Año de publicación: 1973
Valoración: muy recomendable
Valoración: muy recomendable
The Dark Side of the Moon es presencia constante en las estadísticas de la industria musical. De la industria musical de la era anterior, me refiero, aquella que obtenía datos de los comercios y las compañías distribuidoras con el número de copias despachadas en vez de visitas a Youtube o escuchas en streaming. De este disco se vendieron decenas de millones de discos y estuvo más de 900 semanas (eso es mucho tiempo) dentro de la lista Billboard. Algo impresionante, desde luego, vistas las ventas actuales, aunque a mí me impresiona más, y vamos a empezar a hablar de música y no de cifras, el hecho de que un disco así fuera número 1 en algún país.
Porque nos gustará más o menos el estilo o incluso el término, pero este es un disco de rock progresivo, un disco desde luego alejado de estribillos pop, de música que pueda bailarse o tararearse, una obra de esas que oponía su seriedad conceptual, su pose introspectiva frente a su hipotético antagonista: el hedonismo de la música disco que empezaba a emerger al otro lado del Atlántico. A lo mejor todo se limitaba a una guerra entre el LSD y la cocaína, id a saber. Y Pink Floyd ya era un grupo con un cierto halo legendario, la desaparición de Syd Barrett y eso les había conseguido aportar ese plus de interés por parte del gran público.
A pesar de tratarse de un disco conceptual, aún veo el trabajo más como una colección de canciones que como el opus que, en el futuro, representarían Wish you were here o The Wall. Canciones escoradas hacia una especie de blues enriquecido en los aspectos técnicos (y primorosamente producido, con un Alan Parsons como ingeniero de sonido que no tardaría en lanzarse a una irregular pero económicamente provechosa carrera musical), si bien algo plano en los resultados, algunas de las canciones se parecen entre sí y hay que dar gracias al tracklist por separarlas con interludios o desarrollos instrumentales, indudable baza de la banda, realmente descomunal cuando se lanzaba a mostrar músculo. el primer minuto de The Great Gig In The Sky así lo certifica de forma fascinante. No falta cierto sentido de la experimentación: On the run, tercera canción, es un instrumental lleno de arabescos de sintetizador, como si la banda esbozara apuntes a la explosión del sonido 808 varios lustros más tarde. Time, realmente fascinante, inicia la cadena de temas largos que engloba el centro del disco, acompañando a su clásico Money, con sus clásicos efectos y su acelerón que, oh, refiere más a Johnny Winters que a Tangerine Dream, canciones de siete minutos con algún momento pretencioso que aleja el disco de la perfección, pero esto es sencillo decirlo ahora. Luego aún se nos entrega algo más de experimentación en una extraña Any Colour You Like, gobernada por el Hammond para acabar el disco con dos canciones de Waters, aquí casi folk-blues psicodélico e indudable muestra de la influencia futura de la banda en bandas como Spiritualized o Fleet Foxes.
A pesar de tratarse de un disco conceptual, aún veo el trabajo más como una colección de canciones que como el opus que, en el futuro, representarían Wish you were here o The Wall. Canciones escoradas hacia una especie de blues enriquecido en los aspectos técnicos (y primorosamente producido, con un Alan Parsons como ingeniero de sonido que no tardaría en lanzarse a una irregular pero económicamente provechosa carrera musical), si bien algo plano en los resultados, algunas de las canciones se parecen entre sí y hay que dar gracias al tracklist por separarlas con interludios o desarrollos instrumentales, indudable baza de la banda, realmente descomunal cuando se lanzaba a mostrar músculo. el primer minuto de The Great Gig In The Sky así lo certifica de forma fascinante. No falta cierto sentido de la experimentación: On the run, tercera canción, es un instrumental lleno de arabescos de sintetizador, como si la banda esbozara apuntes a la explosión del sonido 808 varios lustros más tarde. Time, realmente fascinante, inicia la cadena de temas largos que engloba el centro del disco, acompañando a su clásico Money, con sus clásicos efectos y su acelerón que, oh, refiere más a Johnny Winters que a Tangerine Dream, canciones de siete minutos con algún momento pretencioso que aleja el disco de la perfección, pero esto es sencillo decirlo ahora. Luego aún se nos entrega algo más de experimentación en una extraña Any Colour You Like, gobernada por el Hammond para acabar el disco con dos canciones de Waters, aquí casi folk-blues psicodélico e indudable muestra de la influencia futura de la banda en bandas como Spiritualized o Fleet Foxes.