domingo, 14 de abril de 2019

Billie Eilish: When We All Fall Sleep, Where Do We Go?

Año de publicación: 2019
Valoración: muy recomendable, pero posiblemente imprescindible

Billie Eilish tiene, a fecha de redactar esta reseña, 17 años. Y este es su primer disco grande, pero lleva ya tres años (echemos la resta: 14) colocando sus canciones en todos esos canales alternativos que tanto nos desorientan a los que aún pensamos que la música está en las tiendas, sobre todo. Pero no temáis: ni ha salido de la factoría Disney ni ha empezado su carrera haciendo canciones irritantes de diva precoz. O sea, opino que hay que tomarla muy en serio. Y en este disco de largo y extraño título e inquietante portada muestra sus influencias y casi humilla a algunas de ellas. E influencias, manifiestas, voluntarias o no, las hay a patadas, tan a patadas que su mezcolanza consigue erigirse en algo propio, original, quizás decir único sea ya exagerar.
When We All Fall Sleep, Where Do We Go? toma su título de una de las estrofas de uno de sus singles, la inquietante bury a friend. He dicho singles porque es, en el momento en que escribo esta reseña, una de las canciones que cuenta con un soporte visual, no siempre agradable (Chris Cunningham sería otra influencia), pero otro punto fuerte de todo el despliegue promocional que Eilish ha creado o conseguido u orquestado. Que no tiene que hacernos olvidar lo real. este disco es descomunal, inmediato, y, ya iba tocando decirlo, simplemente impropio de un artista de su edad, aunque haya contado con la ayuda de un hermano mayor de, toma viejales, 21 años, en las labores de producción y diseño de un sonido que cuenta con infinidad de detalles que lo convierten en atractivo al instante, a poco que uno tenga el mínimo interés en ciertas sonoridades. Un disco variado en sus texturas y un auténtico despliegue sonoro que revela que este par de mocosos han digerido muy buenas influencias, sean propias o del arsenal paterno (hijos de artistas, ya se sabe) y que el producto de su digestión resulta excelso. ilomilo, por ejemplo, un teórico tema menor (o sea, no tiene video) condensa, en sus escasos tres minutos, ecos de Depeche Mode (era A Broken Frame), Kraftwerk, un retorno reminiscente de Blur  y un sonido cercano  a Jamie XX. Y es fascinante. Y xanny, segunda canción, resulta ser una torch-song con bajo y vocales super-saturados y aromas de blues y jazz, que alude a Billie Holiday, a Bjork, a Erikah Badu. Eilish canta con un bagaje técnico y emocional descomunal, las letras suenan tan vividas y tan sinceras, tan crudas que uno no se quita de la cabeza la edad, 17, y Eilish puede parecer un hype, pero en cuatro canciones se ha pulido a todas esas divas entronizadas en los últimos años: Lorde, Lady Gaga, Lana del Rey (obvia influencia primeriza y curiosa coincidencia con las canciones que se hacen más prescindibles a la larga) Grimes, Rosalía, se las ha merendado a base de desparpajo y cierta clase indefinible, claro, pero se las ha merendado gracias a su talento y a un material que, de tener continuidad, de conseguir que la previsible sobreexposición lo salvaguarde y permita una maduración alejada de distorsiones, podríamos estar presenciando el auge de una auténtica estrella, capaz de todo; de empezar un disco con deep house, bad guy, a lo Disclosure y, catorce canciones después (sin ninguna que no muestre detalles, hasta el aire pop de anuncio de yogur de all the good girls go to hell - que además suena a los Arctic Monkeys del último disco o el regusto folk de 8), acabarlo con una especie de trilogía emocional que se inicia con otra maravilla, listen before i go, recreando un ambiente tenuemente cósmico (aquí hay aires de Goldfrapp o de Frank Ocean.). Y lo curioso es que para este colosal logro ni ha tenido que recurrir a la fiebre de las colaboraciones ni al recurrido pero cansino truco (aunque reconoce una gran admiración por Tyler The Creator) de sentirse tentada a rapear.
Lo dicho: un auténtico viaje de apenas 45 minutos, lección magistral bien aprendida de una artista (que ya había publicado abundante material, puede que algo inmaduro, pero siempre meticuloso), valiente, innovadora en los arreglos (esos bajos, esos detalles percusivos, esos fascinantes juegos de voces dobladas, esa administración de los silencios, esa enorme variedad de sonidos, este es un disco melancólico, con letras duras de asimilar cantadas en esa edad, no triste ni forzado, así que ni caso a quien lo defina como pop lúgubre) pero ahora concentrado en largo formato, música altamente atractiva que genera una urgencia de escucharla de nuevo, una sensación de irresistible magnetismo que particularmente me confunde y me aturde. Uno se pone este disco, la audición con auriculares es una experiencia mu aconsejable, y aconsejo ser generoso con el volumen, y piensa que no puede haber nada mejor, que esto es  nuevo y refrescante y suena de maravilla y el pack es perfecto. Estas canciones se cuecen en el estómago - esos putos graves - se incrustan en la memoria y cuesta quitarse de encima la tentación de volver a escucharlas, y apenas he mencionado unas cuantas: todo el disco es así y si hubiera de juzgar el disco por la docena larga de escuchas iniciales, este sería un disco imprescindible.
Pero aún es pronto para decirlo. De momento, para que haya un mejor disco en 2019, creo que solo Frank Ocean o Vampire Weekend puedan tener algo que quede a su altura. El listón ha quedado muy alto.

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