domingo, 27 de diciembre de 2020

UDALS: Lo que nos dejaron oír en 2020

Como era de esperar en un año tan turbio, la música ha sido para muchos un refugio y a la vez un escondrijo del cual ha resultado difícil escapar. La música y sus maneras de escucharla: en vehículos particulares atravesando calles en estado semi desierto. Con auriculares caminando agarrado a un papel, a una bolsa de la compra, a la correa de una mascota. En casa, eligiéndola como única opción donde no encontrarse con las terribles noticias expelidas de forma constante por los medios de comunicación que han optado por el sensacionalismo como única vía. La música nos ha aislado de entornos hostiles y, aquí empieza mi opinión, la música ha sido más necesaria cuando con más rabia se ha revelado como contrapartida de la estupefacción que generan las situaciones que nos superan.
Y el disco que mejor recoge ese mensaje, rodeado y aderezado de muchos mensajes que han pasado a segundo plano, como el #MeToo, como e #BlackLivesMatter, ha sido, no digáis que no lo advertí en julio, Fetch The Bolt Cutters, soberbio álbum de Fiona Apple que se ha sacudido todos los fantasmas de golpe (sin descartar que alguno de ellos se haya posado en sus abrumados oyentes). Un disco agrio, difícil, casi arisco como quien deja un borrador en un banco a la intemperie sin preocuparse por quién pueda recogerlo y pensar de él, pero una evidente piedra de toque que pone muy difícil, incluso a la propia Apple, el acercarse a tan espeluznante nivel: creativo, interpretativo, compositivo.
Como era de esperar en un año tan turbio, la música ha sido para muchos un refugio y a la vez un escondrijo del cual ha resultado difícil escapar. La música y sus maneras de escucharla: en vehículos particulares atravesando calles en estado semi desierto. Con auriculares caminando agarrado a un papel, a una bolsa de la compra, a la correa de una mascota. En casa, eligiéndola como única opción donde no encontrarse con las terribles noticias expelidas de forma constante por los medios de comunicación que han optado por el sensacionalismo como única vía. La música nos ha aislado de entornos hostiles y, aquí empieza mi opinión, la música ha sido más necesaria cuando con más rabia se ha revelado como contrapartida de la estupefacción que generan las situaciones que nos superan.
Y el disco que mejor recoge ese mensaje, rodeado y aderezado de muchos mensajes que han pasado a segundo plano, como el #MeToo, como e #BlackLivesMatter, ha sido, no digáis que no lo advertí en julio, Fetch The Bolt Cutters, soberbio álbum de Fiona Apple que se ha sacudido todos los fantasmas de golpe (sin descartar que alguno de ellos se haya posado en sus abrumados oyentes). Un disco agrio, difícil, casi arisco como quien deja un borrador en un banco a la intemperie sin preocuparse por quién pueda recogerlo y pensar de él, pero una evidente piedra de toque que pone muy difícil, incluso a la propia Apple, el acercarse a tan espeluznante nivel: creativo, interpretativo, compositivo. 

Obviamente muchos discos oídos en el año palidecieron ante él, pero me acabó gustando, y mucho, el disco de Phoebe Bridgers, aunque hay que tener cuidado con sus dosis (cosas del emo-folk) y me ha sorprendido la energía de Working Men's Club y recuperar ciertos clásicos como The Dark Side of the Moon, cuestión que lamentablemente ha quedado asociado a muchos de los escenarios vividos bajo el influjo de su sonido.

Y, por supuesto, zambullirme en la obra de Tyler The Creator, demasiado pronto para exigirle otro disco al nivel de Igor, y constatar, salvo sorpresa mayúscula, que ni Kendrick Lamar ni Frank Ocean van a decidirse a regalar algo nuevo a sus seguidores, en este turbio, oscuro y fascinante año.

Invito a los oyentes a que compartáis vuestras elecciones sonoras del año.

domingo, 20 de diciembre de 2020

Late Night Tales: Nouvelle Vague


Año de publicación: 2007

Valoración: muy recomendable

No vamos a culpar aquí a Nouvelle Vague del impacto que no pudieron controlar. Sus discos llenos de versiones dulcificadas de clásicos del rock y el pop, pasadas por una adaptación con extremo gusto y sofisticación por el tamiz de la bossa nova, del easy listening podían resultar un poco repetitivos y quizás demasiado cautivos de la eficacia del material original. Pero de ahí a responsabilizarlos de crear esa  moda y de su pestilente repercusión en generar bandas sonoras de insufribles programas televisivos (me ahorro darles publicidad) media un abismo. Su aportación a la serie Late Night Tales (de la que aquí ya destacamos una extraordinaria sesión a cargo de Air) demuestra que su buen gusto en las elecciones del material está muy encima de considerarlos un mero combo de generadores de covers con la aplicación reiterada de una fórmula, y revela con claridad que sus influencias son tan variadas en su conjunto como deslumbrantes por separado. 

Y el grupo (o colectivo) francés no tiene inconveniente en efectuar mezclas chocantes a primera. Abriendo con una canción casi irónica de los Specials, icónica banda de enganche entre el ska y la new wave, What I Like Most About You Is Your Girlfriend, toman el timón con su propio material, sedosas versiones de Come on Eileen y de Os Mutantes. A partir de ahí el festín continúa y los invitados justifican el término eclecticismo por los cuatro costados. Funk after-punk a cargo de los Tones on-Tail, oscuros pero fascinantes temas de artistas minoritarios como los Pale Fountains, que parecen anticipar el sonido de Depeche Mode en Black Celebration o David Sylvian, en tomas particularmente estéticas, combinadas a la perfección con clásicos, casi standards, como San Francisco Is A Lonely Town (Late Night Tales de Charlie Rich, intervenciones de Peggy Lee, Julie London o Glen Campbell, salpimentadas con cierto toque french a cargo de Isabelle Antena o la fascinante  Nicole  a cargo de los desconocidos Les Petroleuses, un interludio a cargo de Gavin Bryars, diez minutos indescriptibles a medio camino entre la banda sonora, el impresionismo y el jazz moire, una hora y cinco minutos que dan para veintiuna canciones que demuestran que Nouvelle Vague podían acusar cierta tendencia a la repetición en su obra propia, pero que sus gustos, sus influencias, son inapelables, y su gusto para seleccionarlas e integrarlas en una sesión que es un voluptuoso recorrido por cuatro décadas de música popular, inconmensurable.

Pure plaisir.

domingo, 13 de diciembre de 2020

James Blake: Covers EP


Año de publicación:
2020

Valoración: decepcionante 

En algún momento entre 2013 y 2018, James Blake es objeto de una abrumadora opinión unánime. Sobre todo, a raíz de la publicación de su magnífico segundo disco largo, Overgrown. Todo el mundo se fija en su tratamiento del sonido, en la profundidad de sus interpretaciones vocales, en su jugueteo con el dub y con los cambios de tiempo, en cómo combina una hipersensibilidad con una enorme osadía sonora. Se convierte en una estrella que trasciende la restringida escena del dubstep, donde dio sus primeros pasos, traspasa la frontera de la electrónica y llega, ignoro si a su pesar o no, a convertirse en una mención omnipresente de la escena ya lindante con el mainstream.

Si bien no descarto que, en la industria musical actual, tan proclive al mestizaje constante y tan propensa a las colaboraciones tanto entre iguales como en figuras teóricamente discordantes, hablar de mainstream no tenga porqué ser necesariamente peyorativo. En cualquier caso, Blake es en 2012 una figura del universo alternativo y en 2019 está colaborando con una figura global como Rosalía (por cierto, una colaboración que puede considerarse entre lo peor de la obra de cada uno de ellos). Y así son las cosas: Blake ya es un profesional al que todo el mundo quiere arrimarse y seguramente si las causas de su pose melancólica tenían algo que ver en inseguridad personal o profesional o en cuestiones de reconocimiento, su enorme repercusión y, fuera tabús, cualquier atisbo de inestabilidad económica han despejado cualquier duda sobre su futuro. James Blake es un icono y las grandes estrellas del Universo lo adoran, desde Kendrick Lamar a Frank Ocean.

Pues bien: Covers EP me ha decepcionado y diría que incluso me ha asustado. Ya su anterior disco me resultó excesivamente evanescente y demasiado dependiente de que sus golpes fuertes fueran las colaboraciones de otros intérpretes, y empecé a ver que Blake no se resolvía con tanta convicción con su propio material y que este empezaba a ser demasiado enfocado a cierto perfil (piano, intensidad vocal, ruiditos de fondo para crear más atmósfera que para incidir en la propia canción) donde el fantasma de la repetición (y su terrible efecto secundario, el autoplagio) asomaba amenazador tras la puerta. Pero Covers EP, seis canciones en las que hace tomas de, supongo, canciones de artistas que le han influido/impresionado, es una triste constatación de la presencia de un muro no autoimpuesto donde Blake empieza a publicar los discos que se esperan de él. 

Empecemos por cuestionar que entre tanto material posible se haya optado por elecciones tan obvias e incluso, algunas, tan poco maduradas. James, abrir con when the party's over  canción de Billie Eilish de apenas hace dos años, efectuar una rendición prácticamente mimética del tema, pues no sé: quizás sirva para hacer un guiño en un concierto y desde luego Billie Eilish me sigue pareciendo de lo mejor que le ha sucedido a la música recientemente, pero es una elección sonrojantemente obvia a la que, salvo la condición de homenaje rendido, Blake no aporta nada. Y no creo que Blake deba descender a los niveles de los Youtubers que hacen versiones desde sus dormitorios. No a este nivel. Luego las elecciones siguen siendo, casi, de perogrullo. Stevie Wonder, Joy DivisionFrank Ocean. Recuerdo a Nirvana entregados en Unplugged a recuperar canciones de grupos casi desconocidos y aportándoles gran relevancia. ¿Para qué ralentizar Atmosphere, despojarla de su aire casi trágico y convertirla en una pura toma Blake de un clásico imperecedero? ¿Qué somos, James, cantantes de animación (!!) de hoteles de costa que se suben al escenario con un teclado midi a revestir cualquier canción de su impronta vocal? Una tras otra, las canciones de Covers EP desfilan sin aportar nada en un sentido o en otro. Ni Blake arriesga con la toma, que circunscribe a su estilo y que ejecuta con una sincera pero calculada pulcritud vocal marca de la casa, ni en ningún momento aportan una simple salida de tono sonora. Piano espartano, vocales rellenos de eco, de acuerdo que se trata de un EP y que quizás no sea el formato en el que un artista ha de manifestar inquietudes o abrir nuevas posibilidades sonoras. Pero recuerdo, por ejemplo, A woman's story, de Marc Almond, también seis canciones, también seis versiones, y digo, vaya, un artista de menor repercusión sintiéndose libre para llevar el trabajo de otros a su terreno, ser respetuoso y arriesgar. Nada de eso lo ha conseguido Blake aquí. Grandes canciones adaptadas a un gran intérprete, un resultado inferior a la suma de sus partes. Un paso más de carrera, supongo que poco significativo si en un año o así se presenta con un disco que avance hacia algún sitio, pero en este momento, poco más que simbólico, por no llamarle, o sí, completamente innecesario.

domingo, 6 de diciembre de 2020

Portishead: Third

Año de publicación:
2008
Valoración: muy recomendable

¿Cómo Portishead consigue representar un nombre con ciertainfluencia, si este Third es su único trabajo en veintitrés años?
Aquí podríamos hablar de conceptos como la pureza creativa a rajatabla o incluso la posibilidad, en cierta época, de que los  músicos puedan vivir cómodamente de los royalties de sus grandes obras y se regodeen en cierto dolce far niente si, en un momento dado, han conseguido acertar en el clavo y conseguir universalizar una melodía.
Aquí podríamos hablar de Mariah Carey y All I want for Christmas o, siendo algo menos frívolos, de los one hit wonder de la era dorada del italo-disco.
Pero parece que la cosa con Portishead fue diferente y que Third es el resultado de una tortuosa época después de que, entre 1994 y 1997, lanzaran sus dos primeros discos y definieran, prácticamente, el trip hop, y, supongo, presenciaran como, por su propia idiosincrasia, la etiqueta del género se la apropiaran un ejército de individuos sin talento que pensaron que todo consistía en ralentizar ciertas bases y añadirles voces (o samples, quizás regía la ley del mínimo esfuerzo) y vender como churros. Y también como grupos afines (con colaboraciones mutuas) como Goldfrapp, evolucionaban de forma vertiginosa y tocaban hasta estilos opuestos.
Entonces, una década después, Third puede definirse como disco de evolución igual que como disco de ruptura, pues está claro que se quiere huir del estereotipo. Portishead no querían ser más una banda proclive a que sus canciones fueran usadas en escenas de series o películas o incluso en anuncios donde se quisiera provocar una cierta atmósfera. Y lo indica claramente su apertura Silence  se inicia con un traqueteo de aires épicos que no deja irrumpir la voz de Beth Gibbons (emblema de la banda) hasta casi los dos minutos. No hay ritmo lento, no hay scratching, la evocación al film noir ha sido pulverizada, y, aunque en Hunter live podamos hablar de un cierto regreso, el sonido del disco ha sido definido. De hecho, el centro del álbum lo acaparan dos piezas difíciles y tortuosas, la extensa We Carry On, y la muy apropiadamente titulada Machine Gun. Puro krautrock que bebe más de Can que de Billie Holiday, con esos videos que parecen haber sido concebidos en la era oscura del after-punk y que rechazan de lleno el esteticismo ligeramente lujoso. La distorsión campa a sus anchas, los sintetizadores dejan de aportar capas de fondo y se ponen en primer plano en zumbidos casi cacofónicos, las guitarras se ensucian, Gibbons canta casi impertérrita y fuera de tiempo a conciencia. Venimos de la tranquilidad de The Rip,  que ha jugado a conjugar los dos sonidos, y vamos hacia un final algo más reposado, con Magic Doors o Threads recuperando evocadores sonidos torturados (no sé por qué, la guitarra en esta última me recuerda a The Cure), pero el mal esta hecho: la distorsión y la intensidad han devastado cualquier atisbo de dulzura. No es una ruptura agresiva, Third no es su Kid A, pero su próximo paso, si lo hay, es imprevisible.