domingo, 26 de diciembre de 2021

The Cars: Heartbeat City

Año de publicación: 1984

Valoración: muy recomendable

Así de simple: uno no puede odiar a un grupo como The Cars porque igualmente resulta imposible encontrar razones para amarlos. No hay pasión en ningún extremo, y eso quizás sea más una virtud que un defecto. Formados en Boston, con una carrera que se extendió entre los últimos 70 y los primeros 80, son una banda new wave por antonomasia, y aún alejados de la escena del CBGB, está claro (esas chaquetas) que tienen más de una afinidad con bandas contemporáneas como los sobrevalorados Ramones, Blondie (por su atrevimiento con los teclados) o Devo, por sus tratamientos vocales poco ortodoxos. 

Heartbeat City fue un álbum de absoluto coronamiento, una especie de cúspide perfecta que incluye un material brillante pero accesible, una producción equilibrada y un momento casi perfecto. Por supuesto uno podría criticar una ligera escora hacia un sonido que podría despedir tufillo AOR. De hecho, la eterna (más azucarada en el fondo que en la forma) Drive aún es carnaza de emisoras pestilentes. Pero su actitud estética, hoy casi risible - podría otorgarse al de Ric Ocasek el apelativo de peor corte de pelo de la historia - les hacía parecer cualquier cosa menos trascendentes. De hecho, sus ataques en los riff de Magic parecen más obligación por el hecho de compartir productor con Saxon que otra cosa. Un disco plagado de singles, aspecto casi obligatorio para impulsar la carrera de las bandas por aquel entonces, aspecto que hace subir la media del disco pero eclipsa los temas menores. El rock comercial era así, y aunque los derroteros electrónicos seguían manteniéndose ahí, como en  Why Can't I Have You o en la fascinante canción que da título al album, la banda resultó elevarse a un casi involuntario, aunque fugaz, estrellato. De hecho, alcanzaron tal cumbre que, cosa de la que me he enterado al escribir esta reseña, llegaron a participar, como apreciamos aquí, interpretando Heartbeat City en el Live Aid, el famoso concierto multitudinario que aún es recordado por la presencia de Queen. 

Más influyentes como outsiders que en la generación de un sonido, aunque uno opine que grupos como los Strokes les deben alguna cerveza, también es muy significativo de su estela el haber convencido a todo un Andy Warhol para que se prestara a hacer de camarero en el video de Hello Again, un hito solo por el cual deberían ser, sino venerados, sí recordados.

domingo, 19 de diciembre de 2021

2021: Oído y reseñado

Un año más vamos a esperar a que Frank Ocean (con el dudoso título de ser el primer reseñado en este blog) se decida a publicar su tercer disco y acabe con todos los rumores y todas las aventuras  - algunas no artísticas sino, ejem, empresariales - que lo distraen y nos despojan de su inmenso talento.

Mucha curiosidad para el 2022, sobre todo a ver cuál es el siguiente paso de Rosalía (que desde la publicación de El mal querer no hace más que encadenar colaboraciones desorientadas  - James Blake, Billie Eilish, The Weeknd - que siempre acaban siendo lo peor que el artista de turno ha publicado).

Y sobre el año que acaba

Tres mejores discos del año:

Sin orden, dependiendo de la semana, del estado de ánimo, del momentum.


C. Tangana: El madrileño, todo un año intentando intercalar algún comentario que mitigue mi ansiedad por no haberlo reseñado en persona (gracias, Iván Repila, cabroncete), pero este brillante compendio de sonidos denostados o incluso ignorados, pulido por una producción de absoluto nivel universal, convenientemente aderezado de colaboraciones, algunas célebres, algunas tan anónimas que excitan la curiosidad, una atroz (Calamaro, muy prescindible), otras (Maverick, Omar Apollo) celestiales, resulta ser una de las más sugerentes y novedosas obras del año. Un crimen que Pitchfork continúe ignorándolo.


Billie Eilish: Happier than ever que contiene la mejor línea del año (things I once enjoyed, now keep me employed) y que, a pesar de ser anunciado de forma ostentosa en los autobuses de las grandes ciudades, no parece obtener tan colosal repercusión como su debut: la angustia adolescente deja paso a un tono más reposado y reflexivo, y su sonido ha ganado en matices y abarca más estilos sin perder un ápice de brillantez y creatividad. Puede que planificado, pero colosal movimiento de carrera que permite a la artista sacudirse el agobio que, por lo que se desprende de las letras, le produjo su meteórico ascenso a icono global.


Tyler The Creator: Call me if you get lost, tercer esplendoroso disco largo seguido, con un draconiano ritmo bienal, del músico californiano, desafiando estilos, sorprendiendo a cada paso, regresando de manera desacomplejada y brillantísima a un rap más ortodoxo, por momentos, pero sin miedo alguno a toquetear lo que le place - incluyendo reggae - consciente de la incontestable racha en que anda sumido.

domingo, 12 de diciembre de 2021

Alizzz: Tiene que haber algo más

Año de publicación: 2021

Valoración: bastante recomendable

El otro día, Xavier Bosch, a la sazón escritor mediocre y el tipo de periodista de poca enjundia que solo sabe hablar de Barça y poca cosa más, saludaba la obtención por parte de Alizzz de un premio, en su condición de catalán nacido en Castelldefels, a cuenta de ciertas absurdas predicciones de futuro, en un programa de radio que oyes en esas horas en que, de vuelta a casa, ya no tienes ganas ni de buscar emisora.

Bosch repitió su nombre, creo, en dos ocasiones: le llamó Aizzz. Sin la "ele". Demostrando tanto cierta ignorancia musical que no recriminaré, faltaría, pero sobre todo, la más absoluta desgana por saber lo más mínimo sobre el personaje al que mencionó. 

Alizzz (por Alice in Chains, grupo grunge del que se declara fan) es el productor de El Madrileño de C Tangana. He de agradecerle su formidable producción del disco y, de forma aún más personal, su guiño insertando, en vocoder, el estribillo de la sublime Bizarre Love Triangle de New Order en la toma para Tiny Desk de Los tontos. Alizzz es uno de esos productores que, incapaz de limitar su alcance a la mesa de mezclas y a las aportaciones sonoras puntuales, lo intenta como artista. Componiendo, interpretando, cantando, y, claro, produciendo. Tiene que haber algo más es su disco de debut en tal condición, pero para nada puede considerarse un paso tímido de un bisoño e inseguro artista que busca afirmarse. Esa condición le ha servido para entrar con buen pie en el cruel universo: la acogida crítica está siendo buena y creo que su trabajo previo como productor pesa en esa valoración. He de decir que no recuerdo buenos productores que hayan tenido suerte cuando han querido pasar al primer plano. Pero este Tiene que haber algo más resulta destacar y hacerlo de la forma más convincente: a fuerza de escuchas que revelan matices y que descubren, sobre todo, el sincero y esmerado acabado que Cristian Quirante (ese es su nombre) ha querido procurar a sus composiciones. 

Apenas media hora. Diez canciones de tres minutos escasos que evitan la reiteración sonora. No ha jugado a deslumbrar con tratamientos ultramodernos. No hay trap, no hay rapeados, no hay incursiones en lo que hoy se denomina música urbana. Se ha ahorrado forzar sus condiciones vocales y ha optado por las tonalidades cercanas, como mucho ha demostrado que le gusta usar el vocoder, que no el autotune. Ha convocado a amistades de diverso pelaje a aportar a sus canciones. Estas aportaciones dan lustre al disco y, curiosamente, combinan lo peor (Amaia Romero, este blog jamás aceptará a ningún participante de Operación Triunfo en ninguno de sus proyectos) con lo mejor (Rigoberta Bandini, que aporta buen hacer en Amanecer, una brillante colaboración que puede evocar a Saint Etienne o a La Buena Vida) incluyendo una especie de rendición final con la intervención, en Luces de emergencia de J de los Planetas - otro highlight - y la casi inevitable cadena de favores en Ya no vales con C Tangana. Incluso los temas menores contienen detalles sonoros -ese regusto AOR en Fatal...-de indudable atractivo, aunque aclaremos: esto es un disco de pop con guitarras, de canciones con pocas pretensiones con un indudable talón de Aquiles en el aspecto de las letras: demasiado ripio, demasiado recurso al manido tema de las relaciones personales, alguna rima forzada y una cierta insistencia en temas relacionados con los excesos. Pero ello no tiene que eclipsar lo comentado arriba: Alizzz sabe situar ganchos en sus canciones e incluso en el material más endeble (el situado en la primera mitad del disco, demasiado proclive a intentar impresionar al oyente con mensajes algo forzados de rebeldía y sensibilidad) se aprecian detalles sonoros de agradecer. Es bueno no pretender cambiar nada ni revolucionar la escena, al igual que comprender las limitaciones y ser agradecido con las influencias. No sé si era la pretensión del músico o el resultado involuntario de su trayectoria previa, pero, tal como indicaba, algunas (no todas) de estas canciones persisten casi sin querer.

domingo, 5 de diciembre de 2021

La habitación roja: Años luz II

Año de publicación: 2021 
Valoración: Bastante recomendable

25 años de carrera, que se dice pronto, y 25 años con la misma alineación titular (o casi). 25 años que forman parte de mi memoria musical, de canciones cercanas que hablan de la vida de cualquiera de nosotros, desde la ya lejana adolescencia a esta especie de madurez, dicen, que vaya uno a saber cómo acabará.

Pero no vamos a hablar de la carrera de los valencianos, auténticos ultrafondistas en esto del indie patrio, sino de su último disco, este Años Luz II con el que demuestran haber alcanzado una madurez personal y creativa envidiable. Porque este es un disco que si bien no llega a las cotas de "Nuevos tiempos" o "Fue eléctrico", mis dos discos favoritos de LHR, no se queda demasiado lejos.

Todo ello gracias a las magníficas melodías a las que nos tienen ya acostumbrados, acompañados esta vez de un fondo electrónico cada vez más presente en las canciones de Jorge Martí y compañía. La combinación de estos dos elementos nos deja el que creo que es el disco más "british" de LHR, con clarísimas influencias de los Smiths ("El amor correspondido está sobrevalorado" o "El espíritu adolescente"), The Cure o New Order ("Entre la multitud", "La tormenta o los 8 minutazos de "La casa encantada). No es que esto sea una novedad porque las canciones de LHR siempre han tenido, de una u otra forma, esos ecos, pero sí que es algo más acentuado, especialmente en el tratamiento de los bajos. 

Por otra parte, los seguidores de LHR encontrarán los tradicionales temas lentos que ganan en intensidad y ruido con el paso de los minutos como "Hasta el fin" o "15 años" y hits inmediatos como la "ultrapop" "No estuviste allí" y "La tormenta" (me encanta el minuto final distorsionado y ruidista), así como alguna pequeña sorpresa, como el comienzo a lo mil y una noches de "Ya no volverá a pasar" o ese guiño a los franceses Air que me parece ver en "La fragilidad".

Resumiendo, Años Luz II es un buen disco que quizá no tenga sorpresas ni riesgos que a estas alturas no sé si merece demasiado la pena asumir, pero que vuelve a dejar patente la capacidad del grupo de facturar buenas canciones basadas en buenas melodías y en letras que hablan de nuestro pasado, presente y futuro. ¡Por otros 25 años!

También de LHR en UDALS: Memoria