Un año más vamos a esperar a que Frank Ocean (con el dudoso título de ser el primer reseñado en este blog) se decida a publicar su tercer disco y acabe con todos los rumores y todas las aventuras - algunas no artísticas sino, ejem, empresariales - que lo distraen y nos despojan de su inmenso talento.
Mucha curiosidad para el 2022, sobre todo a ver cuál es el siguiente paso de Rosalía (que desde la publicación de El mal querer no hace más que encadenar colaboraciones desorientadas - James Blake, Billie Eilish, The Weeknd - que siempre acaban siendo lo peor que el artista de turno ha publicado).
Y sobre el año que acaba
Tres mejores discos del año:
Sin orden, dependiendo de la semana, del estado de ánimo, del momentum.
C. Tangana: El madrileño, todo un año intentando intercalar algún comentario que mitigue mi ansiedad por no haberlo reseñado en persona (gracias, Iván Repila, cabroncete), pero este brillante compendio de sonidos denostados o incluso ignorados, pulido por una producción de absoluto nivel universal, convenientemente aderezado de colaboraciones, algunas célebres, algunas tan anónimas que excitan la curiosidad, una atroz (Calamaro, muy prescindible), otras (Maverick, Omar Apollo) celestiales, resulta ser una de las más sugerentes y novedosas obras del año. Un crimen que Pitchfork continúe ignorándolo.
Billie Eilish: Happier than ever que contiene la mejor línea del año (things I once enjoyed, now keep me employed) y que, a pesar de ser anunciado de forma ostentosa en los autobuses de las grandes ciudades, no parece obtener tan colosal repercusión como su debut: la angustia adolescente deja paso a un tono más reposado y reflexivo, y su sonido ha ganado en matices y abarca más estilos sin perder un ápice de brillantez y creatividad. Puede que planificado, pero colosal movimiento de carrera que permite a la artista sacudirse el agobio que, por lo que se desprende de las letras, le produjo su meteórico ascenso a icono global.
Tyler The Creator: Call me if you get lost, tercer esplendoroso disco largo seguido, con un draconiano ritmo bienal, del músico californiano, desafiando estilos, sorprendiendo a cada paso, regresando de manera desacomplejada y brillantísima a un rap más ortodoxo, por momentos, pero sin miedo alguno a toquetear lo que le place - incluyendo reggae - consciente de la incontestable racha en que anda sumido.
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