domingo, 1 de diciembre de 2019

Weyes Blood: Titanic rising

Año de publicación: 2019
Valoración: muy recomendable

Curioso recordar lo que andaba comentando hace unas semanas sobre el disco de la Electric Light Orchestra y el momento en que éste se publicó. Por las circunstancias que sea, es obvio que (exceptuando grandes movimientos que llevan décadas desarrollándose) la situación de la música hoy es muy diferente, aunque sea producto de factores fuera del alcance de la industria. No hay corrientes dominantes ni modas arrasadoras que eclipsan y anulan a las demás. La gente crea música (muchos lo creen así), la gente escucha música sin que existan, en muchos casos, transacciones, podría afirmarse que no existe un escenario de incompatibilidad, no hay una sensación de que una corriente perniciosa sofoca y coarta a una corriente antagonista. 
Cosa que explica que uno se sienta libre para valorar los discos sin la necesidad de empaquetarlos ni la urgencia de mostrar coherencia a rajatabla.
Y un disco como Titanic Rising hubiera sido de muy mal juicio hace un par de décadas. Pop suntuoso, exuberante en su instrumentación, pulido en lo sonoro con una brillantez que no deja indiferente, impecablemente interpretado en lo vocal. Nada más lejos de lo espartano o el improvisado espíritu DIY. Weyes Blood, alter ego de la estadounidense Natalie Mering se ocupa de amontonar influencias a veces dispares, incluso alguna de ellas distante de los escenarios que esta música parece evocar, con su fuerte componente visual. Así que su voz puede recordarnos (obviamente habla de Court and spark como uno de sus discos favoritos) a la grave elegancia de Joni Mitchell, pasada por tamices algo menos añejos (Aimee Mann o Fiona Apple, ambas tocadas por la magia de la factoría de Jon Brion) o incluso directamente diferentes, cuando los dos instrumentales y las largas intros de colchón sintético no desentonarían en los discos ambient de Brian Eno, y a la vez cierta solemnidad refiere a la época dorada de kd lang.
Como todo disco con hechuras de clásico, la apertura es brillante; A Lot's Gonna Change resulta difícil de explicar con su perfección, sus deliciosos vocales, ligeramente ensoñadores, esa melodía conducida por la voz y apoyada por las cuerdas, una sensación de crescendo y de plenitud, de asistir a una demostración de música en su totalidad, despojada de otra cosa que no sea el compromiso sincero (apenas 37.000 visitas en Youtube: alucinante). Andromeda no desmerece, con sus aires dreamies y su guitarra slide, como si fuera compatible un cierto aire country dedicando una canción a una galaxia. Everyday resulta una pequeña ruptura, amagando a un mid tempo y con un video de aires frívolos y un incómodo toque mansoniano o hasta lynchiano elevado por esos coros levemente lisérgicos. Y el disco mantiene ese tono que combina sensación de irrealidad y confort con un sonido primorosamente concebido y ejecutado. El listón alto, y a estas alturas parece definirse que el disco del año será disputado por tres solistas femeninas con registros bastante diferenciados. Deliciosa casualidad.

1 comentario: