domingo, 3 de marzo de 2019

J Balvin: Vibras


Año de publicación: 2018
Valoración: ejemplar (y recomendable)

Un nuevo estilo musical se apodera del gusto de la gente joven. Es simple y repetitivo, se diría que machacón. El ritmo es prácticamente el mismo en cualquier canción y sus mensajes son exasperantemente primarios, casi todos ellos basados en las relaciones personales y estableciendo analogías poco disimuladas de carácter sexual. Pero es un estilo que está condenado a no perdurar. Tan pronto la gente se canse de oír constantemente lo mismo, tan pronto como la gente se canse de sus estrellas emergentes, el estilo desaparecerá o quedará confinado a un rincón minoritario, y se regresará a los cánones de calidad y respeto por las formas, de las cuales igual nunca debería haberse salido.

Su nombre empieza por R.

Pregunto: ¿no pensáis que esto se dijo del rock'n'roll en los 50 o del rap en los 80?
Pregunto: ¿quién nos otorga la vara de medir para decir que este género tan denostado no puede evolucionar, como hicieron los dos nombrados como ejemplo. 
Pregunto: ¿y por qué evolucionar, si a la gente a que gusta el género puede que le guste así, y ya está? ¿Es que hay que evolucionar siempre hasta alcanzar la zona en la que el oyente "promedio" se siente cómodo y puede seguir aplicando sus prejuicios y su conocimiento de la verdad absoluta?
¿Es que tenemos que mantener nuestros oídos bloqueados ante ciertas músicas porque hay una barrera que ya desistimos de intentar franquear? Y esa barrera: ¿cultural, social, de idioma, de raza, de clase, generacional? ¿De verdad creemos que hemos de auto-limitarnos el acceso a según qué música alegando según qué argumento? ¿No será que no soportaríamos que nos gustara la misma música que a según quién? En algún sitio tiene que estar escrito, sí, que no puede gustarte a la vez Leonard Cohen, The XX, los Jam y J Balvin. O sea, que ciertas cosas son excluyentes, y que algo inconcreto que flota en el aire dictamina y determina esa incompatibilidad.
O sea, que algunos somos LOS ELEGIDOS.

(espacio dejado en blanco para que os echéis por el suelo de la risa)

Lo reconozco: aunque intentemos reseñar novedades de vez en cuando, este blog no tiene otro remedio que ir un poco a remolque de la atención que medios más poderosos marcan. Ese es forzosamente un primer filtro porque ni asistimos a prèmieres ni accedemos a maquetas o a conciertos de estrellas en ciernes. Nos nutrimos de nuestras colecciones, de las plataformas de streaming y de esa persistente nube de opinadores que nos influye a ir probando. Lo de ir probando es algo sumamente aconsejable en lo concerniente a la música, y algo sustancial a eso de ir probando es encontrarse con cosas que a uno no le gustan. O que no le gustan a la primera.
Es obvio que si J Balvin no hubiera sido portada de RockDeLux, una revista que no suele claudicar con las corrientes mayoritarias, yo hubiera seguido prescindiendo de escuchar sus discos. Pero Balvin no es un fenómeno puntual: Vibras es su quinto disco. También es el primer músico colombiano al que prestamos atención aquí, y quizás aquí podría iniciar una disertación que se extendería por unos cuantos párrafos sobre la creciente influencia de la comunidad hispanoparlante en Estados Unidos y, por tanto, en una parte muy sustancial de la industria musical. Lo dejo ahí. Pero cinco discos son ya suficientes para comprender que esto no es un éxito de un tipo que entrega a un mercado lo que el mercado quiere hasta que la gente se harta de él. Tampoco es que entonces necesariamente la calidad (¿qué cojones es la "calidad"?) tenga que estar presente por esa circunstancia. Vibras es un disco que obviamente habrá contado con el apoyo (supongo, condicionado) propio de esa infraestructura que, hallado el filón comercial, pretende que este continúe dando resultados y que, en la medida de lo posible, genere su correspondiente star-system que le aporte continuidad. Puede, entonces, que la industria simplemente se haya decidido por apostar fuerte por el reggaeton (vaya; decenas de líneas y no había dicho la palabra de marras) a base de señalar a sus figuras señeras y no escatimar en medios a la hora de producir sus discos, aportar colaboradores, promocionarlos, organizar giras. Todo eso que cierto sector del mercado respeta sin dudarlo si lo hace Radiohead, por ejemplo.
Si os dáis cuenta, toda esta parrafada es una mera justificación. Hablaré de Vibras. Portada austera a más no poder, incluso algo cutre. El nombre del artista no figura en ella: no hay desde luego ninguna de las imágenes que uno espera de un disco de este género. Ni macho dominante rodeado de chicas ligeras de ropa en pose procaz ni vehículos de alta gama ni profusión de ropa de marca y tatuajes.
Hablemos de la música: el reggaeton es, básicamente, música para bailar. Incluso diría que para un tipo de baile concebido como preámbulo de algo más, erm, físico.  Basada en un ritmo suave, marcado, sincopado, pausado, y con un fuerte peso de la melodía a cargo de la parte vocal. Permitidme que haga una pequeña confesión: a veces es mejor no comprender la letra de las canciones que se escuchan. Este disco es un caso paradigmático: las letras son una acumulación de tópicos basadas en las relaciones personales, con una tonalidad romántica más respetuosa que algunos ejemplos del género, pero por lo general de una ligereza y una simplicidad argumental bastante patente. No es que yo fuera a esperar de una letra de J Balvin ningún mensaje vital de calado.
Tomemos como ejemplo el tercer tema del disco, Ambiente, con frases como "su pelo que le llega al suelo" o, visionando el videoclip refrescante y rebosante de estética caribeña, el sonrojante estereotipo (tipo al que le gusta chica cañón, pero ella prefiere las chicas, y, aunque le da un beso apasionado, vuelve con las chicas) solo puede quedar como un retrato arquetípico del estilo: letra memorizable, ritmo pausado e incluso atractivo, voz omnipresente pasada por auto-tune (ergo, luego los directos son insufribles, supongo). Aunque es curioso que contenga algunos hallazgos sonoros, que delatan cierta inquietud, quizás osadía. Ese amagar con un principio de silaba para ganar un pulso en el ritmo (aq-aquí), ese intercalar un primer golpe de una estrofa sobre el último de la anterior. Sobre una base que ya no es reggae sino dub. Venimos de un clásico como Mi gente donde los golpes de percusión son casi de batucada. Y vamos a Cuando Tú Quieras", este incorpora marimbas y todo, además de un título paradigmático que viene a demostrar que J Balvin quiere separarse del concepto machirulo del género y adoptar una actitud algo más "romántica".
Vibras, por supuesto, tiene algunas canciones horrorosas, supongo que concesiones pues no se trata de experimentar a destajo con el ritmo. No es justo es carne de fondo sonoro de reality-show, Machika es una apoteosis de vulgaridad, la colaboración de Rosalía, Brillo, es una buena canción, pero es una canción de Rosalía más que de Balvin.
Sugiero que oigáis el disco, intentéis despojaros de preconcepciones, no atendáis demasiado al contenido de las letras, y juzguéis por vosotros mismos.
Aunque eso es lo que habría que hacer siempre.

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