domingo, 22 de septiembre de 2019

Tricky: Maxinquaye

Año de publicación: 1995
Valoración: casi imprescindible

Sería injusto eludir a la tercera pata del trío de ases del trip-hop tras haber reseñado aquí a Massive Attack y a Portishead. Más cuando Tricky en Maxinquaye parece ser la pieza clave que cuadra el círculo: Hell is 'round the corner comparte (gracias a Isaac Hayes) base rítmica con Glory box de Portishead y Overcome es Karmacoma de Massive Attack partiendo de un origen común que lleva a sitios ligeramente diferentes.
De hecho, de esta terna, Tricky fue el último en publicar en formato largo: apenas unos meses después de que Portishead publicaran Dummy se publica este disco, donde Adrian Thaws (multirracial, huidizo, con pinta de eterno adolescente problemático que se oculta en su habitación entre teclados, mandos de play y humo de ganja) aporta el remate final al estallido del género (el trip-hop, de corto recorrido pero de destacable influencia) entregando un disco que es glorioso y, casi necesariamente, irrepetible.
Maxinquaye, así denominado en honor a una tía del artista, es un disco cuyos hallazgos van surgiendo a través de las escuchas. A primeras, puede parecer incluso plano o monótono, con la lógica del planteamiento del género, bases narcóticas y acuosas sobre las que flotan voces ahora oníricas (el plantel de voces femeninas incluye a una Alison Goldfrapp, ya fascinante años antes del inicio de su fantástica carrera con su grupo) ahora ásperas (las del propio Thaws, que pocas veces protagoniza la canción, dedicándose más bien a aportar réplicas y a organizar la fascinante madeja sonora que suena por debajo de las voces.
Pero hay que seguir escuchando: los auriculares de alta gama son un complemento muy aconsejable; porque lo pasa por debajo es fascinante. Al margen del devaneo agresivo que constituye Black Steel, versión de Public Enemy, el resto de números dispone una especie de catálogo de sonoridades a primeras incompatibles en apariencia. Ponderosa parece Tom Waits jugando con marimbas y distorsionando su voz hasta distorsionarla. Aftermath arranca igualmente con juegos de percusión, incluye un imperceptible sample de Japan, de la cual toma aires irreales. No solo de sus singles (se publicaron así como media docena) vive al álbum. Abbaon Fat Tracks parece mezclar folklore de tres continentes y sonar egipcio y jamaicano, Suffocated Love parece juguetear a ratos con el scratching y el easy listening, sin dejarse el soul, presencia omnipresente en el disco, gracias a la sedosa voz de Martina Topley-Bird.
Todo ello plagado de lo que, vía samplers o vía creación propia, sonaba nuevo, fresco, no escuchado hasta el momento. En ese momento y ahora: tuve la oportunidad de acudir a uno de los conciertos de presentación del disco y la transcripción al directo era complicada. O al menos en un local de mala sonoridad y con mala salida para la espesa cortina de humo - mucha generada desde el propio escenario - que impedía mantener los sentidos en la música. Tricky se lanzó a una carrera errática y de poca repercusión, como muchos músicos que abren carrera con esplendorosos discos (desde Air a Terence Trent D'Arby o los Strokes) condenado a que toda su obra posterior se comparara con este disco y se hablara perpetuamente de un eventual regreso a la forma. No se trata de un sentimiento de nostalgia; poned este disco en el reproductor y pensad quién ha sido de igualar su sonido marciano y sedoso desde entonces.
Y me lo escribís en los comentarios, ya puestos.

1 comentario:

  1. Hola Francesc.
    Es este tipo de debuts brillantes los que acaban por matar al artista.
    Recuerdo que después sacó algunos discos interesantes, entre ellos aquél con el nombre de Nearly God.
    Reconozco que perdí el interés por el músico hace ya muchos años.
    Pero Maxinquaye ahí está, eso nadie se lo quita.




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