domingo, 10 de septiembre de 2017

Kraftwerk: Trans Europe Express

Año de publicación: 1977
Valoración: imprescindible

Desde la extraordinaria portada de regusto kitsch, con la firma del laboratorio fotográfico al  pie, con los miembros del grupo vestidos de voyalabodademihermanalamediana, con ese fondo degradé, con esa superposición de imágenes ligeramente desproporcionada, hasta el último eco de la última canción, este disco puede, y que me perdone todo aquel que se sienta aludido, que sea el más merecido imprescindible de los que por aquí han desfilado, Cuestión que a lo mejor no responda en el sentido estricto a sus méritos musicales, que son extraordinarios. Imprescindible lo es porque, cuatro décadas después de su publicación y, aparte de que sus sonoridades adelantadas a su época no han envejecido un ápice, el torrente de música que este y otros discos de Kraftwerk provocaron no ha cesado. De hecho, si nos tomáramos la molestia de escarbar hacia atrás en todas las direcciones de influencia de muchas de las grandes corrientes musicales dominantes, puedo afirmar que hallaríamos a Kraftwerk en un muy elevado porcentaje.
En esta extraña época de cultura skip en que nos encontramos, en que se es tan cruel con el producto que no entra a la primera, he de decir que este disco ya valdría la pena solamente por unos pocos segundos de la canción que le da título. El mero crescendo de siete notas, la última de ellas alargada, junto al bajo sintetizado y el ritmo maquinal, justo antes de irrumpir la voz tratada con vocoder. Si este disco solo tuviera esos treinta segundos, ya sería más que suficiente para considerarlo una obra maestra inapelable, por todo lo que ese breve lapso implicaría de innovación, de adelantarse a su tiempo, de hallazgo. Pero nos perderíamos todo el resto. Claro que el disco está aglutinado en torno al concepto de la canción, Trans Europe Express, que esta evoca un recorrido hipotético en tren, que el ruido metálico de los rieles y su ritmo (y los otros trenes que se cruzan) se musicalizan para adaptarlos y lanzarse a una especie de improvisación sobre ellos (continuada en Metal on Metal, más explícito como título no se puede ser). Pero limitarse a ello es perderse demasiadas cosas. Europe Endless, otro homenaje al continente (curioso que se muestren tan globales: alemanes de la generación que ha madurado mientras sus padres y abuelos intentan pasar página de la mayor tragedia europea de todos los tiempos), esta vez en forma de ritmo acompasado, perezoso, dominado por un regusto clásico y con cierta marcialidad que resulta fascinante. Showroom dummies, anticipándose por años al hieratismo y estaticidad del tecno-pop y el new-romantic. Hall of mirrors, a la medida de cualquier película de Fritz Lang. Franz Schubert, que recupera parcialmente el ritmo y la tonalidad de aires impresionistas de Europe Endless. O dicho de otra manera: Kraftwerk remezclándose a sí mismos.
En una época en que la duración promedio de los discos, por las limitaciones del formato vinilo, no excedía de los 40 minutos, Kraftwerk supo no desperdiciar un segundo. Supo continuar con la línea de aires temáticos que había sido el percutor de su ascenso a la aclamación global. Supo usar cada segundo para reivindicar su visión de la música, una visión que a veces puede parecer distante y corporativa por una cuestión puramente estética. Mientras alguno de sus compañeros de los inicios del Krautrock desbarraban en contoneos neo-hippies y en devaneos con la pura anarquía y caos sonoro (cuestión respetable que algún día trataremos aquí), ellos, personalidad, firmeza, determinación, continuaron por su vía.
O mejor dicho, por su raíl.

2 comentarios:

  1. Hola, habría que otorgar el imprescindible a toda la obra de Kraftwerk.
    Se adelantaron tanto a su tiempo y fueron tan influyentes, que hacen que suene desfasada casi toda la música heredera de Kraftwerk.

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  2. Coincido con Pablo, excelente la reseña, excelente el disco, e impresionante y excelente la discografía de Kraftwerk.

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