domingo, 13 de octubre de 2019

The Strokes: Is This It


Año de publicación: 2001
Valoración:  imprescindible

Gloriosa portada que parece predestinar al disco, The Strokes eran, como colectivo humano, algo casi arquetípicamente neoyorquino, combinaciones de apellidos y nombres de distintos orígenes: uno de sus componentes, hijo de un antiguo cantante melódico (Albert Hammond Jr.), otro lo era del capo de una reputada agencia de modelos (Julian Casablancas). Estamos en el NY de los primeros meses del milenio. El WTC sigue en pie y la crisis consecuente a su destrucción ni se intuye. Esos cinco tipos (añadid otros tres que seguramente serían compañeros de estudios o algo así) organizan una banda y apuestan por un sonido tosco, directo, sucio, poco producido, incluso buscan un productor que transmita esa urgencia, esa inmediatez. Quieren grabar en una toma y como si fuera en un concierto.

Supongo que sabían que lo que se llevaban entre manos, en algún momento se darían cuenta que las suyas eran buenas, excelentes canciones, condenadas a convertirse en clásicos de garage-rock.

Sabían, por ejemplo, que en esa decena larga de canciones había más ideas que en toda la discografía de, por ejemplo, los Ramones. Aún así, no he visto camisetas de los Strokes en el Zara. Será que el mundo es un lugar cruel e injusto.

Obviamente sus influencias cercanas y lejanas eran visibles y perceptibles: la voz levemente nasal de Casablancas es tratada en muchos momentos para acercarla a la verborrea drogota y descarada del primer Lou Reed. Sus limitaciones vocales son neutralizadas usando un filtro que la acerca a la del Iggy Pop cuando los Stooges, sabéis. Ciertos arranques y parones y algunos juegos de guitarra en Someday parecen sacados de los Smiths de las demos y las caras B y las Peel Sessions. Ciertas subidas de intensidad remiten a los Pulp más encendidos. La Velvet Underground, Wire o los primeros Magazine pululan por ahí, claro. Las propias pintas de los tipos parecen sacadas de entrevistas cuál es tu estilo a la puerta del CBGB en 1979. La portada arty puede recordar a los experimentos en blanco y negro de Andy Warhol.

Todo podría parecer un pack, claro.

Pero insisto: están las canciones. Lo que normalmente la gente espera en un disco. Menos de 40 minutos que, ya sabemos cómo era cierta prensa musical cuando vendía cientos de miles de ejemplares, representaban, dijeron, el renacimiento del rock'n'roll. Claro que sí. El rock muere y hay que encontrar mesías que lo hagan renacer, y estos serán Led Zeppelin, los mencionados Smiths, los Arctic Monkeys, los Sex Pistols. Necesitamos energía primaria, guitarras saturadas y músicos con aspecto de adolescentes problemáticos ante el dilema vida respetable/delincuencia de menor grado.
Y vuelvo al estereotipo: The Modern Age, video donde lo primero que hace Casablancas, cigarro en mano, es echar un trago de cerveza, ritmo 4x4, bajo trotón, puntuales devaneos de la guitarra, la voz de Casablancas, cambios de acordes, final glorioso con nota arrastrada. Last Nite, otro ejemplo casi paradigmático, el tipo va empujando a los miembros de grupo y los micros que enfocan a la batería acaban por el suelo.
Quizás en su casa el servicio se negaba a entrar en su habitación llena de latas vacías y ceniceros a rebosar. Todo muy punk: quizás no un punk de suburbio de zona industrial británica, quizás un punk de Quinta Avenida y Central Park, pero la actitud funciona. De hecho, conforme el disco avanza, empezando por una entrada sorprendentemente contenida, casi un medio tiempo en Is This It?, el disco se acelera, se vuelve agresivo como para avisar al oyente de que urgencia y contundencia, crudeza y pureza son los códigos aquí, y no se va a renunciar a ellos ni en el último minuto. Desde ese momento, no hay descanso, el ritmo de Soma parece prestado del krautrock pero su final no puede ser más lejano a un paraíso sintético. Take it or leave it lo confirma con sus respectivos diálogos vocales y de guitarra. Intensos como ellos solos sin necesidad de apoyo adicional. Alone together, por ejemplo, demuestra que sus prestaciones como músicos estaban bastante lejos de las de algunos niñatos consentidos (por ejemplo, las de algunos grupos de la Movida madrileña): esos fraseos de guitarra requieren cierta pericia que cuesta más de una docena de ensayos alcanzar.

Total: un disco arrasador cuya repercusión cuesta abarcar. Dejémonos de soplos de aire fresco, simplemente cinco tipos empeñados en demostrar que un determinado sonido no tiene porqué darse definitivamente por agotado.

Curiosidades: el disco cambió de portada de forma absurda (supongo que problemas de censura en algún país) y su tracklisting se alteró prescindiendo de la agresiva New York City Cops que se juzgó inoportuna al coincidir con los atentados del 11-S.

1 comentario:

  1. Hola. Gran disco y gran descubrimiento en su momento cuando uno creía que ya no se podían hacer discos de rock con canciones buenas de principio a fin.
    Se lo regalé a una amiga y meses después sonó "Last Nite"en su boda. Le había gustado, sin duda.

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