domingo, 4 de agosto de 2019

Jamiroquai: A funk odyssey


Año de publicación: 2001

Valoración: muy recomendable

Si yo fuera Jason Kay.:

a) no sé si me gastaría tanto dinero en cochazos pues esto de la música ya sabemos cómo va. Que sale un señor y se inventa un sistema para que la gente pueda escuchar tu música cuando quiera y tu no veas un penique y se acaba el chollo. Y los Ferrari son de mantenimiento caro. A mí me vas a decir.

b) la rabia que le tendría a Bruno Mars. Que sí, que tiene alguna que otra canción resultona, aunque resulte que la más conocida ni siquiera es suya, pero que parece haberse inspirado en tu experiencia para lanzar su carrera y ahora, como se dice, te ha comido ya la tostada y es oficialmente, el músico bajito con cara de ser buen chico que hace bailar a todo el mundo con canciones agradables y marchosas que no ofenden a nadie.

Tú, Jason, eres otra cosa. Para empezar, tu grupo, Jamiroquai (he de decir que tus compañeros en la banda están realmente relegados a un segundo plano), surgió en los primeros 90 y resulta, vaya, que tus primeros pasos tuvieron que ver con ese movimiento de corto recorrido llamado Acid Jazz. Vamos: no sé si muchos aquí oyen cada día a Galliano, Incognito o los Brand New Heavies. Pero ahí estuviste en medio de esa maraña inexplicable de grupos que parecían un cruce entre la filosofía del acid house y, muy en el otro extremo, los aleteos instrumentales y de pretendida negrura de cosas tan dispares como The Style Council o Simply Red. En cualquier caso, tú te enfundaste uno de esos extraños sombreros (el de los cuernos, al principio), y dijiste, empaqueto coartada ecologista (tu primer disco se llamaba Emergency on planet Earth), me pego unas cuantas semanas inmerso en la técnica vocal del Stevie Wonder la época dorada, escojo algún músico con una mínima experiencia en el ámbito bailable y ya estamos.
Y le llamo a mi quinto disco A funk odissey

Entonces, claro, ya eres una estrella. De recorrido algo irregular, pero con su personalidad. Te has puesto en la portada de un disco en el sitio del cavallino rampante. Te has rodeado, aunque sea para los vídeos, de una corte de top models, coches de marca, curvas en las costas de Malibú, bolas de espejo, luces de neón, ropa cara, qué aire tan pre-crisis-de-la-gorda desprenden tus vídeos para este disco, qué sol y qué lubricidad y qué tormenta perfecta de hedonismo. Tanto que A funk odyssey es un disco que parece que tenga una sola cara. Cuatro bombazos inapelables precedidos por un primer tema algo abigarrado, pero el póker está ahí: majestuosa Little L desde el primer segundo, con esa producción milimétrica, ese aire philly aportado por las cuerdas, esas entradas burbujeantes del sintetizador. Perfección funk inapelable, mezcla de elegancia y callejeo hi-class, que estamos en 2001 y hay dinero para todo. Para lujo, para drogas caras, para meter gasolina para llegar donde haga falta. Jamiroquai ha dado el salto de una portada espartana en el primer disco a una especie de nihilismo de club de alto copete. Pero la música es arrasadora: Corner of the Earth juguetea a la vez con una guitarra bossa-nova, un estribillo quizás demasiado evocador del de Pastime paradise, otra vez las cuerdas, y ya completamos con Love Foolosophy y You Give Me Something, con ese atractivo fundido inicial en que la canción parece empezada. Mucha tralla en la primera parte del disco que lógicamente hace oscurecer la hipotética segunda cara, con canciones más largas y menos inmediatas, quizás un adelanto de la cultura de consumo musical que se acercaba, la de lo rápido y fugaz. A pesar de ese bajón, Jamiroquai consiguen con A funk odyssey el clásico disco que hace mover pies y destila una energía que es difícil definir.


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