Año de publicación: 1984
Valoración: muy recomendable
Valoración: muy recomendable
Difícil tesitura la de explicar porqué el primer disco de un grupo que, pasado un tiempo (y sin llegar a la altura del grotesco asunto de Millie Vanilli) se descubrió que contaba con sus buenas dosis de "artificio", es un disco importante para comprender la evolución de la música.
Aclaro lo de "artificio": simplemente se aclaró que muchos de los pasajes de las grabaciones no eran tocados por los integrantes físicos del quinteto, sino que se había recurrido al buen hacer de músicos de estudio.
Centrándonos en la cuestión, uno no puede hablar de este disco sin hacer una mención muy especial a Trevor Horn. Productor del disco y alma máter del sello Zang Tumb Tuum, que lo publicó, y personaje de gran relevancia en todo lo que sucedió posteriormente. Trevor Horn tocaba el bajo en The Buggles, paradigma de los grupos one hit wonder (aunque contaran con alguna que otra extraordinaria canción) cuando decidió pasar a controlar más los aspectos sonoros. Se incorporó a una momia del rock sinfónico como Yes, a los que aportó producción y un improbable hit, pero pronto pasó a centrarse en una prolífica carrera como productor y hombre en la sombra. Produjo The Lexicon of Love, único glorioso disco de ABC, y ya ahí apuntaba todas las maneras de productor de los que dan miedo a los ejecutivos de las discográficas, situando ampulosas cuerdas, coros celestiales, cacharritos imperceptibles pero carísimos haciendo ese ruidito en la pista 19, contratando músicos reputados para completar aquella imprescindible parte instrumental que desaparecía en la mezcla final... un Phil Spector de los años 80 proclive a todas esas locuras propias de la década en que la gente acudía a conciertos y compraba discos y uno jamás podía pensar que imperios como Tower Records llegaran a caer o que las clásicas tiendas especializadas terminarían suplicando por un revival del vinilo para tener algo que vender junto a reediciones, camisetas y muñecos.
Trevor Horn produjo a Pet Shop Boys, a Simple Minds, a Grace Jones, a Seal. El sello Zang Tumb Tuum se lanzó a una absurda carrera por dominar el mundo, acompañado de un nutrido grupo de muy solventes músicos de estudio dispuestos a tomar cualquier guisa, de un aparatoso pero elegante alarde gráfico y un gusto por las frases grandilocuentes que quedaban chulas en las camisetas y escondidas en las contraportadas de los discos por si alguien se molestaba en leerlas. Con Frankie Goes to Hollywood la cosa les salió bien. Amparados por la inequívoca (¡1984!) actitud gay de sus cantantes (o lo que fuera) Holly Johnson y Paul Rutherford, colaron Relax, una pieza de poderoso funk sintético, fruto de prohibiciones, con vídeo guarrindongo de soporte, subieron la apuesta con la poderosísima Two tribes, más de lo mismo pero mejor y diferente, aquí con el mensaje político social propio de los albores de la guerra fría, y el mundo ya anhelaba este magnífico aunque irregular disco de debut, doble con dos cojones, con material propio que completaba y reforzaba sus éxitos, con muchas versiones de artistas teóricamente dispares, pero poderosísimo como propuesta, y hemos de volver a mencionar a Horn, con un sonido adelantadísimo a su época, disfrutable tanto a toda castaña en clubes, en cualquier vehículo con un buen equipo musical, con los auriculares para degustar el festín sonoro.
Seré sacrílego: las versiones de Do you know the way to San José, con esa brisa de cuerdas que nos deposita suavemente en la orilla del mar, o Born to run, con ese impecable burbujeo instrumental y ese colosal aparato sonoro, resultan mejorar a sus originales limitados por aspectos técnicos. Johnson demostraba ser un vocalista tenaz, agresivo, desinhibido, hacía suyas las canciones, seguramente envalentonado por la enorme repercusión del grupo. No es que este disco no tenga sus puntos débiles, pero hay que reconocer la valentía: abrirlo con un tema de casi veinte minutos lleno de parones y cambios de ritmo, como si quisieran entregar su particular Shine on you crazy diamond. Pulirse la primera cara de tu disco de debut así. Algo hicieron bien ahí, y aún lo completarían con The power of love, baladón ampuloso disparado al mercado navideño, y algún tema más en una segunda parte del disco ya en pleno bajón (¿post-coito?) donde aquí parecen volver a ser Pink Floyd, aquí rendir homenaje a los esperpénticos Adam and The Ants. En resumen, un disco variado, una experiencia sonora casi totalizadora, un enorme azucarero de ambición tirado por el suelo pringando toda la música de la época, ridiculizando el menos es más y, claro, cayendo exhaustos justo después. No soy capaz ni de recordar un acorde de su segundo LP, Liverpool, este ya pergeñado sin el paraguas protector de Horn. Welcome to the Pleasuredome es periódicamente revisado, recreado y vuelto a poner en relevancia como lo que es: un clásico fuera de toda lógica y un emblema de una década eclipsada por la aparatosidad y el exceso.
Hola Francesc, quién se acuerda de Frankie ahora?..pero cuánto éxito tuvieron en su momento!
ResponderEliminarCuando debutaron con Relax, me acuerdo que se hablaba más del vídeo que de la canción.
No eran de mi agrado, como toda la música disco comercial, y al igual que con Pet Shop Boys, no les dediqué ni un minuto.
Muchos años después, subsanado ya mi grave error con PSB, me compro los maxis Relax y The Power of Love. Estaban de rebaja. Y me gustan.
Nuevamente me olvido de ellos, y ahora vuelven a mí después de esta reseña (no es por nada pero no veo a mucha gente escuchando el disco en pleno siglo XXI ni a ningún crítico musical reivindicándolos, el mérito no se te lo quita!).
Nada, que me lo bajaré. Esa versión de Born to Run promete (se parecerá también a Perlas ensangrentadas?).
Y el título del disco, también se parece bastante a la canción de Public Enemy (Welcome to Terrordome).
En fin, casualidades.
Saludos