domingo, 25 de marzo de 2018

La Habitación Roja: Memoria

Año de publicación: 2018
Valoración: Recomendable

"La Habitación Roja" siempre ha sido un grupo de canciones. Desde los ya lejanos tiempos de "Ahora", "Lo mejor que me ha pasado" o "Cuando te hablen de mi", todos sus discos han incluido un buen puñado de himnos casi generacionales pero, en mi modesta opinión, los valencianos no han sido capaces de hacer un disco "redondo", siendo el "Nuevos tiempos" grabado con Steve Albini lo más parecido a eso. De hecho, creo que es un grupo que hubiera funcionado mejor en formato EP / single que en formato LP.

El caso es que este "Memoria" tampoco será EL disco de "La Habitación Roja", pero es un buen disco, bastante mejor que los últimos publicados por los valencianos, lo cual tampoco es mucho decir.

El comienzo del disco es más que prometedor. Las cuatro primeras canciones del álbum son cuatro potenciales singles y constituirían un muy buen EP. Los cuatros temas nos remiten a una versión mejorada de los últimos discos de los valencianos: multitud de guitarras, cuerdas, teclados, toques bailables, etc y las ya clásicas melodías y estribillos pegadizos. De las cuatro me quedo con "Líneas en el cielo", una canción llena de intensidad, de esas que engancha, y que es, para mí, la canción del álbum, la que en unos años figuraría en un hipotético "Greatest Hits", aunque poco a poco la "neworderiana" "Madrid" y la muy influencia por The Cure (ay, ese comienzo) "La última noche del año" van ganando terreno.

A partir de aquí, el disco flojea. Comienzan a alternarse temas prescindibles como "Berlín", "Desde aquí" o  "¿Quién eres tu?", anodinos y largos en exceso, con temas aceptables como "Estrella de la muerte", con el piano recorriendo el tema, el "hipersintentizado" "Algo de verdad" o el saltarín y bailable "Nada cambia" y algún que otro candidato a single, como los guitarreros "No fueron tiempos para enmarcar" o "En días como hoy", dos temas que podrían ser verdaderos pelotazos en las manos del Steve Albini de "Nuevos tiempos".

Resumiendo, los chicos de "La Habitación Roja" continúan instalados en un plácida madurez y mantienen casi intacta su capacidad de crear buenas canciones. Vale que no han inventado la pólvora, pero lo cierto es que nunca lo han pretendido y nadie se lo puede exigir después de más de veinte años de carrera. Eso sí, nos entregan su mejor disco en años, un disco cargado de buenas melodías, guitarras, teclados y arreglos de cuerda, y eso es más que suficiente. 

domingo, 18 de marzo de 2018

Zaz: Recto Verso


Año de publicación: 2013

Valoración: recomendable

Vale, ya lo sé: pega poco una reseña de una cantante tan cuqui com Zaz en este blog que tiene entradas dedicadas a gente tan molona como Daft Punk, Kraftwerk o, ya insuperables, The Clash... Pero:
  1. Podría ser peor: pensad que Amaia de OT, aún no ha sacado disco... 
  2. Zaz -es decir, Isabelle Geffroy- tiene un pasado algo perroflaútico que la redime del azúcar con la que puede estar recubierta ahora. Y, sobre todo, es una gran cantante.
  3. Hay que tener apertura de mente, chicos y chicas. No vaya a ser que realmente se confirme que Zaz es la heredera actual de Édith Piaf  (yo lo dudo, pero eso dicen...) y dentro de unos años, cuando seáis unos maduritos en la  pre-prejubilación, os matéis a escucharla, porque se la considere una clásica de la canción francesa y europea.... (¿que no? Estas orejas han oído cómo se recuperaba sin rebozo alguno a Nino Bravo, a Camilo Sesto e incluso a ...glups, el ínclito Raphael).
Pero bueno, a lo que íbamos: Recto verso es el segundo álbum de estudio (¿aún se dice lo de álbum?) de esta cantante, después de su descubrimento para el gran público francés -c'est á dire, El Gran Público- con el exitazo que supuso Je veux e iniciativas posteriores más complacientes, como las versiones del disco Paris, incluyendo duetos como el que tuvo con (¡ay!) Pablo Alborán.

El estilo manouche o gipsy-jazz queda aquí, sin embargo, acotado a dos o tres temas. Comme-ci, comme-ça, la divertida Oublie Loulou  (versión de una canción de Charles Aznavour) y, quizás con menos decisión, Toujours. El resto del disco lo podemos adscribir a un pop más o menos estandarizado; más pizpireto, casi nipón, en Gamine, más rockero en el caso de Déterre. Aunque también hay lugar para los ritmos sudamericanos, como ocurre en el tema La lune... pero lo que destaca sobre todo es la magnífica voz de Zaz -un poco ceceante, pero eso le da más encanto-, que luce en todas las canciones , desde la primera del disco On ira, hasta la última, aunque en algunas -se diría que compuestas ex-profeso para ello-, con un poderío aún más destacable; es lo que ocurre con T'attands quoi o Si.

¿Mis preferidas' Pues aparte de la contagiosa energía de On ira,con que se abre el disco, yo diría que la agridulce Cette journée y, como muestra de la cruda delicadeza con que se puede tratar un tema tan poco "pop" como la senilidad, Si je perds, obra, como otros temas del disco, del también cantante  F.rédéric Volovitch.

Hacedme caso y dadle una oportunidad a Zaz.... ya veréis cómo os va a conquistar... ; )

domingo, 11 de marzo de 2018

Portishead: Dummy


Año de publicación: 1994
Valoración: imprescindible

Notas de piano eléctrico ligeramente reverberadas. Scratch vocal. Redoble. Theremin. Clásico comienzo de disco que actúa como una sutil patada en la espinilla y despierta un demonio inesperado. Un poco frustrante: Massive Attack han publicado hace algunos años su ópera prima y (cuando este disco se publica) están a punto de publicar su segundo disco. Un tal Tricky iniciará su irregular carrera al año siguiente. Pero Portishead logra alzarse con la bandera definitiva de grupo emblemático del género. El trip-hop: pocas veces un nombre tan apropiado es absorbido con tanta rapidez por la industria y adoptado por tanto advenedizo con tal de subirse al carro y (ya de paso) sacar su provecho en forma de ventas. 
Portishead fueron la espoleta más destacada, el gatillo más efectivo. Pusieron en marcha una moda en cuyo recorrido no fueron siempre bien acompañados. Los sellos proliferaron: Mo' Wax, Ninja Tunes, Pork. Algunos artistas parecieron no darse cuenta de que no era tan fácil. No bastaba con unas bases, un par de samples, algo de ecos jamaicanos. Pero Portishead no tienen la culpa. Dummy es glorioso y ello no lo van a cambiar los discos mediocres de las huestes de admiradores inspirados que devinieron falsificadores pasados un par de años. Dummy es glorioso porque, en el fondo, por debajo del sonido sofisticado, de los samples, de las influencias caleidoscópicas (que van desde De La Soul hasta John Barry pasando por el aire gatuno de la voz de Beth Gibbons, heredera de Billie Haliday y de las torch-songs de tugurio humeante), por debajo de la expresión cinemática de su sonido, el mensaje es casi el del pop clásico algo retorcido, aquel que tiene aires de amour fou y los envuelve en camisas tiznadas de purpurina. Beth Gibbons dice (en Sour Times) nobody loves me pero esperaríamos que dijera my loneliness is killing me y eso, lo dijo, años más tarde, alguien muy diferente.
Clásico a la primera escucha, del que han vivido y del que se han hecho célebres, con solamente dos discos más de estudio, la media del grupo sale a una canción cada diez u once perezosos meses. Pero las que contiene Dummy son, perdón por la redundancia, gloria bendita. Música de tardes lluviosas que suena ligeramente uniforme a la primera pero que revela más matices a cada escucha. Tonos grises azulados como los de la portada y hallazgo tras hallazgo. Nadie puede explicarse dónde estaban escondidas esas torch-songs pero surgen una a una: Mysterons abre una batería inapelable de canciones donde los singles extraídos ni siquiera destacan por encima del material menos conocido:  It Could Be Sweet con su ritmo repetitivo (otra vez el piano eléctrico) y su sutileza minimalista, It's A Fire con su intro gélida que da paso al órgano y, claro, Roads, epítome del sonido del grupo, aquí en la versión que incorporarían para su disco en vivo, incluyendo, momento que no deja de ponerme la carne de gallina cada vez que lo veo, el plano de cámara que se eleva y el alborozo del público cuando la sección de cuerda irrumpe y se apodera de la canción.

domingo, 4 de marzo de 2018

Hollie Cook: Hollie Cook

Año de publicación: 2011
Valoración: muy recomendable

Leyendo su corta biografía (tiene apenas 30 años) queda muy claro que Hollie Cook no podía dedicarse a otra cosa que a la música. Su padre es Paul Cook, batería de los Sex Pistols, y su madre, corista para Culture Club (cuyo cantante, el celebérrimo Boy George, fue su padrino). Así que creció en un entorno british dominado por las corrientes musicales procedentes del punk y su posterior arraigo en lo jamaicano. Herencia que acepta con enorme dignidad: llega a integrar una formación muy residual del grupo femenino The Slits.

Pero su carrera en solitario se inicia con este magnífico disco  de título epónimo. Ella define su música como tropical pop y he de decir que el calificativo resulta curiosamente adecuado, si bien, y el objeto de esta reseña es la obvia reivindicación, en un mundo justo y que retribuyera el talento por encima de las inversiones promocionales, Cook debería ser una estrella pues su música es excelente y es muy triste que quede restringida al peculiar sub-mundo en que el reggae se ha confinado, no sé muy bien por qué, desde que las grandes estrellas del género, y ya hace tiempo de ello, dejaron de compartir escenarios con los músicos de rock. 
Algo también injusto, perdonad el inciso. El reggae y el dub merecen más que esos festivales en explanadas a la medida de la masa fumada a la que los promotores se han obstinado en dirigir casi en exclusiva.
Volvamos con Hollie Cook. Voz excelente, levemente mejorada en las versiones de estudio, canciones asequibles en su onda, pero deliciosas, un sonido atractivo, una imagen fresca y pulcra. Un atractivo desinhibido muy al estilo de la Neneh Cherry del año 89. Debería tenerlo todo, o si no, comprobad a los cielos que nos eleva cuando su voz dulce se envuelve en misterio ligeramente cósmico en Shadow Kissing. Esta es una música que invita a los auriculares, al volumen alto, al espacio abierto, y la sencillez con la que atrapa no debe engañarnos: Walking in the Sand  incorpora coros, vientos, cierta sensación de melancolía. Y los ecos dub de That Very Night acompañan cierta dicción distante a partes iguales de las cantantes clásicas de los 40 o de Billie Haliday, combinada con la irrealidad de los contrapuntos del Farfisa. Cualquiera diría que se trata de la música perfecta, de algo quizás no demasiado novedoso, pero que no merece ser ignorado. Y me he dejado elecciones obvias, como los dos singles;Body Beat, con sus intervenciones en raggamuffin a cargo de Horseman, o Milk And Honey, con sus aires festivos y su efectiva entrada de trombón.
Para más referencias, el álbum disfrutó de una fascinante revisión en clave de dub a cargo de Prince Fatty, y, para despejar dudas, decidme si todos los artistas pueden ser invitados al festival de Jazz de Montreux, donde, genialidades que tienen ciertos músicos, se marcó una tronada versión de Perfidia.