Año de publicación: 2011
Valoración: muy recomendable
Valoración: muy recomendable
Joseph Mount es el factótum de Metronomy. Para explicarnos con dos ejemplos bastante (igual no tanto) opuestos, es como Jeff Lynne en la ELO o Paddy McAloon en Prefab Sprout; el que sostiene a la banda, busca los músicos, decide hacia dónde orientarla, define el sonido. Y tras dos discos escorados hacia un synth pop más purista, con una vocación más minoritaria, en algún momento que los resultados nos obligan a celebrar, para este The English Riviera decidió reforzar la base rítmica (nuevo bajista, y batería femenina, un aspecto aún exótico) y se decantó por un sonido más limpio, más pop en lo versátil, dicen, pero yo no lo veo tan claro como otros, deudor de algunos de los iconos del AOR (deleznable estilo de los 80 caracterizado por depurados acabados de estudio y asepsia absoluta en lo creativo).
El resultado es un disco muy brillante de música inclasificable, cuestión que me obliga a etiquetarla como pop puro y absoluto. Un ejemplo de absorción de multitud de influencias que resulta acabar siendo absolutamente contemporánea, cuestión que se confirmó con un éxito más allá de los circuitos alternativos y con algún premio relevante. Todo ello gracias a una combinación desinhibida de elementos: tres poderosos singles que no tienen nada que ver el uno con el otro. Everything Goes My Way, juguetona, saltarina, con un cierto aire a los 60 en sus coros, gobernada por las guitarras. The Look, más decidida, más directa a los pies, un video simple en el que los miembros del grupo se muestran de manera completamente natural, todos ellos pareciendo eternos repetidores de curso en la universidad hasta que el mundo ha descubierto su talento. Una canción infecciosa, casi tontorrona, pero excelsa en su objetivo. Pocos hits pueden contar con un solo de sintetizador hoy en día. El colofón, The Bay, ritmo imparable, este ya un poco maquinal, como si Kraftwerk se encontraran perdidos en esa Riviera inglesa y no tuvieran otra que adaptarse. Excelente vídeo con su toque lascivo y aires porno-chic, por cierto.
Pero los grandes discos suelen sustentarse en más que las canciones elegidas para su promoción: los aires casi caribeños de Trouble, la fascinante intro que da paso a la calma relativa de We broke free y su deslumbrante abrasión guitarrística (tan poco dada en grupos clasificados como synth-pop), y el fascinante himno de separación que es Some written, apertura preferida (en colosales transiciones) en las magníficas defensas en vivo del material del disco. Cosa de la que pocos son capaces, por cierto.
El resultado es un disco muy brillante de música inclasificable, cuestión que me obliga a etiquetarla como pop puro y absoluto. Un ejemplo de absorción de multitud de influencias que resulta acabar siendo absolutamente contemporánea, cuestión que se confirmó con un éxito más allá de los circuitos alternativos y con algún premio relevante. Todo ello gracias a una combinación desinhibida de elementos: tres poderosos singles que no tienen nada que ver el uno con el otro. Everything Goes My Way, juguetona, saltarina, con un cierto aire a los 60 en sus coros, gobernada por las guitarras. The Look, más decidida, más directa a los pies, un video simple en el que los miembros del grupo se muestran de manera completamente natural, todos ellos pareciendo eternos repetidores de curso en la universidad hasta que el mundo ha descubierto su talento. Una canción infecciosa, casi tontorrona, pero excelsa en su objetivo. Pocos hits pueden contar con un solo de sintetizador hoy en día. El colofón, The Bay, ritmo imparable, este ya un poco maquinal, como si Kraftwerk se encontraran perdidos en esa Riviera inglesa y no tuvieran otra que adaptarse. Excelente vídeo con su toque lascivo y aires porno-chic, por cierto.
Pero los grandes discos suelen sustentarse en más que las canciones elegidas para su promoción: los aires casi caribeños de Trouble, la fascinante intro que da paso a la calma relativa de We broke free y su deslumbrante abrasión guitarrística (tan poco dada en grupos clasificados como synth-pop), y el fascinante himno de separación que es Some written, apertura preferida (en colosales transiciones) en las magníficas defensas en vivo del material del disco. Cosa de la que pocos son capaces, por cierto.