domingo, 7 de octubre de 2018

Pink Floyd: Wish you were here


Año de publicación: 1975
Valoración: imprescindible

Queridos lectores. He puesto el autor y el título del disco en el post porque es una pauta de este blog. Pero me hubiera gustado el reto de no poner ninguna información y saber cuántos de los que lean esto tenían suficiente con la portada, obra del colectivo Hipgnosis y emblema insoslayable de la historia de la música, para reconocer de inmediato el disco y evocar sus fascinantes sonoridades.
Aunque haya que reconocer que discos como éste fueron, exactamente, los que generaron la sensación de rechazo y aversión al virtuosismo que representó el punk, y que el que esto escribe ha escuchado y disfrutado muchísima más música generada por la onda expansiva del punk que por el denostado movimiento del rock progresivo (un contenedor donde cupo de todo, desde Jethro Tull a Tangerine Dream). Aunque mis primeros recuerdos de audición de este disco estaban más relacionados con su tufo de psicodelia narcotizante y menos con una degustación serena y exenta de prejuicios. 43 años son muchos, y en términos de música moderna y contemporánea, una auténtica eternidad. Suficientes, en cualquier caso, para aseverarlo: este disco es una puta joya.
Pink Floyd ya eran un mito cuando lo publicaron. Su anterior disco, Dark side of the moon, ostentó (ignoro si aún es así) el record del disco con más semanas de permanencia en no sé que chart de venta de discos. Así que ya eran niños mimados de la industria y todos los recursos estaban a su disposición. Lejana época en que la música estaba gobernada por los grupos del rock sinfónico, con EL&P, Genesis o Yes al frente entregando discos conceptuales llenos de experimentación, solos de toda clase de instrumentos, temas interminables, influencias culturales de lo mas variopintas, y ya no hablemos de las drogas. Las puertas del conocimiento se abrían de par en par y el oyente era un ser pasivo al que había que abrumar. Pink Floyd, además, contaba con el poderoso efecto mitológico del asunto de Syd Barrett. Miembro del grupo que había tenido serios problemas con las drogas psicodélicas y que había abandonado su carrera musical para recluirse en su casa, en la que murió en 2006.
Precisamente a Barrett ("Ojalá estuvieras aquí") dedicaron sus ex compañeros este portentoso álbum. Que gravita casi exclusivamente en torno a un largo tema,  Shine On You Crazy Diamond, que se reparte en dos fragmentos de más de diez minutos cada uno, abriendo y cerrando el disco. Completan el álbum Welcome to the machine, de aires ligeramente futuristas y de voz algo intimidatoria, Have a cigar, inexplicable single, y Wish you were here, como si se encontraran a Nick Drake y decidieran diseñar una canción de hoguera y acampada, con aires folkies y un ligero tono triste.
Pero volvamos a Shine on you crazy diamond. Letra críptica, dirigida directamente a su ex compañero al que añoran y del que muestran cierta compasión, como si la experiencia lo hubiera sacado del mundo de los vivos. Una composición para la posteridad, construida en la base sobre un ritmo de blues (la parte vocal así lo certifica), pero aderezada por toda clase de efectos sonoros que la convierten en una especie de experiencia mística. Un inicio en clave flotante que queda salpicada por exquisitos solos de guitarra celestial y sintetizador evanescente, hasta que el ritmo de blues queda acaparado por cuatro notas de guitarra que se apoderan del oyente como un mantra. Difícil de explicar en palabras el poder de los veinte minutos del tema. Como una especie de epifanía que gana a cada escucha a medida que se capturan matices que podrían pasar por meros trucos de estudio pero en lo que todo encaja. Merece una (muchas) meticulosa audición con auriculares para comprobar la coda sonora que desplaza en el lado derecho mientras un solemne órgano acompaña las partes principales de la canción. La guitarra de David Gilmour muestra cómo uno puede ensamblar una canción dentro de otra, apoderarse del protagonismo y elevar la música hacia la estratosfera.
Por supuesto que este concepto, el del enorme virtuosismo aplicado a una música inicialmente lúdica y falta de pretensiones, sería la ruina al ser llevado al extremo. El punk reaccionó contra todo eso y falta que hacía y excelente que ello ocurriera. Los errores del rock progresivo han sido identificados, reconocidos y hasta purgados. Pero este disco supera todo eso. Es una maravilla y es estúpido negarlo.

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