Valoración: muy recomendable
Para los fanáticos del vitalismo hedonista y la placidez despreocupada que desprendía el último disco comentado aquí (el debut en largo de Astrud Gilberto), que sepáis que no hay nada más idóneo que escuchar este Excavation de The Haxan Cloak (nombre tras el que se esconde el músico británico Bobby Krlic) para darse cuenta, o al menos eso defiendo con tesón, de que no hay mejor actitud ante la música (y ante su casi imbatible cualidad de activar sensaciones) que la apertura absoluta de miras.
The Haxan Cloak producen música al margen de voces, de melodías, de argumentos comerciales. Esto es sonido en estado puro y sin necesidad de ceñirse a argumentos convencionales, mucho más turbio en su forma que, por ejemplo, Throbbing Gristle o Aphex Twin, y no sé si ello es premeditado o consecuencia del background de su autor. De forma muy coherente, uno de sus trabajos posteriores es la banda sonora de Midsommar, esa inquietante película de terror a la luz del día, porque lo que queda muy claro en las piezas de este Excavation es su eficacia en la recreación de ambientes, su enorme poder para generar capas y que éstas se integren con una coherencia que parece más sonora que convencionalmente musical, pero que curiosamente tiene sentido y lo tiene más a cada escucha, con lo que nos encontramos, paradójico, en una laguna de pura abstracción que genera escenarios visuales en vez de complementarlos. Cuesta encontrar equivalentes sonoros a este torrente de bajos subsónicos, sintetizadores manipulados y grabaciones tratadas, aunque podríamos tantear entre los primeros minutos de Closer de Richie Hawtin, algunas bandas sonoras de Warren Ellis o Jonny Greenwood, sin olvidar las partes más calmadas de la última época de Scott Walker. Los auriculares obran un efecto adicional puesto que la producción es meticulosa y casi un componente más de la música, tan alejada del ruidismo de Merzbow o Beaumont Hannant como de la placidez ambient o de la elegancia neoclásica de Johann Johansson u otros músicos de la corriente de hace una década. Con aspectos que lo enlazan con la música industrial, los bajos drone y, por supuesto, el dub extremo de grupos como Techno Animal. Desprende una sensación extraña, como una especie de sordidez solemne e irreal, una tensión no asfixiante pero sí tenue e inquietante. Seguramente se trate de un músico que no se prodigue mucho, aunque algunos (Goldfrapp, por ejemplo) se apresuraron a recurrir a él en búsqueda de ese sonido indescriptible.
Nada más alejado del pop y las radiofórmulas, simplemente música contemporánea explorando las (cada vez más escasas) nuevas vías.
El disco completo aquí.
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