Año de publicación: 1980
Valoración: imprescindible
Valoración: imprescindible
Dice la historia, y no voy a contradecirla, que el germen de Remain in light ya está en I zimbra, nervioso inicio del álbum anterior del grupo, con sus convulsiones y su lenguaje inventado pretendidamente africanoide, y en el experimento que Brian Eno, productor de la banda y David Byrne, líder, habían organizado en ese protodisco de la World Music llamado Life in the bush of ghosts.
Benditos sean esos orígenes, en cualquier caso, si hacen que este disco sea la joya incontestable que resulta ser, un auténtico patadón hacia adelante en el ámbito de la música, sea popular, contemporánea, rock, experimental, y una referencia de la que beben tantos y tantos artistas, porque a ver quién va a negar la influencia de estos sonidos en Franz Ferdinand, en Vampire Weekend, en The Knife, en LCD Soundsystem, en tantos de esos grupos que han experimentando blanqueando el funk, poniendo algo de influencia tribal, usando coros en tonos casi paganamente ceremoniales.
Poco importa que luego David Byrne se nos despistara un poco y se pasara de frenada en lo de visitar el mundo a la búsqueda de gemas escondidas (y en medio de todo ello se cargara a la banda en uno de esos finales sin final del cual me gustaría conocer los detalles).
Y este es el disco definitivo de la banda que tomaría un camino más exitoso, más comercial quizás, a partir de ahí, como una inflexión a la que repercusión y presión industrial obligarían, o el enorme impacto de Stop making sense, documental y directo descollantes, vuelta de tuerca en algo que pareció virar, y la MTV tendría que ver lo suyo, en una especie de autoparodia.
Por eso la virtud principal de Remain in light es su pureza conceptual. Excepto la celebérrima Once in a lifetime, todas las canciones del disco se elevaron a la categoría de clásico exclusivamente por sus virtudes innovadoras. desde el bajo neumático de Born Under Punches (The Heat Goes On) hasta la alegoría mística con regusto ecologista Listening Wind, el reverso de la acelerada Cities de Fear of music, el álbum es un portentoso y cohesionado catálogo que, cuatro décadas más tarde, aún resulta arriesgado, osado, como si entonces la banda hubiera decidido enterrar definitivamente el concepto de new-wave, el concepto de art-rock. como si abandonara simbólicamente la estética de camisa de cuadros y se decidiera por cualquier otra cosa, quizás las enormes chaquetas que Byrne lucía en los conciertos, quizás la guayabera que a más de uno se le indigestó.
Claro que en esta aventura las colaboraciones pesaron lo suyo: la banda se apoyó en la producción de Brian Eno (quizás algún día haya justicia para el papel de Brian Eno en la música de las últimas décadas), y, debido a la densidad sonora de la música concebida, se optó por la incorporación de reputados colaboradores como Adrian Belew (King Crimson ) o el trompetista Jon Hassell.
El resultado luce: una música compleja, hipnótica, con una pulsación a la vez atractiva e incómoda, una sensación que muchos músicos han intentado recrear desde entonces. Este es el original.
Claro que en esta aventura las colaboraciones pesaron lo suyo: la banda se apoyó en la producción de Brian Eno (quizás algún día haya justicia para el papel de Brian Eno en la música de las últimas décadas), y, debido a la densidad sonora de la música concebida, se optó por la incorporación de reputados colaboradores como Adrian Belew (King Crimson ) o el trompetista Jon Hassell.
El resultado luce: una música compleja, hipnótica, con una pulsación a la vez atractiva e incómoda, una sensación que muchos músicos han intentado recrear desde entonces. Este es el original.