domingo, 29 de mayo de 2022

Astrud Gilberto: The Astrud Gilberto Album


Año de publicación: 1965

Valoración: muy recomendable

La historia de coincidencias por la que Astrud Gilberto acabó desarrollando una carrera como cantante ya es conocida. Y la velocidad a la que los acontecimientos se precipitaron, notable. No pasó ni un año desde que aportara su voz, cálida y sensual pero con obvias limitaciones técnicas, en las canciones de esa biblia del género que fue Getz / Gilberto y ya se enfrascó en la publicación de este primer disco, donde contó con todos los requisitos para convertirse, de inmediato, en otro clásico. Publicado por Verve, sello emblemático de jazz, producido por Creed Taylor (que había aportado gloriosos arreglos) y, por supuesto, con la inestimable ayuda de Antonio Carlos Jobim, que aportó guitarras y la autoría de la mayoría de las canciones, cómo no. Si la bossanova era el estilo en eclosión, darle la espalda era una estupidez.

Gilberto alterna inglés y portugués en las canciones, once en un disco que no llega a la media hora, y prácticamente define el género y se condiciona, claro, su carrera posterior. Cantaría mejores o peores canciones (son sublimes sus rendiciones posteriores de The shadow of your smile o Manha de Carnaval), pero su voz, dulce y perezosa, se convertiría en una especie de marca de la casa e influiría a varias generaciones (desde lánguidas cantantes hasta grupos vanguardistas como Stereolab o Broadcast). El peso del material de Jobim es enorme aquí, y ello representó, a la larga, un lastre para Gilberto, que siempre fue "la chica que cantaba en Girl from Ipanema", pero es absurdo olvidar la relevancia de otras canciones, que aunque solo sirvieran para apuntalar el estereotipo son, pasados los años, eternos clásicos, revisitados por otros artistas pero siempre con la indeleble sensación de que esta era (con permiso de Joao Gilberto) su mejor versión. Canciones sencillas con deliciosos arreglos y melodías indelebles.

El álbum completo, aquí The Astrud Gilberto Album

domingo, 22 de mayo de 2022

Nancy Sinatra & Lee Hazlewood: Nancy & Lee

Año de publicación: 1968

Valoración: muy recomendable

Los 60... Apenas unos segundos instrumentales y la voz de Lee Hazlewood entona el primer fraseo: su diafragma parece estar cuarteado y apunto de romperse. Podéis reíros de la voz agónica de Tom Waits, pero la de Hazlewood no le va a la zaga, parece que acabe de bajarse de un caballo tras atravesar el desierto sin tomar líquido alguno en una semana. Entona, junto a Nancy Sinatra (sí: hija de) el clásico de los Righteous Brothers You've Lost That Lovin' Feelin' que aunque fuera una moda de la época, no me parece una canción que marque el tono del disco. Quizás, por demasiado obvia (aunque hasta la Human Leaguet la versioneara pasados unos años) para lo que tiene que venir. Que es un ejercicio extraño erigido a clásico por el paso del tiempo. 

El disco, once canciones y algo más de media hora, se escinde en dos partes con difusas fronteras: las canciones más escoradas hacia el country más canónico son obvias y casi grotescas: hay algo incómodo y ya completamente caduco en canciones como Elusive Dreams o la ramplona Jackson, casi parodias con aire kitsch que queda compensado con la inclusión de los números más osados, donde se opta por la introducción de elementos pop, que junto a las cuerdas y los fabulosos arreglos, como Summer Wine o al avance reptílico de la mejor canción del disco: Some Velvet Morning, junto a Lady Bird. señales inequívocas del reto interpretativo que supone el LP. No fluye química sexual, o no lo hace de una forma sana y abierta, Hazlewood parece un cazador de recompensas plantado en un estudio, aunque atesora las labores compositivas, Nancy Sinatra actúa como si fuera una pin-up aunque sus formas vocales ya habían llamado la atención y había protagonizado la sempiterna canción de créditos en una película de la saga Bond. Obviamente un disco muy recomendable por su notable poder de influencia y evocación.


domingo, 15 de mayo de 2022

Japan: Tin drum


Año de publicación: 1981

Valoración: muy recomendable

Como Martin Power describe brillantemente en su biografía sobre David Sylvian, parece que la cúspide creativa que representa Tin drum marca un momento idóneo para que la banda se separe. Al margen de líos de faldas, de diferencias de concepción sonora, de cierto escepticismo crítico relacionado con la poderosa carga estética del grupo, mezcla de ambigüedad glam y sensibilidad hi-tech, de conatos de aventuras en solitario. El recorrido de macarras de callejón pestilente a estetas interesados por lo ajeno a Occidente ya era, de por sí, un sprint agónico tras el que había que descansar.

Icónica portada. Desde el nombre hasta algunos hits menores rescatados por su anterior sello, el interés por las culturas orientales se había manifestado en algunos matices en Gentlemen take Polaroids, en sus afinidades con el genial Ryuichi Sakamoto que ya se materializarían en una aventura extraconyugal - la excelente Bamboo Houses. El nombre de la banda en color rojo. La estancia austera, la foto de Mao con señales de llevar ahí un tiempo. Provocación pura hacia los detractores de la banda. El recorrido post-Roxy finiquitado, una cierta pose arrogante, los trajes, los cuellos mao, el ostentoso maquillaje en hombres heterosexuales. Pero claro, la música: los ritmos cortados de  The Art of Parties, más deudores de Remain in light que de Stranded. La estratosférica línea de bajo en Visions Of China, el excelente trabajo de percusión a lo largo de todo el disco, con las guitarras cediendo terreno, ese hito del sonido congelado que representa Ghosts, insospechado hit de absoluta oscuridad sonora y lírica, acompañados estos singles por extensas canciones de títulos y sonoridades evocadoras Still Life In Mobile Homes - vida estática en casas móviles, o los sonidos deudores de Joy Division, como para recordar que estamos en la Inglaterra del post punk, donde el bullicio creativo y las interacciones entre sonidos eran prácticamente la norma a seguir. Cuarenta años después, muy pocos discos tan voluntariamente apartados de las premisas comerciales son capaces de acceder a las listas. Seguro que a muchos no les gustó, pero Japan lo hicieron. Y se fueron.

domingo, 8 de mayo de 2022

Arcade Fire: WE

Año de publicación: 2022

Valoración: bastante recomendable

Arcade Fire es una banda de rock. Con devaneos electrónicos, en función de quién les haya producido, pero una banda de rock. Las bandas de rock suelen llevar bastante mal las curvas descendentes de las carreras, sobre todo ese terrible primer disco que decepciona, el que marca el inicio de la agonía, y ese inicio de decadencia suele manifestarse en cismas dentro de las bandas, que podrían agudizarse cuando las bandas son numerosas, que es este el caso. Nada menos que un componente, hermano del líder, ha abandonado la banda.

Everything Now, anterior disco, pasa, aún por ser su peor trabajo, con mucha diferencia. Antes de eso, cuatro muy buenos LPs, pero ese quinto disco hizo saltar las alarmas. Un sonido a medio camino de todo, experimentos con estilos que no eran, para nada, su especialidad, composiciones que dejaban mucho que desear. Especulo con el medio en el cuerpo que se le metería a la banda cuando vieron como la unanimidad crítica que había abrazado su debut, el ya lejano Funeral, tomaba el camino contrario. Frialdad absoluta y críticas de las que escocían. 

Entonces con este WE parecen haber tomado nota y han recuperado el sonido que les encumbró. Muchos dejes de sus discos anteriores, como las canciones con títulos idénticos, cierto aluvión sonoro ligeramente heredero del rock americano, combinado con lo que parece un mensaje contemporáneo en las letras, junto a otros guiños (la portada, obviamente inspirada en Scott 3) y una opción por la intensidad de manera desacomplejada. Decisión que deja algo frío a primeras, con un obvio aroma a reculada, y una búsqueda algo forzada de antiguas sonoridades, para lo cual han requerido la ayuda de Nigel Godrich, célebre factotum del sonido de Radiohead. Curioso, y uno piensa si todo el disco va a sonar a Exit music (for a film) y, aunque no, la influencia es clara, no avasalladora, pero la combinación resulta: WE aglutina sonoridades de los cuatro discos buenos de la banda, y hay intensidad, algún conato excesivo (ese one, two, three, four, en The Lightning I, II por eso, sobra), curiosas combinaciones sonoras resueltas en arranques sintéticos como cambios de ritmo en las dos Age of Anxiety I, canciones más bien introspectivas, arranques algo dubitativos (la melodía de Imagine resuena en End of The Empire I-III e intentos poco disimulados de desprender mensaje acorde con los tiempos (en Unconditional I (Lookout Kid) parecen los Dexy Midnight Runners) de que el disco sea, sino un retorno a la forma, una clara salida del bache. Y aunque la lógica dice que tardaremos en ver la continuación de WE), el disco abre la vía a cierta esperanza: la banda todavía no ha enfilado la ruta U2 o la ruta Coldplay, parece tener, aún, algo que decir. Simplemente, han tirado de oficio para subsanar el error de Everything Now. Quizás, de forma demasiado obvia. Pero dejando lugar a la esperanza.

domingo, 1 de mayo de 2022

The Walker Brothers: Nite flights

Año de publicación: 1978

Valoración: muy recomendable

El que discuta la importancia de Scott Walker en la historia de la música contemporánea (adscrita, claro, a la escena pop y rock, y por tanto, importancia en una corriente musical en irreversible decadencia) puede optar por

a) seguir escuchando su obra hasta darse cuenta de su grave equivocación

b) dejar de leer esta reseña pues obviamente hay una grave incompatibilidad de criterios, y puede ser que esté más a gusto oyendo, por enésima vez, los discos de Ted Nugent o AC/DC o cualquier otra mierda que suela oír.

Bien; hecha la pertinente depuración, aclaremos que en 1978 los Walker Brothers (grupo pop que en algún momento llega a competir con los Beatles en las batallas por el trono allá por los mediados de los 60) efectúan una última reunión tras su desbandada definitiva. Scott Walker, líder indiscutible, ha dejado en vilo su carrera en solitario tras la incomprensión comercial. Me da con que su cabeza no ha parado de concebir música y que los royalties le han facilitado la vida. Pero desde 1970 a 1978 han pasado muchas cosas en la música, y no todas han sido buenas, pero Walker parece haberlas asimilado. Nite Flights pasaría por ser uno de los discos más extraños de la historia pues su tracklist asemeja más a un enlace de EPs de tres músicos con concepciones sonoras diferentes que deciden compartir un LP. Como un piso en cuyas habitaciones vive un nepalí, un alemán y un español, el disco funciona porque hay una secuencia y un orden, pero ello es revelador. De forma cruel. Y explica a las claras porque, hasta su muerte hace unos años, Scott Walker fue un referente y sus falsos hermanos unos completos desconocidos. No es que las canciones que siguen a partir del quinto tema sean absoluta basura. Pero el material que aporta el primero empieza ya a revelar sus inquietudes. Con características inquietantes: el proto-disco de Shutout, ya muestra la obsesión de Walker por abandonar el uso vocal al estilo crooner y llevarlo a territorios inquietantes, doblándola. Fat Mama Kick muestra que ha escuchado más discos como Low o incluso a Can o a Japan que a las momias del rock progresivo, de hecho David Bowie le devuelve el favor años más tarde con el cover de la canción que da título al disco, abierta por unas tensas cuerdas completamente impropias del momento. Y aún queda la soberbia The Electrician, auténtico precedente de mucha de su producción futura y, ya que estamos, canción de seis minutos que debería formar parte de la historia de la música: realmente hay tanto ahí, desde la tensión propia (esa nota sostenida que parece una herencia de It's Raining Today) de sus clásicos, hasta esas oleadas sonoras hasta alcanzar la cúspide en la sección de cuerda y la parte instrumental. Puro blues futurista.

Y entonces viene el escalón, hay que tener mucha voluntad para lidiar con un cambio tan diametral. A partir de ahí el disco pasa a ser dominado por canciones de poco brillo, alineadas con el sonido convencional de la época, sin ninguna intención innovadora. Más cerca de Toto o de Foreigner, que es ya suficientemente definitorio. Por supuesto pueden ser escuchadas, pero más allá de eso no merecen gran atención. Scott se quedó el testigo y siguió, en solitario y de forma lenta y meditada, casi cuatro décadas más.