domingo, 8 de diciembre de 2019

The White Stripes: Elephant

Año de publicación: 2003
Valoración: muy recomendable

Si alguien le planteara a un músico de Detroit la posibilidad de que, décadas tras su publicación, el riff de guitarra de la canción que abre uno de sus últimos discos formaría parte de los cánticos etílicos celebratorios de masas enfervorizadas de hooligans futboleros (quizás de algún otro deporte), digo yo que, como mínimo, arquearía escépticamente la ceja.
Aunque Jack White, con su contundente aspecto a medias entre domador de circo, figurante de Piratas del caribe y admirador irredento del Prince de la era Alphabet City, no pensaría demasiado en ello. Hablamos de un músico casi en estado puro, permeable, claro, a su entorno, pero (vedle aquí de Masterclass con The Edge o el mismísimo Jimmy Page) consciente de que, en algún momento era el mejor guitarrista del planeta, capaz de arrastrar a la gloria canciones parcamente ejecutadas (acompañado solo por Meg White, batería poco dada a las florituras) simplemente con su avasallador dominio técnico de las seis cuerdas, los pedales, el fuzz, el feedback y todas esas cosas.

Elephant es uno de los últimos álbumes del grupo antes de su disolución y obviamente el más popular por la inclusión de Seven Nation Army, pero digamos que es un disco ya en su cumbre indie y con el grupo siendo venerado por un público fiel, que ya ha depurado su estilo y que ha dejado atrás devaneos con esta u otra escena y se ha lanzado hacia el sonido propio, un sonido más ecléctico de lo que sus singles pueden hacer creer, incluso sosegado e introspectivo en momentos (anticipando algunas de las posteriores direcciones de White en solitario), pero siempre gobernado por un sentido de la austeridad (no hay apenas teclados, no hay sobreproducción), compensado por una decidida voluntad de hacer todo el ruido posible con los recursos a su alcance. Así que White ocupa los rangos vocales propios de su extraña voz, solamente ayudada por algo de eco, pero sin miedo de sonar hiriente, casi saturado, a veces atenuarse en exceso o ceder protagonismo a Meg en In the Cold, Cold Night, pero firme y decidido en su propósito de esparcer sus habilidades musicales. Ahora es un agresivo número corto que parece un descarte (por rugiente) número de los Strokes en Hypnotize, ahora siete minutos de blues-rock pegajoso y casi narcótico en la impresionante Ball and Biscuit, decantándose entre dos Jimmies, Page y Hendrix. Todo ello pulido con una producción llena de aristas y suciedad, como corresponde al grupo, pura metralla al grito del play it loud para testear amplificadores y paciencia de vecinos. Permeables a lo nuevo, Michel Gondry les fabricaría un video con aspecto artesano para Hardest button to button, otro de esos riffs que no abandonan el cerebro del oyente por semanas, otra demostración de que la batería no requiere florituras: caja al suelo y explosión de charles en el estribillo.
Para qué más.

1 comentario:

  1. Cuando tenía 20 años, este disco lo gasté, pero mal. Aguanten los White Strippes!!!

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