Año de publicación: 2016
Valoración: muy recomendable alto
Si uno fuera un obseso de los detalles ocultos en el packaging de un disco (de una obra) diría que la portada de Flowerboy se nutre de referencias pictóricas: a Dalí, a Van Gogh, quizás Oriol Vigil sea capaz de atribuir alguna otra influencia a ese colorido ligeramente psicodélico. En cualquier caso, salvo por la imagen del músico, su cara oculta por una de esas abejas, Tyler se aleja de estereotipos de género y revela sus intenciones: esperad cualquier cosa. Pulverizad cualquier preconcepción. Y eso es lo que hay que hacer antes discos así, y he de reconocer que, como en algún otro caso, no llego a la obra del músico californiano (por favor, dejemos ya de llamarlos raperos, es injusto e incluso racista) porque la esté siguiendo conforme se produce, sino del futuro, del enorme placer que me ha procurado una obra extraordinaria como Igor y de la indagación a que ello me ha abocado, empezando por este Flowerboy, su inmediato precedente.
Un disco diferente, también un obvio paso de evolución por lo que se aprecia, pero desde luego otro disco magnífico, quizás un poco más descompensado en su parte final, pero desde luego un perfecto ejemplo de cómo un músico evoluciona, busca y encuentra. Porque aquí no encontraremos la coherencia marciana del tracklist que traza una historia, pero desde luego las maravillas no tardan en aflorar. Inicio ejemplar: Foreword arranca con la simpleza de una caja de ritmos por debajo de los 100 bpm y pronto el fraseo característico y perezoso (ese alargue de swimming) de Tyler, combinado con voces invitadas que aporta una extraña emoción hasta que unas cuerdas celestialmente saturadas se apoderan de la canción, que acaba con un solo de sintetizador con la distorsión justa. Solo hemos hecho que empezar y la trayectoria del disco ya ha quedado definida por la sorpresa constante y la falta de barreras. Nos espera, ahora sí algún tema con aroma a rap clásico, si así puede denominarse la mezcla entre pizzicatos de cuerdas y fraseo agresivo en Who Dat Boy, los devaneos de pop-naif en See you again y Boredom, que con sus dulces melodías casi piden a gritos una intervención de estrellas como Ariana Grande, el coqueteo con el free jazz que va y vuelve a lo largo de todo el disco, en el que tan pronto pueden asaltar los tracks secciones de viento que evocan a Broadway como, lo juro, aires de pasodoble. Y claro, Pothole o Garden Shed, esos inclasificables temas que acaparan la parte central del disco, le dan sentido, profundidad, grandeza, y confirman que discos como éste y músicos como Tyler The Creator ( o Frank Ocean, con quien comparte orígenes en Odd Future) son, por encima de géneros y etiquetas, el auténtico futuro de la música.
Ok, no raperos...
ResponderEliminar