domingo, 16 de diciembre de 2018

Aphex Twin: Selected Ambient Works Volume II

Año de publicación: 1994

Valoración: casi imprescindible

Que este blog esté a punto de alcanzar sus dos años de vida (y, por tanto, y lógicamente haya superado las 100 entradas) y -  no me hagáis estrujar el cerebelo pensando si lo nombré antes - no hubiera prestado atención a Richard D. James empezaba a bordear la conducta criminal.
Claro que les ha pasado a muchos otros, diréis y no sin razón, enumeraréis una lista inacabable de artistas, obvio las mayúsculas, que aún no han disfrutado del honor de nuestra atención.
Pero las cosas son así. Sin Richard D. James nombre creo, este sí, el oficial, ninguno de sus proyectos hubieran tomado cuerpo y, aunque sea solo el representante destacado de una forma de hacer música, mucho de lo que hoy se escucha simplemente ni siquiera se crearía.
Electrónica de dormitorio. Ese concepto lo atrapé en algún momento y me parece que capta la esencia. Un tipo sentado ante un teclado probando qué tal suenan las cosas que salen de su cabeza. No una guitarra ni un violín ni una flauta dulce guardada tras terminar la escuela primaria. Una tarjeta de sonido, un laptop, uno de esos teclados. Quieres un oboe justo ahí, lo sampleas o lo creas y lo pones. Hoy, hasta con un teléfono móvil y unos auriculares sería posible. Magia digital, claro, la horrible presencia de la máquina interviniendo en el proceso creativo, etc. Pero sin esos músicos anónimos, muchos de los cuales han encontrado en internet la puerta abierta de par en par a la amplificación de su presencia y a la divulgación de su obra/trabajo/experimento/devaneo, mucha de la música que hoy nos fascina no existiría. Mucha más de la que os pensáis.
Porque hay un hilo invisible que lleva de Richard D. James a Blood Orange, que pasa por James Blake o por Squarepusher.
Y es de lo más punk. 
Cualquiera puede hacerlo.
No tienes que rendir cuentas a nadie ni explicarte sobre porqué haces eso que es tan raro y es tan invendible.
Bueno, necesitas talento. No agallas ni aparato promocional ni tipos apuntándote cómo tienes que hacer las cosas. Talento.
Se han dicho tantas tonterías sobre Richard D. James. Algunas frases incluían a Mozart o a Da Vinci. Porque es un excéntrico que crea sus instrumentos o los manipula para que suenen como lo hacen en su cabeza. Porque, cuando empezó a hacerse rico vendiendo puñados de discos cuyo coste de producción era nulo se compró un tanque. De esos que llevan un cañón. Espero que no lo hay usado aún. Apenas tiene lo que se viene a llamar una vida pública. En su cúspide eran constantes los rumores de que tal o cuál disco era otra de sus creaciones bajo alguno de sus numerosos (casi tantos como discos publicados) pseudónimos. Artistas ajenos a la escena electrónica se iban contentos con sus remezclas bajo el brazo - ya podían presumir de que habían sido remezclados por alguien en la cresta de la ola. Luego se les debía helar la sonrisa al ver qué poco de su trabajo original había quedado en esas obras que eran recreaciones libres, y más de uno se preguntaría si Richard D. James había llegado tan siquiera a escuchar el material que había remezclado. Mientras, él calculaba qué iba a hacer con los honorarios.
He visto un misil que tiene muy buena pinta.
Menudos cojones.
El disco que he elegido fue publicado por Warp y era la segunda parte de un primer proyecto que le publicó R&S años atrás. Usando su nombre más célebre, ese Aphex Twin por el que pregunté hace décadas en una tienda de discos y el dependiente me dijo ¿Afghan Whigs?. Tiene otras decenas de nombres, insisto, Polygon Window, Caustic Window, Blue Calx, Analord. Sus publicaciones se han espaciado, claro, vive, seguramente, de rentas y de licencias de sus hallazgos. O puede que esté detrás de música de anuncios o de películas. No necesita, parece, más que eso.
Pensar si este disco representa o no su obra es absurdo: es inabarcable. Para este disco basado en loops de música teóricamente ambiental (no lo es: he probado leer con ella de fondo y al final tu atención se va desplazando a las tímidas entradas de ritmos y a los logrados apuntes melódicos), eligió no titular las canciones, sino enumerarlas con unos discos segmentados (quesitos) en tonos predominantemente cálidos. Motivo por el cual nada es destacable: son dos CD's de ambientes gélidos, alejados del ruidismo y del ritmo que en otras muchas partes de su obra abraza con fervor, pero solo teóricamente orientados a algo parecido al chill-out. Nada que ver: las composiciones son brumosas, desestructuradas, aparecen igual que se van, pero dejan una sensación de incómoda fascinación donde uno piensa que el músico ha entregado más de lo que parece, y donde prefieres seguir oyéndolo. Que es lo que deberíais hacer.

1 comentario:

  1. Muy buen disco. Dicen que dormía a ratos y componía las melodías al despertarse de estas minisiestas.

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