domingo, 1 de julio de 2018

Björk: Post


Año de publicación: 1995
Valoración: muy recomendable

Björk vestida de una manera más o menos terráquea y con una mirada transparente directa a cámara, con un aspecto sexy y natural, más cercano a una chica de portada de alguna revista glamourosa que a los excéntricos looks que han decorado sus discos posteriores. Y profusión de colorines, como si fuera una pop-star al uso y publicara singles que alcanzan puestos de un dígito en las listas.
Bueno: estuvo a punto de ser así. Post (atentos al juego de palabras) fue el segundo LP de su carrera en solitario tras haber deslumbrado con Debut y el mundo esperaba grandes cosas de la islandesa y ella estaba en condición de ofrecerlas. Y si en su primer disco había contado con Nellee Hooper como productor aquí se había acercado (dicen las malas lenguas que mucho) a dos estrellas del firmamento vanguardista de la época: Tricky, factótum de la eclosión trip-hop y Goldie, de la escena drum'n'bass, tal era su ojo y tal era su sintonía con la más rabiosa actualidad. Y claro, el disco es, otra vez, excelente, casi más brillante que su primer disco pues todo se matiza más y se entrega de una forma más madura, despojada de las urgencias propias de los primeros discos (esos en los que los artistas suelen querer mostrarlo todo y a veces les pierde esa precipitación), e incluso diría que esa policromía de la portada trasciende a la música, que escapa un poco a esa producción levemente lo-fi de Debut y añade brillos. Por ejemplo, The Modern Things, canción oculta, casi agazapada, detalles de producción de los que enriquecen, o la íntima Possibly Maybe, producida por Scanner (uno de esos músicos de las vanguardias IDM que innovaba a cada paso que daba), con su aire naif. No tan  naif, por eso, como  It's oh so quiet , homenaje encubierto a sus orígenes jazz en forma de número de big-band. Post como disco no hace tantos guiños a la escena house como hizo Debut. Es un disco más maduro y más consciente del rango de figura del star-system alternativo al que Björk se había elevado merced a un itinerario de perfecto diseño. Contiene una de las mejores canciones de la carrera de la islandesa: Hyperballad  es definitoria desde su título hasta su desarrollo: un cruce de estilos que ahora podría ser que nos pareciera algo forzado, pero que aquí funciona. Añádase la épica de Isobel, crescendos de cuerda y aire sinuoso con más de una deuda a los devaneos lounge propios del momento y ya tenemos un disco esplendoroso, a pesar del arranque algo fallido que constituye  Army of Me
Y cómo evitar hablar de la Björk posterior. Aún armaría un par de excelentes discos antes de empezar a digerir mal eso de ser alguien a quien se le permitía todo. Grabó un disco (Medúlla) sin apenas intervención de instrumentos: solamente voces. Empezó a dar la espalda (cosa perfectamente disculpable) al público potencial de la escena pop, y empezó a creerse que su ejército de fans podía tolerar cualquier cosa, y a veces esa excentricidad puede dar sus frutos, claro. El problema es que la excentricidad no es un valor per se, sino una circunstancia que permite sorprender. Y me da que, en los últimos lustros, Björk la ha usado para encubrir cierto bloqueo de inspiración.
Pero puedo estar equivocado.

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