Valoración: muy recomendable
Dudo que la aportación de un personaje como Andrew Weatherall a la evolución del sonido electrónico, y por extensión, al desarrollo de la música de vanguardia y la búsqueda de nuevos sonidos tan propia de la última década de siglo anterior, llegue a ser justamente valorada. Hagamos algo para ello que no ocurra.
Primero; presentar al personaje. Un tipo enjuto y avanzado por completo a la estética hipster: barbudo y tatuado hace veinte años cuando eso aún se asociaba a ambientes rudos y carcelarios. Un aspecto levemente ido que se incorporaba de alguna manera a las sonoridades que creaba, con aires de dub, con sonidos extraños, con elementos sonoros poco ortodoxos que rebelaban una especie de choque entre elementos aparentemente discordantes, orgánicos y digitales. Soundsystem meets Kraftwerk o algo así.
Sus primeros logros surgieron en el muy transitado (en los 90) campo de la producción y las remezclas. Su trabajo en Screamadelica empujando a una banda renqueante como los Primal Scream hacia el Olimpo le aportó fama y prestigio que usó para, desde ese justo momento, dedicarse a hacer lo que le salió de las narices. Montó sellos, lanzó recopilatorios, produjo grupos de fama fugaz, remezcló todo tipo de artistas (en esa época una remezcla podía constituir una transformación creativa de tal envergadura que en muchos casos hacía palidecer al material original), con lo que era más que lógico que su desbordante creatividad y capacidad de trabajo se canalizara en proyectos propios.
Haunted Dancehall fue el segundo y último disco de su proyecto inicial, The Sabres of Paradise, tras un primer disco, Sabresonic, algo irregular, más condicionado por sus colaboraciones con otros artistas. En Haunted Dancehall, estética de cómic de terror, ligeramente vodevilesca, Weatherall deja atrás los devaneos con el sonido más cercano a la pista de baile y destapa el tarro de las esencias. Publica el sello Warp, templo de todas las grandes estrellas de la IDM, sello cuyos discos podías comprar prácticamente a ciegas en cierta época (Aphex Twin, Autechre, Black Dog Productions), y ello significaba completa libertad.
Vaya que se la tomó. Haunted Dancehall queda configurado (los títulos de las canciones sugieren hasta cierto aire narrativo) como una especie de excursión de aires nocturnos y portuarios, con sus episodios y sus paradas en entornos más o menos concretos, aunque el inicio tiene aires casi de Kraftwerk, con una especie de sonido líquido, casi distorsionado, un par de minutos iniciales que parecen no concretarse en nada, entre burbujeos y efectos, hasta la irrupción de Bubble and Slide II aporta cierta calidez, el sonido sigue siendo metálico y tosco pero se va enriqueciendo y empieza a incorporar los aires que dominarán el disco. y es que sin abandonar el absoluto predominio de la instrumentación electrónica, la música empieza a tornarse cálida, irreal, frágil. Duke of Earlsfield parece emparentar mejor con bandas sonoras de películas de bajo presupuesto que con el destello iridiscente de las raves. Qué se debieron fumar en ese estudio. La parada en Jamaica (la parte de Jamaica más cercana a Marte, por eso) que representa Wilmot viene a confirmarlo. Imposible definirlo: dub, dancehall y calypso electrónico en aquello que parece ser como una especie de broma pero que se pega de inmediato a la memoria y a las suelas de los zapatos. Este disco tiene casi 25 años y muchos de sus planteamientos no han sido superados. Oírlo con unos buenos auriculares a un volumen generoso solo hace que desvelar todo lo que pasa por debajo, hasta llegar a esa especie de finále épico que es la canción que le da título. Difícil concebir que el punto de partida de esta música pudiera ser el house de bombo estricto de Detroit de apenas cinco años antes, pero una secuencia muy lógica.
Weatherall siguió, claro. Publicó sesiones de DJ modélicas, formó nueva banda (Two Lone Swordsmen), se acercó al deep-house, a los click'n'cuts, hasta a ciertos sonidos más orgánicos, continúa pinchando y produciendo música y, en lo sonoro, experimentando, probando cosas.
Probar cosas. Qué raro suena eso hoy.
Creo que es un buen momento para volver a escucharlo. Recuerdo ese inicio con sonido de cañería que me dejó alucinado. A partir de este disco y de Smokebelch, intenté seguir de cerca la carrera de Andy Weatherhall como músico y productor. Atención al olvidado y maravilloso "Morning Dove White" de One Dove.
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