domingo, 27 de octubre de 2019

Lendakaris Muertos: Lendakaris Muertos

Año de publicación: 2005
Valoración: Casi mejor que no...

Lendakaris Muertos, grupo pamplonica de sonido punkarra y sospechosa inspiración en los Dead Kennedys, son los responsables de que la juventud alegre y combativa (o lo que quede de ella), tanto vasca como del resto del Estado Opresor lleven 15 años coreando canciones como  Policía, sí , Gora España, ETA, deja alguna discoteca, DNI vasco, ez, eskerrik asko, Fuimos ikastoleros, Se habla español, o el que podría ser himno oficioso de una Cataluña independiente dentro de unos años: Veterano de la kale borroka... No os confundáis: no estamos hablando de un grupo de ruido neonazi en plan Batallón de Castigo o mierda parecida, sino de punk auténtico (aunque también tienen algún tema contra los que no les consideran punkies ortodoxos, si es que algo así es posible), gente que no se casa con nadie y lo mismo componen una canción sobre la fascinación homoerótica hacia Urrusolo Sistiaga que otra titulada, significativamente, Gore ETA.

Tampoco es que en este su primer disco las canciones denoten ese nivel de equívoca y ácida ironía; el tono que domina, más bien, es el del sarcasmo más abierto y descarnado. No sólo sobre el llamado "conflicto vasco":  "Policía sí/la prefiero a ti ", Veterano de la kale borroka, Gora España, o, justamente, El problema vasco ("El problema vasco/ es que no se folla ")... también hacen referencia a otros asuntos políticos del momento, como en Mercenario en Irak, o a la crítica social más cercana, disparando a todo lo que se menee, pero ante todo, a la gilipollez cotidiana contemporánea, desde el postureo al "aprobetxategismo": Gafas de pasta, Cerveza sin alcohol ("Cerveza sin alcohol/ Café sin cafeína/ Grasa sin grasa/ Sin hueso el chuletón/ Drogatas contra la droga/ Adelgazo papeando una hamburguesa vegetal "), Jet set pobre, Odio el fútbol, Detector de gilipolleces, Jódete tú o Centro comercial ("No eres de derechas/ ni eres de izquierdas/ eres un subnormal/ de centro comercial "). También, cómo no, hay lugar para una versión de los Dead Kennedys: Demasiado ciego para follar.

Tocado todo con la energía adrenalítica propia del punk: guitarreo a tope, nada de solos que distraigan, velocidad en temas muy cortos -¡hay 23 en el disco, nada menos!- y cierta vocación de himnos, si no generacionales, sí al menos para cierta juventud -y no tan jóvenes, que ellos mismos no son unos chavales- que se siente hasta la narices de todo y tiene ganas de descargarse de alguna forma, de protestar contra tanta estupidez y mamoneo por todas partes. Con mucho humor y mala leche, eso sí. Unos clásicos, ya digo...



domingo, 20 de octubre de 2019

Nick Cave and the Bad Seeds: Ghosteen

Año de publicación: 2019
Valoración: recomendable 

Ponerle etiqueta a esta música es un auténtico rompecabezas. ¿Se le puede llamar pop a un disco que suena como una ceremonia alejada de banalidad? ¿Merece el apelativo de rock un disco en el que guitarras y sección rítmica se hallan a milímetros de lo perceptible, cuando no definitivamente ausentes?
No voy a crear ninguna de las siguientes etiquetas: música sacra, música con mayúsculas, o cualquiera otra que quizás ayudaría a situar al oyente pero que, quizás, alejaría la atención de la dimensión real del disco.
Dimensión que es respetable. Este disco fue concebido, producido e interpretado con Cave ya consciente del trágico suceso, en 2015. de la muerte de su hijo, que se precipitó por un acantilado, y parece ser que en las circunstancias de su fallecimiento, con 15 años, intervino el consumo de ciertos estupefacientes.
Entonces Cave, que arrastra la leyenda de sus largas y recurrentes adicciones, sempitermo traje oscuro y camisa blanca, tupé ligeramente anacrónico y pose de poeta francés maldito extraído nde su siglo de origen, confirma en Ghosteen todo lo que el anterior disco, The Skeleton Tree (que se compuso antes pero se grabó y publicó después del suceso) apuntaba. Que la carrera de Cave, que ya no era precisamente un ejemplo de dinamismo y aires festivos, ha entrado, y ya son dos discos importantes, en el área de interés del dolor, un dolor sereno y profundo, no la rabia ni el aire agreste que quizás hubiera cabido esperar allá por 1994, sino el dolor meditado de un hombre que ha superado los sesenta años de edad, que lleva una carrera que se extiende por décadas y al que ahora la terrible realidad aplasta y condiciona.
Ghosteen es hielo que quema. Son largos desarrollos instrumentales, casi siempre teclados orgánicos y sintéticos, sobre los que Cave declama, recita letras de aire poético y trágico, nombrando a Jesús por doquier, elevándose solo un poco sobre unas bases estáticas, poderosas, creadas por Warren Ellis, colaborador de largo recorrido aquí mostrando, discreto, respetuoso, a veces tan sobrio que pensamos si estas melodías se han creado para ser interpretadas desde un órgano en medio del desierto, de noche, rememorando las hechuras conseguidas a lo largo de los scores que ha ido firmando. Cave, contenido, preciso, las recita y de vez en cuando toma aire y a veces esa voz distintiva acomete algo parecido a una melodía puntual y luminosa, apenas luz de Luna entre tanta tiniebla, como mantras para respirar en medio de ese pesar que asfixia el disco, que lo sitúa en un territorio poco agradable, pura solemnidad cariacontecida, ni un amago de rabia, ni una concesión a la rebeldía.
Por supuesto poner en tela del juicio la oportunidad o no de que un músico tan reputado refleje de manera tan contundente la realidad en que se mueve (Cave obviamente se refiere al hecho como algo que ha cambiado su existencia para siempre) queda sobre el tapete. Cave no es músico al que su discográfica, ni su pequeño ejército de fieles seguidores, plantee condiciones de tipo comercial. Seguro que el disco, tan brillante en su ejecución como doloroso en su comprensión, ha sido creado en un entorno de absoluta libertad creativa. Pero desde luego no es ni para todos los públicos ni para todos los días.

domingo, 13 de octubre de 2019

The Strokes: Is This It


Año de publicación: 2001
Valoración:  imprescindible

Gloriosa portada que parece predestinar al disco, The Strokes eran, como colectivo humano, algo casi arquetípicamente neoyorquino, combinaciones de apellidos y nombres de distintos orígenes: uno de sus componentes, hijo de un antiguo cantante melódico (Albert Hammond Jr.), otro lo era del capo de una reputada agencia de modelos (Julian Casablancas). Estamos en el NY de los primeros meses del milenio. El WTC sigue en pie y la crisis consecuente a su destrucción ni se intuye. Esos cinco tipos (añadid otros tres que seguramente serían compañeros de estudios o algo así) organizan una banda y apuestan por un sonido tosco, directo, sucio, poco producido, incluso buscan un productor que transmita esa urgencia, esa inmediatez. Quieren grabar en una toma y como si fuera en un concierto.

Supongo que sabían que lo que se llevaban entre manos, en algún momento se darían cuenta que las suyas eran buenas, excelentes canciones, condenadas a convertirse en clásicos de garage-rock.

Sabían, por ejemplo, que en esa decena larga de canciones había más ideas que en toda la discografía de, por ejemplo, los Ramones. Aún así, no he visto camisetas de los Strokes en el Zara. Será que el mundo es un lugar cruel e injusto.

Obviamente sus influencias cercanas y lejanas eran visibles y perceptibles: la voz levemente nasal de Casablancas es tratada en muchos momentos para acercarla a la verborrea drogota y descarada del primer Lou Reed. Sus limitaciones vocales son neutralizadas usando un filtro que la acerca a la del Iggy Pop cuando los Stooges, sabéis. Ciertos arranques y parones y algunos juegos de guitarra en Someday parecen sacados de los Smiths de las demos y las caras B y las Peel Sessions. Ciertas subidas de intensidad remiten a los Pulp más encendidos. La Velvet Underground, Wire o los primeros Magazine pululan por ahí, claro. Las propias pintas de los tipos parecen sacadas de entrevistas cuál es tu estilo a la puerta del CBGB en 1979. La portada arty puede recordar a los experimentos en blanco y negro de Andy Warhol.

Todo podría parecer un pack, claro.

Pero insisto: están las canciones. Lo que normalmente la gente espera en un disco. Menos de 40 minutos que, ya sabemos cómo era cierta prensa musical cuando vendía cientos de miles de ejemplares, representaban, dijeron, el renacimiento del rock'n'roll. Claro que sí. El rock muere y hay que encontrar mesías que lo hagan renacer, y estos serán Led Zeppelin, los mencionados Smiths, los Arctic Monkeys, los Sex Pistols. Necesitamos energía primaria, guitarras saturadas y músicos con aspecto de adolescentes problemáticos ante el dilema vida respetable/delincuencia de menor grado.
Y vuelvo al estereotipo: The Modern Age, video donde lo primero que hace Casablancas, cigarro en mano, es echar un trago de cerveza, ritmo 4x4, bajo trotón, puntuales devaneos de la guitarra, la voz de Casablancas, cambios de acordes, final glorioso con nota arrastrada. Last Nite, otro ejemplo casi paradigmático, el tipo va empujando a los miembros de grupo y los micros que enfocan a la batería acaban por el suelo.
Quizás en su casa el servicio se negaba a entrar en su habitación llena de latas vacías y ceniceros a rebosar. Todo muy punk: quizás no un punk de suburbio de zona industrial británica, quizás un punk de Quinta Avenida y Central Park, pero la actitud funciona. De hecho, conforme el disco avanza, empezando por una entrada sorprendentemente contenida, casi un medio tiempo en Is This It?, el disco se acelera, se vuelve agresivo como para avisar al oyente de que urgencia y contundencia, crudeza y pureza son los códigos aquí, y no se va a renunciar a ellos ni en el último minuto. Desde ese momento, no hay descanso, el ritmo de Soma parece prestado del krautrock pero su final no puede ser más lejano a un paraíso sintético. Take it or leave it lo confirma con sus respectivos diálogos vocales y de guitarra. Intensos como ellos solos sin necesidad de apoyo adicional. Alone together, por ejemplo, demuestra que sus prestaciones como músicos estaban bastante lejos de las de algunos niñatos consentidos (por ejemplo, las de algunos grupos de la Movida madrileña): esos fraseos de guitarra requieren cierta pericia que cuesta más de una docena de ensayos alcanzar.

Total: un disco arrasador cuya repercusión cuesta abarcar. Dejémonos de soplos de aire fresco, simplemente cinco tipos empeñados en demostrar que un determinado sonido no tiene porqué darse definitivamente por agotado.

Curiosidades: el disco cambió de portada de forma absurda (supongo que problemas de censura en algún país) y su tracklisting se alteró prescindiendo de la agresiva New York City Cops que se juzgó inoportuna al coincidir con los atentados del 11-S.

domingo, 6 de octubre de 2019

Pequeño homenaje a Álex Díez Garín (Los Flechazos / Cooper)


Hoy no hay reseña de ningún disco, sino más bien un pequeño homenaje a una de las figuras más ignoradas de las últimas décadas del pop español. Hablamos de Alex Díez Garín (1967), un tipo de cultura pop casi enciclopédica e influenciado de forma indeleble por la música sesentera de bandas como The Kinks, The Who, Small Faces o los sonidos del Northern Soul. El motivo de esta entrada no es otro que la retirada, después de más de 30 años de carrera, de quien fuera líder de Los Flechazos (1988-1997) y Cooper (2000-2019). Tal como explica el propio Díez Garín, la retirada se debe a que "No eliges el momento, de repente te das cuenta de que ha llegado la hora y, aunque podría seguir haciendo música toda la vida, el mundo no necesita otro disco mío".

Digo que se trata de una de la figuras más ignoradas de las últimas décadas del pop español porque, pese a varias decenas de LP’s, EP’s y singles y a una gran cantidad de potenciales himnos pop, nunca alcanzó e éxito masivo que podría haber llegado de no mediar otras circunstancias. Veamos  alguna de ellas:
  • La época: Los últimos años de la década de los 80 y primeros 90 fueron los años posmovida madrileña, años en los que el gusto del público “mayoritario” se decantó por grupos como Mecano, Radio Futura o La Unión, completamente alejados del sonido Flechazos. Si vamos al siglo XXI, Cooper editó todos sus discos con Elefant, discográfica independiente con un, digamos, menor potencial comercial.
  • El lugar: Si en lugar de vivir en León Alex hubiera vivido en Madrid, otro gallo habría cantado (creo yo). Y si en vez de haber nacido en España lo hubiera hecho en Inglaterra, no digo que habría llegado a ser un grupo de masas pero se le habría acercado
  • La marcada estética mod de Álex. Imagino que esto ha podido echar atrás a muchas “majors” por miedo a un público potencial demasiado reducido.

El caso es que, por un motivo o por otro, el éxito masivo no terminó de llegar. Y como dice “Es tarde”, una de sus canciones de la “etapa Cooper”…

Te esperé y esperé hasta que me cansé de esperar.
Y ahora es tarde, es tardeeeee...
ya lo ves, es tardeeeee.... no puede ser.


Pese a esto, quedan sus canciones y aquí os enlazamos diez de ellas, mis favoritas de su segunda etapa musical, la de Cooper:

10. "Seis menos diez" (Retrovisor Ed. Especial, 2018 - LP). Los discos y singles de Cooper (y Los Flechazos) siempre incluían alguna versión, como esta del "Upside Down" dee The Muffs, cuya líder (Kim Shattuck) falleció esta misma semana


9. "Canción de viernes" (Guárdame un secreto, 2007 - SG)


8. Entre girasoles (UHF, 2015 - SG)


7. Rabia (Retrovisor, 2004 - LP)


6. Cierra los ojos (Cierra los ojos, 2003 - SG)


5. El último tren (Tiempo, temperatura y agitación, 2018 - LP)


4. Buzo (Fonorama, 2000 - LP)


3. El Sur (Días de cine, 2006 - SG)


2. Hyde Park (Aeropuerto, 2009 - LP)


1. En el parque (Fonorama, 2000 - LP)