décadas. (34) Let's Go Away For Awhile adelanta prácticamente en sus escasos dos minutos toda la oleada lounge que explotaría más de tres décadas más tarde (Air debieron metérsela en vena mientras grababan Moon Safari) y no es difícil encontrar ecos de God Only Knows en elementos tan dispares como hits de Alaska y Dinarama o la discografía de grupos como Stereolab o Broadcast.
En resumen, un disco extraordinario con la capacidad de superar a cada escucha y pegarse al cerebro; el surf se acabó, creo que dijeron, y Brian Wilson y sus adláteres se las vieron y se las desearon para superar ese hito.

1 comentario:

  1. Sin desdeñar la aportación de los Beatles e Stones al pop-rock de las últimas décadas, este disco de Beach Boys es, a mi modo de ver, el exponente máximo de la música contemporánea, el nexo entre lo clásico y lo moderno.

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