Valoración: muy recomendable
En un mundo perfecto, artistas de la coherencia de Bertrand Burgalat disfrutarían de vidas acomodadas (sin pasarse, quiero decir, con cierto desahogo) solamente por las aportaciones que, en sus lejanas épocas doradas, hicieron a la disciplina artística que ejercieran. La de Burgalat es, obviamente, la música, y sus méritos fueron atesorados, aunque mantiene una cierta actividad, en base a sus brillantes remezclas de material ajeno, sus producciones para otros artistas e incluso su propio material. Ojo: no hablo del salvaje adaptador que pudo ser Aphex Twin (que se vanagloriaba de no haber usado, en alguna ocasión, ni un segundo del material original), sino de una aportación matizada, discreta, elegante, una especie de veladura de sonido que simplemente, aportaba un extra-goce. Indescriptible, tenue, su trabajo resulta casi más brillante cuanto más anónimo es el material original, cosa que puede acusarse en esta recopilación de sus trabajos (que incluye algún tema propio) atacando material de artistas tan heterogéneos como Nick Cave, Renegade Soundwave o Air.
Quizás lo último quepa achacarlo a esa ligera endogamia fruto de la explosión del french touch. Curioso que Sexy Boy, el archiconocido tema de Air, no salga muy bien parado. Por el contrario, prácticamente todo lo demás es material glorioso. y cuanto más desconocido el artista más nos resulta gratificante que Burgalat nos lo presente y adapte su sonido a esas adaptaciones que beben del lounge, de cierta aura psicodélica combinada con pop-art (véase la preciosa portada, que uno incorporaría como diseño de cortinas o baldosas de mil amores), con unas gotas kitsch que la propia imagen de Burgalat contribuía a potenciar: peinado demodé, chaquetas de solapa ancha, camisas de cuellos discutibles, gafas de concha con monturas vintage, detrás de ese aspecto algo grotesco, Burgalat, al frente de Tricatel, sello de esos de incierto futuro, aportaba a esas canciones aires cool justo al borde de lo frívolo, pero no: es capaz de lo épico aportando cuerdas tensas en Juillet 66 y aportarles el toque exótico de las flautas, dejándolo más cerca de Jacques Brel que de Etiènne Daho, se pone las botas de bajo nervioso en Sugar, esta vez combinándolo con una guitarra igualmente épica y un crescendo vocal muy notable, o desenterrar el lo-fi de los hits de Ladytron, pero no le hace ascos a chocantes compañeros de viaje, como Michel Houellebecq o Nick Cave, grupos extraños que suenan a Air o Zero7 como Moderato, compañeros de sello o su propio material, una irónica toma en Quarapicho, aquí introduciendo algo que puede parecer una armónica, o la exquisitez lounge de Partir Revenir. Una exquisitez que hoy suena tan deliciosa como ligeramente anacrónica.
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