domingo, 5 de septiembre de 2021

Martin Stephenson and the Daintees: Boat to Bolivia

Año de publicación: 1986

Valoración: muy recomendable

 La segunda mitad de los años 80 es, musicalmente, un desastre. Si repasáis esas megalistas sobre los mejores discos publicados en 1985, 1986 o 1987 apenas hay discos de artistas nuevos. Solamente discos de artistas que habían iniciado antes sus carreras, como Depeche Mode, New Order o The Smiths. La new wave quedaba atrás, las explosiones techno y hip hop aún estaban en el horno. Un disco de una mediocridad absoluta (lo siento, Marc) como The Joshua Tree era ensalzado por las ventas y la necesidad del público de agarrarse a algo que sonara a trascendente. No había ninguna nueva escena emergente, y la abulia reinaba hasta magnificar el surgimiento constante de one hit wonders como Tanita Tikaram, Tracy Chapman o Johhny Hates Hazz (madre mía ese nombre). 

Martin Stephenson and The Daintees fue un grupo de Newcastle con aspecto de personajes de Steinbeck o Faulkner. Bien lejos del glamour, y con una obvia influencia del folk americano, publicaron, en medio del erial presente y a través de Kitchenware, sello que había publicado los primeros discos de Prefab Sprout. un disco, este Boat to Bolivia, que aún suena sincero y brillante, aún cuando esas sonoridades han quedado desfasadas y a merced de las algo repetitivas figuras del folk alternativo como Conor Oberst o Mark Lanegan. Pero es precisamente su falta de pretensiones lo que hace atractiva esa mezcla de soul, folk, incluso tonos jazz o reggae, amparada por buenas composiciones y la voz eficaz de Stephenson, a la vez dulce y decidida, desprendiendo un tono confidente y puntualmente arrancándose en números ligeramente festivos.

Pero el tono es otoñal: abrir un álbum metido en pura introspección (con pulida producción que ha aguantado perfectamente más de tres décadas) con una canción delicada como Crocodile Cryer para seguir (parecen los Style Council de Café Bleu) probando con arreglos jazzísticos en Coleen, incluyendo nítido solo de guitarra de aires manouche y transitar sin vergüenza alguna hacia números dinámicos de - nunca mejor dicho - taberna como Little red bottle o Look Down nos muestra un grupo (o un músico) desinhibido y consciente de su imposibilidad de apelar a las grandes cifras o ventas. Pero el disco cumple a la perfección mostrando sus capacidades. Piece of the Cake no desentonaría en la discografía de Prefab Sprout y canciones como Rain les muestra capaces de la solemnidad introspectiva sin provocar grima. Añadid el reggae de la canción que le da título y nos encontramos con un disco, aunque el paso del tiempo lo haya sepultado bajo grava y piedrecillas, mucho más que notable. No podía pedirse mucho más por aquel entonces.

1 comentario:

  1. Lo compré de casualidad en el mercado de Camden muchos años atrás. Lo conservo como una joya. Como tú dices un disco sin grandes pretensiones pero que ha aguantado bien todo este tiempo.

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