Año de publicación: 1979
Valoración: casi imprescindible
Prácticamente todo lo que figura en la portada de este disco es un engaño. No hay veinte canciones ni jazz ni funk. Hasta la idílica imagen de la portada (los componentes del grupo posando en un paisaje costero) esconde algo turbio: el emplazamiento es uno de los lugares favoritos de los suicidas del Reino Unido.
Pero al margen de esa cuestión, hay que situar la historia de la banda en su contexto. Procedentes de proyectos alternativos especializados en happening y performances no siempre relacionados con el entorno musical, con la inclusión de parafernalia abigarrada que incluía sexo explícito como el más suave de los complementos, desde los últimos 60 el colectivo va tomando forma y se constituye en proyecto musical bajo unas premisas defendidas con vehemencia en este video por uno de sus fundadores, el fallecido Genesis P. Orridge. Coherencia absoluta en sus planteamientos, llevada al extremo en los directos de la banda (fruto de absoluta devoción por sus seguidores) aunque su disco más célebre, este 20 Jazz Funk Greats resulta curiosamente accesible como presentación.
Porque hay que recordar el año de grabación: 1979. Son once, no veinte, las canciones, y en muchas de ellas podemos contemplar su estratosférica influencia en las corrientes posteriores. Tras el tema que da título al disco (una relajada pieza dominada por una caja de ritmos y algo asimilable como solos de viento sintetizado, algo reminiscentes de Chet Baker o Miles Davis), Beachy Head, que toma su título del enclave de la portada, o Exotica parecen anticipar toda la producción "relajada" de Aphex Twin o Autechre... unos quince años antes. Junto a Tanith, delicada pieza de resonancias lounge, el aspecto más reposado del disco queda cubierto, sin apenas intervenciones vocales, pero siempre alejado de planteamientos tanto de virtuosismo instrumental como de nada que se asemeje a un tufillo pop. En el otro extremo, la coexistencia temporal con Kraftwerk queda reflejada en otros temas: Still Walking suena de deconstrucción de Trans Europe Express y Walkabout tiene innegable deuda sonora con la producción más europea de la banda alemana. Pero las piezas abrasivas se reservan su espacio. Six Six Sixties, con su declamación deudora de las de Lou Reed para Velvet Underground, satura guitarras como solo el shoegazing haría más tarde. What a day anticipa los discos más extremos de The Knife y Persuasion, falsa balada, inquieta y perturba a partes iguales: fascinante que Billie Ray Martin, cantante de Electribe 101, arrancara algo de melodía y estructura en su cover. Y Hot on heels of love es techno en ese momento, ya, una década antes de Detroit.
E insisto: 1979. Las carreras de Depeche Mode, Cabaret Voltaire, incluso grupos casi risibles como Rammstein o Nine Inch Nails, le deben a Throbbing Gristle y este o sus otros discos. El uso desacomplejado de grabaciones, de fragmentos no estrictamente musicales (golpes, ritmos maquinales, sonidos importados de la vida cotidiana) instaurado en su obra está por doquier en las producciones musicales de todo tipo, enrareciéndolas o enriqueciéndolas ¿Gente aparentemente poco recomendable que acabó siendo pionera? Seguro. Pero artistas convencidos de estar haciendo lo correcto, en todo momento.