domingo, 30 de septiembre de 2018

Blood Orange: Negro Swan


Año de publicación: 2018
Valoración: casi imprescindible

Pues hay que ir espabilando. O nos va a pillar el final de año y no vamos a tener idea de qué será lo que nos quede en lo musical.
Blood Orange es el nombre del proyecto liderado por Devonté Hynes. Otro vocalista de color, multiinstrumentista, productor, que no es exactamente un rapper. O sea, que no le hace ascos a colaboraciones de entornos hip-hop, pero que decididamente quiere tener su voz propia. Perdonad este gesto al afirmarlo de forma  poco humilde. No es que Hynes sea un recién llegado. Con 32 años, Negro Swan es su cuarto disco bajo el nombre Blood Orange, pero ya ha participado en muchos otros proyectos. Fue el guitarrista de los Test Icicles, un breve combo proto-adolescente de agresivo y nervioso punk. De eso, pasó a un proyecto, ya en solitario, completamente inclasificable llamado Lightspeed Champion, má s cercano estéticamente a cosas como lo nerd, y musicalmente en un sonido pop de regustos ochenteros y más reminiscente de cosas como Prefab Sprout o los Lightning Seeds que de toda la negritud que, puede, se avistara en su futuro como Blood Orange.
Y con este disco se postula al trono de rey del r'n.b Parece que de estos andan saliendo unos cuantos. Muertos Michael Jackson y Prince, ese cetro se lo empiezan a disputar muchos. Más cercanos al sonido urbano o con más tendencias a la innovación, pero ahí andan unos cuantos. Algunos más aventurados, otros más asequibles. The Weeknd. Kanye West. Millas por delante, Kendrick Lamar, y aún más allá, Frank Ocean, inconmensurable en su momento y más aún cuando sus discos maduran con el paso del tiempo. Ocean es una obvia influencia de Blood Orange. No tanto en lo sonoro como en ese espíritu libre y esa desinhibición para abandonar poses duras y presentarse (véase la espléndida portada, a años luz de la pose machorra arquetípica) como puros músicos alejados de corrientes comerciales, ergo sin ninguna clase de cortapisa para, sin abandonar la socorrida etiqueta del r'n'b, tontear con todas las tradiciones (en algún momento me recuerda al emblemático 25 years later de los Blaze) y sacar adelante un disco sumamente atractivo, casi irresistible a la primera escucha (gracias, trucos de producción), que solo el paso del tiempo pondrá a su lugar.
Puede que haya quien le recrimine no ser el primero en alinearse en la liga de los artistas de la escena urbana alineados con el colectivo gay, puede que otros le echen en cara que lo del disco conceptual con intros habladas, aires jazzies y fragmentos recurrentes ya lo hizo Kendrick Lamar de forma casi inmejorable. Yo digo: si esos dos elementos producen, al asimilarse, incorporarse y traducirse al lenguaje propio del artista, maravillas como el neo-soul en Orlando, el espectacular hit, casi godspell, que es Jewelry, la carga de pop fresco y refrescante que es Saint, o esos tracks escondidos entre nubes de algodón, imaginería de producción de alta gama, las ineludibles colaboraciones propias de esa comunidad tan hermanada (por oposición a las rudas guerras del rap) que es la escena r'n'b, si este disco nos reserva maravillas a las alturas del track 10 en adelante (esos que la manía de llenar álbumes con lo que sea), como ese Dagenham Dream que parece tomar prestado por igual de Soft Cell o de The Blue Nile, o Minetta Creek, jugueteo pop inusual, casi una broma que hubiera firmado gustoso el Prince de discos como LoveSexy o Around the world in a day.
Pues eso: a lo tonto, Blood Orange ha entregado, tres meses quedan para que alguien levante la mano para contradecirme, un serio contendiente a disco del año.




domingo, 23 de septiembre de 2018

Scott Walker: Scott 4

Año de publicación: 1969
Valoración: imprescindible

En el mismo año en el que, meses antes, había publicado Scott 3, otra obra maestra, Scott Walker publicó este Scott 4 de portada (dicromía, expresión circunspecta, mirada perdida) rayana con el expresionismo, y desapareció convirtiéndose en una especie de Salinger musical, para volver a aparecer de vez en cuando con propuestas cada vez más extrañas, experimentales y alejadas del gusto de las masas.
Como cierre de la tetralogía, Scott 4 plantea dos situaciones contradictorias. Primero, es un disco repleto de canciones extraordinarias, muchas de ellas clásicos instantáneos e integrantes desde su publicación de la ya extensa lista de maravillas firmadas (aquí Walker ya compone todo el material) por su intérprete. Segundo, supongo, quizás, se trata de una mera conjetura, el disco acusa algo una cierta dispersión en lo estilístico, cosa que seguramente no ayudó en su empeño de recuperar al artista para una repercusión comercial de cierto alcance. Walker. Años atrás, como integrante de los Walker Brothers, se les trataba como a (otros) nuevos Beatles.
Claro que la cosa no era precisamente sencilla. El universo de Walker no era apto para todos los públicos, y abrir un LP con una canción inspirada en una película de Bergman no era precisamente una apertura destinada a los charts. The Seventh Seal arranca con una trompeta casi latina, para embarcarse en un nervioso intercambio de guitarras, cuerdas, y la aterradora presencia vocal de Walker, acaparándolo todo. Canción sin estribillo, crescendo sin resolución, queríais clásicos, ahí va el primero. Preparando el camino para la que para mí es, oficialmente, la mejor canción de menos de dos minutos de la historia: On Your Own Again, letra indescifrable (¿divorcio?) que se cierra con una contundente frase que bien pudiera resumir la carrera de Walker "era tan feliz que no me sentía yo mismo". Arranque solemne de guitarra acústica, mid tempo punteado por las cuerdas, la voz se eleva poderosa y a la vez íntima. 
Hay más, por supuesto. Los saltos de un estilo a otro son constantes y perjudican algo esa condición de álbum, pero esa es una queja menor. Walker tantea con el soul-rock en Get Behind Me, evoluciona hacia el  country & western en (premonitorio título) Rhymes of Goodbye, aunque antes nos ha regalado canciones en los que parece certificar su derrota, World strongest man o la fascinante e icónica Boy Child , ésta repleta de lirismo y amagando con la experimentación  en que sumiría su carrera posterior. Canción por canción, se trata seguramente de su mejor disco. Hablamos de un artista que, en lo creativo, no tiene miedo a nada. Si hay que hablar de neo-estalinismo en una canción dotada de cierto aire pop, se hace: The Old Man`s Back Again, aparte de una línea de bajo que impresiona al mismísimo David Bowie, uno de los más audaces arreglos de la historia. Y Walker habla de mujeres de pie en medio de la nieve, mientras desconocidos se llevan a su hombre.
Reverencia absoluta.

domingo, 16 de septiembre de 2018

Yves Tumor: Safe in the hands of love

Año de publicación: 2018
Valoración: muy recomendable

Lo dije en un Tweet: hay que creer mucho en lo que uno hace para llamarse así. Yves Tumor. Músico de Tennessee afincado en Turín. Y para presentar una imagen tan dura y para aceptar ser una de las apuestas de una enseña histórica, el sello Warp, en su intento de persistir en la cumbre de la experimentación, del sonido poco amigable para el oído despistado, de aquello que llamamos vanguardia hasta que la sobre-exposición y la dinámica de los mercados lo convierte, progresivamente, en mainstream, quizás después de haber servido de soporte para una campaña promocional, para una escena de una película modernilla, todo el underground y lo experimental acaba convirtiéndose en algo extraño a lo que nuestro oído se habitúa.
Y si alguien duda de mi afirmación, que piense qué ha sido del drum'n'bass.
Yves Tumor publica para Warp. Un sello lejos de su esplendor, aquel que se inició cuando publicaron las dos antologías de Artificial Intelligence. Un sello ubicado en Sheffield, un sello al que la historia asocia con las grandes estrellas de aquello que se llamó IDM (Intelligent Dance Music): Aphex Twin, Black Dog Productions, Autechre. Menudo ramillete para esa época, y aún se le podrían añadir Broadcast, The Sabres of Paradise, LFO, tantos otros que representaron un presente esplendoroso de la escena electrónica, hasta que Warp escandalizó al mundo incorporando algún grupo con guitarras. Ahora suena ingenuo, pero en su momento resultó todo un shock.
Ah. Y los vídeos de Chris Cunningham, esos incómodos asaltos a las plácidas digestiones, con miembros seccionados, rasgos deformadosfiguras amenazadoras. El artwork que rodea al artista parece inspirado en esa faceta artística ligeramente perturbadora, como si aparte de entregarse a la audición el oyente estuviera participando o siendo cómplice de un ritual algo oscuro.
Algo de eso hay en este álbum: Safe in the hands of love. Jamás una frase tan encantadora pareció esconder algo tan amenazador. Porque las canciones de Yves Tumor no son precisamente música para chill-out. Véase, por ejemplo, el vídeo de Licking An Orchid, voces que parecen de canción de acampada, cierta placidez, un ritmo reposado, y de repente la abrasión, la saturación sonora, el ruido blanco. Voces que constituyen un pequeño rasgo de Yves Tumor. Presentes como pequeños mantras que pueden engañar al oyente otorgando cierta apariencia de canción. Noid: como si a los de Animal Collective les diera por cantar jingles tras un empacho de sonido philly. Pero la cosa no va a ir siempre por ahí. En Economy of Freedom la distorsión ya acapara el sonido y Hope In Suffering incluye amenazadores aleteos de insectos que vuelan de un lado al otro de los auriculares. Tumor no le tiene miedo a nada. Safe in the hands of love no va a hacer que Warp regrese a esa época dorada porque la idiosincrasia del sello sigue incólume. La música debe alterar, quizás fascinar, y los caminos hacia esas sensaciones no siempre son agradables de transitar. Yves Tumor no va a ser el futuro de la música. Está muy claro que esta era del uso a destajo del skip, cuando si a los diez segundos una canción no te convence pasas a la siguiente, parece mostrar el camino opuesto. Cositas ligeras, agradables, fáciles de asimilar y que entran a la primera (para salir sin dejar rastro al poco tiempo).
No busques de eso aquí.

domingo, 9 de septiembre de 2018

Erykah Badu: Baduizm

Año de publicación: 1997
Valoración: muy recomendable

Una imagen impactante, glamour callejero con el toque racial justo, el punto chic distintivo de sus tocados textiles en la cabeza, cierta aura más cercana a, por ejemplo, Naomi Campbell o Sade que a Missy Elliott o Rihanna. Erykah Badu podría pasar por una de esas fugaces estrellas a las que se les entrega el cetro de "esperanza del soul", casi siempre gracias a un primer disco descollante... y casi siempre para despojarlas de él en cuanto surge otra estrella de muy parecidas características.
Lo cual no debe evitar que disfrutemos de sus discos. Baduizm, título al que no le falta ese toque ególatra que desprende seguridad, es un formidable debut que no tuvo continuidad en los términos que merecía. Y podriamos decir lo mismo de Kelis, de Jill Stone, de Me'shell Ndegeocello, de las Zhané, de Lauryn Hill, de Jody Watley, de Mary J. Bligee muchas figuras cuyo deslumbrón inicial acabó siendo casi, el necesario preámbulo a un oscurecimiento.
Las credenciales de Erykah Badu en lo artístico: una voz ligeramente gatuna y nasal, comparada en no pocas ocasiones con la de Billie Holiday, un acompañamiento brillante, a medio camino entre el trip-hop tan en boga en su momento y el jazz onda Roy Ayers: base rítmica potente aunque algo perezosa, bajo y bombo en primer plano arropando a la voz, y, el conjunto, claro, cómo no, resulta de esa aterciopelada elegancia que parece ir a traspasar la barrera del engolamiento al que a veces estos experimentos se ven abocados. Baste ver las toneladas de azúcar en forma de baladas que intoxicaron las carreras de muchas divas, desde Whitney Houston a Beyoncé, cayendo de bruces en el mayor de los convencionalismos, la condena de las grandes voces a ser "intérpretes" por encima de "músicos".
Baduizm dispone de material potente al que solamente puede recriminarse cierta homogeneidad, justificada a la hora de aportar cohesión pero algo incómoda para una audición "del tirón". Ciertos trucos vocales regresan, ciertos ambientes son compartidos entre las canciones, y desde luego el inconfundible tono de la artista, que tan pronto se eleva a alturas de los grandes clásicos como parece coquetear con el scat, se encarga de llevarnos de la mano por historias que parecen no acabar siente bien. Canciones de tempo perezoso, no exactamente las baladas dulzonas sino números de regusto agridulce, torch-songs de digestión lenta sin estridencias ni histrionismo. Next Lifetime habla de la reencarnación como una opción a la poligamia, En On & On (atentos al espectacular arranque a los 3:26), el mensaje no es tan claro, pero quede claro que las semejanzas con Billie Holiday no se restringen al tratamiento vocal: Badu transmite mensaje a través de sus palabras y su fascinante tratamiento sonoro (con sutiles reminiscencias caribeñas, las percusiones parecen pedir a gritos someterse a un tratamiento de reverberación), y ese mensaje es indudablemente militante: el video de  Other Side Of The Game muestra a una mujer rodeada de comodidades en una gran casa mientras su pareja entra y sale y no parece ser un médico de urgencia.
Han pasado dos décadas y el mundo ha visto ir y venir (y no regresar) a muchas estrellas fugaces. Badu puede que solo sea una más en ese firmamento, pero este disco merece la pena revisarlo de vez en cuando.

domingo, 2 de septiembre de 2018

Pulp: This is hardcore

Año de publicación: 1998
Valoración: muy recomendable alto

Ay, queridos lectores, si este blog pobre en visitas pero grande en ambición no cargara su peso en un alto porcentaje sobre el firmante de esta reseña. Entonces no pasarían estas cosas tan injustas y tan desproporcionadas y las filias y las fobias que ya se sabe que son malas consejeras. Que aquí no haya salido disco alguno de los Beatles o de los Stones y ya vayan dos reseñas de Frank Ocean o de Kendrick Lamar y hoy, sacrilegio, repita también un grupo de corta carrera como Pulp, grupo que para más inri lleva ya cerca de tres décadas disuelto, justo tras otro disco en la cumbre creativa (el que les produjo, toma quiebro del destino, Scott Walker), al que este This is hardcore precedió en un difícil encaje, en un movimiento completamente coherente en términos creativos aunque difícilmente asimilable desde la perspectiva comercial.
Sí, comercial. Porque aún hablamos de cierta época dorada en que los artistas que encabezaban los charts y ganaban premios eran también respetados por la crítica y venerados por su creatividad y sus aportaciones. No es que la añore: ahora hay otras cosas que pueden gustar. Pero esa sensación puede ser recordada con agrado. 
Pulp habían conmocionado años atrás con Different Class, que, casualidades de la vida, reseñamos hace justo un año, y que era un disco perfecto de principio a fin, un bofetón de creatividad y desparpajo que zanjaba las batallas del brit-pop, como esas carreras en que dos rivales se perjudican en la línea de meta y un tercero se aprovecha. Un disco vitalista y luminoso, emparentado con la cultura de clubs y ligeramente condicionado por la presencia de varios hits inapelables.
This is hardcore apaga las luces, sobre todo las estroboscópicas, y se lanza, portada y título destilan ese glamour equívoco propio de las revistas soft-porn de los 80, a un oscuro experimento sonoro de resultados brillantes y duraderos. The Fear abre el disco y marca el nivel; coros, tono melancólico, solemne y algo épico, riqueza instrumental, una canción larga y torturada, con Jarvis suspirando la letra, sílabas alargadas, guitarras épicas con ciertos tratamientos sonoros que pueden recordar algo a los usados por Radiohead, trémolos, Party Hard no desentonaría en la primera cara de Low y desde luego Bowie es una clara influencia quizás no tanto en lo sonoro sino en cierto espíritu aventurero. El disco acaba con una nota sostenida de sintetizador prolongada varios minutos. Pero hay más: TVmovie podía encontrar acomodo en sus dos anteriores discos, aunque su elegancia no desentona aquí para nada. This Is Hardcore, la canción, es otro ejemplo de la tensión, casi cinemática, que polariza el disco en sus canciones más largas, suntuosas instrumentaciones que dejan atrás las síncopas de hits anteriores.

Y perdonad que haya dejado para el final las que son, para mí, las dos mejores canciones del disco e indudables merecedoras de figurar entre las mejores canciones de la trayectoria de la banda: Help The Aged, mensaje y sonido mostrando una incuestionable madurez y una aguda visión que reflejaba todo el talento de Cocker y el consistente apoyo de la banda. Y Dishes, arreglo de otra galaxia, perfecta de principio a fin, la típica canción de álbum que pasaba desapercibida y acababa siendo venerada.

No me gustaría nada que Pulp protagonizaran una de esas patéticas reuniones que acaban en discos mediocres y giras alimenticias. Pero quizás esa perspectiva llegara a excitarme en algún momento. Quizás.