domingo, 17 de junio de 2018

Reseña suicida: AC/DC: Highway to Hell

Año de publicación: 1979
Valoración: grotesco

Si el querido lector quiere hacerse una idea del interés que el heavy-metal me suscita, solo ha de echar un vistazo a las 80 reseñas previas de este blog.
Sin mencionar sus estilos extremos como el black metal. Me grabé el otro día haciendo gargarismos mientras la lavadora andaba en el ciclo de centrifugado y ahí había más música que en toda la discografía de Mayhem.
Pero hay que tocar todos los palos, dicen. Y qué hay más emblemático que AC/DC, posiblemente, junto a Iron Maiden, el icono del género. Unos vendedores de camisetas y de badges para chupas de cuero como éstos. Junto a los Ramones, adorados por los diseñadores del Zara o de H&M, que vieron en ellos la inspiración necesaria para cercenar el embotamiento a la hora de pensar en camisetas-de-niño-pequeño-que-demuestren-que-los-padres-son-gente-enrollada. Jamás tantos productores de tela negra de algodón tuvieron tanto que agradecer a tan pocos.
Situémonos. Qué mejor entorno para un título que el infierno y esas cosas. Qué mejor escenario cuando el heavy-metal tiene una finalidad primaria que es asustar e intimidar al oyente medio como vía de atracción del oyente joven. O puede que viceversa. A base de decibelios, para empezar. Y de iluminación y de pose personal. Cerveza en ristre, las hordas del género se pasean por los aledaños de las salas de conciertos y todos parecen ser de muy mal llevar. El aire satánico y las cruces invertidas. Wow. Quina por. 
AC/DC, o lo que queda de ellos después de que los excesos y el paso del tiempo hayan hecho mella en su formación original, son ya más un circo que otra cosa. Como los Rolling Stones y como cualquier grupo que se empeña en intentar irradiar energía adolescente décadas tras haber dejado de serlo. Eso se llama impostar. Se llama alargar las cosas y se llama repetirse.
Pero en 1979 el grupo debía estar en periodo de efervescencia creativa. ¿No? Y qué mejor ejemplo que el disco que se titula como su canción más conocida que, esto es la repanocha de la obviedad, abre el disco con ese riff tan emblemático que a su segunda repetición ya uno (el que la tenga) menea la melena al viento y se lanza a hacer acrobáticos saltos de air guitar (señores: hay concursos de éso- de verdad). Y ves al tipo ese, el de los pantalones y corbatín de colegial  (indumentaria cuyos motivos entran súbitamente en la Historia De Los Grandes Rockeros). Sí, el que en la portada luce cuernos y cola diabólica. Lanzándose arriba y abajo del escenario sacando la lengua ante el éxtasis de los fans, que suelen exigir más de lo mismo.
Pues el disco se acaba ahí. Ya está: dos riff, un ritmo seco de batería, y cuando entra la ¿voz? de Bon Scott (recuerdos a los primos) el disco ya lo ha dicho todo. Nos quedan unos cuantos gritos bastante molestos, mi parecer, y el estribillo, otro grito más para que los fans alarguen el espasmo. Decídmelo a mí. La primera vez que me puse este disco entero me dormí a la cuarta canción. Con auriculares. Me desperté pensando que era la quinta o la sexta (todas suenan igual) y resulta que el video de Youtube ya había saltado a una recopilación de grandes éxitos donde salían las mismas. Pruebo otra vez. Igual. Suficiente para un himno o suficiente para el himno de un subestilo o suficiente para que la gente en los conciertos ya genere sudoración en cantidad como para acudir al bar a por su Fanta Naranja. ¡Noooooo! ¡Quería decir cerveza! ¿Cómo pude equivocarme? Quede muy claro que AC/DC es a la música lo que Creepy es a Cien años de soledad. Una apuesta perfectamente válida de limitarse a la diversión inmediata y al disfrute efimero. Más allá de asustar a los padres o molestar a los vecinos, no se les puede exigir más.

5 comentarios:

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  2. Coincido con Juan: venganza.
    A mí sí me gustan AC/DC. No tengo claro si llamarles un grupo heavy, hard rock, o simplemente de rock and roll. Con mucho boogie. Y hombre las letras son eso, como se supone que ha de ser el rock and roll: sin mucha enjundia, para pasar un buen rato. Pecan los primeros discos de un exceso de machismo (muchas pelotas y tal). Pero te hacen menear la melena, quien la tenga, dicen Françesc que donde hay pelo hay alegría ; ) y de eso se trata menear el esqueleto (o la pierna citando a los propios AC/DC). Desde luego en todos sus primeros discos, hasta entrados los 90 incluso, tiene temas pegadizos, bailables, auténticos himnos para sus fieles. Son 2 acordes o tres pero eso era el rock and roll
    Buena reseña en cualquier caso, especialmente la parte dedicada al merchandishing y las camisetas, muchos grupos han vendido más camisetas que discos.
    Y un par de lecturas para quien tenga interés en ampliar información y pasar un buen rato: "Fargo rock city" de Chuck Klosterman, y el reciente "La historia del Heavy Metal" de Andrew O'neill.
    ¡Saludos!

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  3. A propósito del asunto de las camisetas:
    "Mucha gente lleva camisetas del Che Guevara. Seguro que no han oído un disco suyo en la vida"

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  4. Todavía recuerdo el placer de poner el single de Highway To Hell, en el plato, y disfrutarlo con la energía de los 15 años. El Heavy metal tampoco es lo mio, salvo excepciones, pero recuerdo el concierto doble, en la Monumental de Meat Loaf y Whitesnake, donde entre un grupo y otro, en la música de ambiente pusieron el tema, y toda la plaza de toros se puso a cantar el tema al unisono improvisadamente, desde luego esta gente calaron en la peña de una manera especial.
    Del segundo tema del disco Girls Got Rhythm, plagiaron Coz, el tema Las chicas son guerreras.

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