Año de publicación: 2018
Valoración: muy recomendable
Valoración: muy recomendable
Lo dije en un Tweet: hay que creer mucho en lo que uno hace para llamarse así. Yves Tumor. Músico de Tennessee afincado en Turín. Y para presentar una imagen tan dura y para aceptar ser una de las apuestas de una enseña histórica, el sello Warp, en su intento de persistir en la cumbre de la experimentación, del sonido poco amigable para el oído despistado, de aquello que llamamos vanguardia hasta que la sobre-exposición y la dinámica de los mercados lo convierte, progresivamente, en mainstream, quizás después de haber servido de soporte para una campaña promocional, para una escena de una película modernilla, todo el underground y lo experimental acaba convirtiéndose en algo extraño a lo que nuestro oído se habitúa.
Y si alguien duda de mi afirmación, que piense qué ha sido del drum'n'bass.
Yves Tumor publica para Warp. Un sello lejos de su esplendor, aquel que se inició cuando publicaron las dos antologías de Artificial Intelligence. Un sello ubicado en Sheffield, un sello al que la historia asocia con las grandes estrellas de aquello que se llamó IDM (Intelligent Dance Music): Aphex Twin, Black Dog Productions, Autechre. Menudo ramillete para esa época, y aún se le podrían añadir Broadcast, The Sabres of Paradise, LFO, tantos otros que representaron un presente esplendoroso de la escena electrónica, hasta que Warp escandalizó al mundo incorporando algún grupo con guitarras. Ahora suena ingenuo, pero en su momento resultó todo un shock.
Ah. Y los vídeos de Chris Cunningham, esos incómodos asaltos a las plácidas digestiones, con miembros seccionados, rasgos deformados, figuras amenazadoras. El artwork que rodea al artista parece inspirado en esa faceta artística ligeramente perturbadora, como si aparte de entregarse a la audición el oyente estuviera participando o siendo cómplice de un ritual algo oscuro.
Algo de eso hay en este álbum: Safe in the hands of love. Jamás una frase tan encantadora pareció esconder algo tan amenazador. Porque las canciones de Yves Tumor no son precisamente música para chill-out. Véase, por ejemplo, el vídeo de Licking An Orchid, voces que parecen de canción de acampada, cierta placidez, un ritmo reposado, y de repente la abrasión, la saturación sonora, el ruido blanco. Voces que constituyen un pequeño rasgo de Yves Tumor. Presentes como pequeños mantras que pueden engañar al oyente otorgando cierta apariencia de canción. Noid: como si a los de Animal Collective les diera por cantar jingles tras un empacho de sonido philly. Pero la cosa no va a ir siempre por ahí. En Economy of Freedom la distorsión ya acapara el sonido y Hope In Suffering incluye amenazadores aleteos de insectos que vuelan de un lado al otro de los auriculares. Tumor no le tiene miedo a nada. Safe in the hands of love no va a hacer que Warp regrese a esa época dorada porque la idiosincrasia del sello sigue incólume. La música debe alterar, quizás fascinar, y los caminos hacia esas sensaciones no siempre son agradables de transitar. Yves Tumor no va a ser el futuro de la música. Está muy claro que esta era del uso a destajo del skip, cuando si a los diez segundos una canción no te convence pasas a la siguiente, parece mostrar el camino opuesto. Cositas ligeras, agradables, fáciles de asimilar y que entran a la primera (para salir sin dejar rastro al poco tiempo).
No busques de eso aquí.
Y si alguien duda de mi afirmación, que piense qué ha sido del drum'n'bass.
Yves Tumor publica para Warp. Un sello lejos de su esplendor, aquel que se inició cuando publicaron las dos antologías de Artificial Intelligence. Un sello ubicado en Sheffield, un sello al que la historia asocia con las grandes estrellas de aquello que se llamó IDM (Intelligent Dance Music): Aphex Twin, Black Dog Productions, Autechre. Menudo ramillete para esa época, y aún se le podrían añadir Broadcast, The Sabres of Paradise, LFO, tantos otros que representaron un presente esplendoroso de la escena electrónica, hasta que Warp escandalizó al mundo incorporando algún grupo con guitarras. Ahora suena ingenuo, pero en su momento resultó todo un shock.
Ah. Y los vídeos de Chris Cunningham, esos incómodos asaltos a las plácidas digestiones, con miembros seccionados, rasgos deformados, figuras amenazadoras. El artwork que rodea al artista parece inspirado en esa faceta artística ligeramente perturbadora, como si aparte de entregarse a la audición el oyente estuviera participando o siendo cómplice de un ritual algo oscuro.
Algo de eso hay en este álbum: Safe in the hands of love. Jamás una frase tan encantadora pareció esconder algo tan amenazador. Porque las canciones de Yves Tumor no son precisamente música para chill-out. Véase, por ejemplo, el vídeo de Licking An Orchid, voces que parecen de canción de acampada, cierta placidez, un ritmo reposado, y de repente la abrasión, la saturación sonora, el ruido blanco. Voces que constituyen un pequeño rasgo de Yves Tumor. Presentes como pequeños mantras que pueden engañar al oyente otorgando cierta apariencia de canción. Noid: como si a los de Animal Collective les diera por cantar jingles tras un empacho de sonido philly. Pero la cosa no va a ir siempre por ahí. En Economy of Freedom la distorsión ya acapara el sonido y Hope In Suffering incluye amenazadores aleteos de insectos que vuelan de un lado al otro de los auriculares. Tumor no le tiene miedo a nada. Safe in the hands of love no va a hacer que Warp regrese a esa época dorada porque la idiosincrasia del sello sigue incólume. La música debe alterar, quizás fascinar, y los caminos hacia esas sensaciones no siempre son agradables de transitar. Yves Tumor no va a ser el futuro de la música. Está muy claro que esta era del uso a destajo del skip, cuando si a los diez segundos una canción no te convence pasas a la siguiente, parece mostrar el camino opuesto. Cositas ligeras, agradables, fáciles de asimilar y que entran a la primera (para salir sin dejar rastro al poco tiempo).
No busques de eso aquí.
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