Valoración: muy recomendable
Para que Simple things fuera su disco de debut, el bagaje de Henry Binns y Sam Hardaker, responsables de Zero 7, no era poca cosa. Antes de afrontar material propio habín aportado labores de remezcla a un ramillete bastante variado de artistas: desde el sobrevalorado Lenny Kravitz hasta los mitificados Lambchop pasando por N*E*R*D (el semi-desconocido proyecto de Pharrell Williams) hasta unos tales Radiohead o Terry Callier.
Trabajos que habían llamado la atención por su espectacular tratamiento del sonido. Uno diría que la palabra "suntuoso" ajusta a la perfección en esos arreglos solemnes, lujosos, repletos de cuerdas y vientos, alineados a partes iguales con bandas sonoras, con cierta corriente lounge en boga en el momento de la edición del disco (sin llegar a las derivaciones lisérgicas de grupos como The Gentle People o al cachondeo kitsch de The Mike Flower Pops). Pero con ciertas tendencias más clásicas: trabajos de Marvin Gaye o de David Axelrod son referencias obvias.
Simple Things combina música instrumental brillantísima: Polaris parece ser capaz de agitar ella sola una revisitación de todo el space-jazz, mientras Give it away parece homenajear a otros reyes del downtempo como Air, con sus delicadas guitarras acústicas, y End Theme cumple a la perfección con lo descrito en su título.
Pero la ubicación en la fama fugaz del grupo (seamos sinceros: sus siguientes discos dejaron bastante que desear al forzar una repetición de la fórmula que aquí triunfa de forma espontánea) cabe atribuirla a las extraordinarias canciones vocales al viejo uso que intercalaron aquí: piezas de ampulosos arreglos y aires soul y hasta blues donde demuestran un extraordinario gusto a la hora de elegir socios. Lanzan a a la fama a una desconocida (entonces) Sia en Distractions, coquetean con el dub y el sonido jamaicano en la inicial I Have Seen y alcanzan el cielo en This World, balada apocalíptica donde las haya, auténtica enseña de un disco que es aún hoy un tour de force, un álbum sorprendentemente consistente que se enmarcó en la corriente downtempo, chill-out o cómo narices se etiquetara entonces con tal de venderla, en una época donde Napster ya empezaba a enseñar hacia dónde se aventuraba la industria musical como consecuencia de su desmedida avaricia.
Pero de eso no toca hablar hoy.
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